La biblia, el único objeto religioso que tenía en casa, estaba abierta sobre mi cama, mostrando las hojas al techo. Habían adoptado un color amarillento y se pudrían rápidamente mientras la tinta negra con la que las palabras habían sido plasmadas se desvanecía.
»También mi biblia estaba en ese estado ―comentó Patrick.
En efecto, su biblia estaba muriendo como la mía, así como la de Louis. Los recuerdos eran nítidos.
Fue una de las recomendaciones que Mefisto me dio antes de desaparecer aquella noche en la que firmé el contrato, pero sólo pensé que se estaba mofando de mi antigua religión.
"Una última cosa, Nicholas ―recordaba con exactitud sus palabras―, te recomiendo guardar el contrato dentro de tu biblia..., de lo contrario se secará y morirá".
No hablaba en sentido figurado. El viejo pedazo de pergamino que estuvo dentro de la biblia, por razones que desconozco, había obtenido color y flexibilidad, mientras que las orillas del mismo, que habían quedado fuera, se secaban y caían a pedazos pequeños al tocarlas.
El maldito pedazo de pergamino estaba poseído y, al igual que un parásito, se había adherido al huésped para alimentarse de su vitalidad letra por letra.
Lindsey entró a mi habitación sin avisar y me asustó. No quería que sospechara de nada raro. Le temía a su inteligencia de niña sobresaliente, la que a la vez me hacía sentir muy orgulloso.
―Papá... ―empezó y se detuvo un momento a contemplar la biblia y el pedazo de papel en mis manos para organizar sus ideas.
Doblé el papel y tomé la biblia para regresarlo a su lugar, pero Patrick me detuvo.
»No seas imbécil, Nicholas. Ella ya vio el pergamino. Si actúas raro sospechará y le dará curiosidad por saber lo que escondes.
Era cierto, pero no quería exponer a mi hija directamente a un papel poseído.
―..., quería disculparme por cómo me porté anoche.
Quise explotar en llanto y abrazarla. Escucharla decir eso después de varias horas de ley del hielo me hizo sentir, simplemente, bien. Renovado.
―Lindsey..., yo me quería disculpar contigo. No he podido dejar de pensar en que te hice sentir mal...
―No, papá, yo no obedecí cuando me pediste que me fuera a mi habitación.
―Pero yo exageré, cariño y por eso...
―Ven conmigo.
Mi hija me tomó de la mano y me llevó hasta la cocina en donde me esperaba una pequeña sorpresa que significó demasiado para mí.
―Traté de hacer aquel postre que me hiciste una vez, ¿recuerdas? ―Preguntó con un poco de decepción en su mirada.
―¿El de galletas y leche condensada? ―Había hecho muchos postres para Lindsey, pero aquel se convirtió en su favorito desde esa mañana gélida y lluviosa en la que improvisamos un maratón de Harry Potter mientras nos cubríamos hasta la cabeza con mantas.
―Sí... ―De un brazo me llevó a la cocina y vi el intento fallido de Lindsey―. No me quedó tan bien como a ti, pero hice lo mejor que pude...
―¿Bromeas? ¡Ni yo pude haberlo hecho mejor, Cariño! ―Tal vez el mío había tenido una bonita presentación, pero el de Lindsey lo superaba por una sola razón: lo había hecho para mí de todo corazón.
»¿Por qué la ves así? No lo entiendo... ―cuestionó Patrick.
―Es el único ser humano que me ama sin ningún motivo en especial. Es un amor honesto, desinteresado y puro... No puedo creer que Sharon haya sido madre de alguien como Lindsey.
»Pues yo no puedo creer que alguien como tú sea su padre.
Eso me hirió y Lindsey lo notó a su manera.
―¿Qué tienes, papá?
―Nada, pequeña... ―Se acercó a mí, tomó un banco y lo puso entre nosotros dos para poder quedar a mi altura y limpiarme una lágrima que yo no había sentido.
―No te apures, papi, lo que sea que te pase tiene solución. Encontrémosla.
El escucharla decirme lo que yo solía decirle para hacerla sentir mejor terminó por hacer añicos la máscara que estaba resquebrajada y que protegía un rostro fuerte e impasible.
Por segunda vez, desde que Sharon nos había abandonado, rompí en llanto mientras abrazaba a mi hija.
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EL PACTO
Mystery / ThrillerNicholas Morgan acepta vender su alma al demonio Mefisto para poder curar a su hija y permitirle tener una larga vida, pero para este Ser, aceptar el alma de un humano no es suficiente, por lo que le exige recolectar las vidas de aquellas personas c...