Al ver el auto en la cochera y las luces de la sala encendidas era fácil deducir que Michael estaba en casa.
Había estudiado y aprendido su rutina en unos cuantos días: salía de casa a las nueve de la mañana para ir a su trabajo en la firma de abogados y regresaba a las tres de la tarde con comida para dos personas a pesar de vivir solo, después salía a caminar a las seis de la tarde y regresaba a las siete para no volver a salir. Apagaba las luces a las diez. Lo único que no sabía era a qué hora despertaba, pues yo me ocupaba todas las mañanas de seis a ocho para darle de desayunar a Lindsey y llevarla a la escuela.
Aceleré y alejé mi camioneta a un espacio prudente de donde llevaría a cabo el asesinato, apagué el motor y luego las luces. Necesitaba tomar un respiro y revisar mi lista de materiales mentalmente por novena vez.
Overol, bolsas negras, pasamontañas, botas de hule, martillo, guantes de látex, cubrebocas, gorro, inyección de rohypnol, inyección de adrenalina, cinta adhesiva gris, papel adhesivo, cuchillo y cocaína.
Estaba listo.
Un viejo celular sonó en mi bolsillo y rápidamente contesté. Era Patrick Reilly.
―¿Es hora?
―Sólo faltas tú ―le respondí.
―Yo ya estoy aquí. ―A lo lejos vi unas luces parpadear. Eran los faros de la camioneta de Patrick.
―Bien, ya sabes el plan. Espérame allá.
―De acuerdo. ―Patrick colgó al terminar.
Bajé de la camioneta, cerré la puerta y caminé hasta la cajuela para tomar mi enorme mochila negra que había utilizado en mi juventud para acampar. El peso era considerable y yo se lo atribuía a las botas de goma. Puse la mochila en el suelo y tomé unas placas vehiculares falsas que había comprado en una venta de garaje para sobreponerlas en las placas reales, una vez hecho esto, continué con mi camino.
Eran las diez quince de la noche y las luces fueron apagadas. Todo marchaba bien.
Rodeé la casa y me encontré con una cerca que bordeaba el patio, pero no fue ningún reto saltarla. Al estar oficialmente en propiedad de Michael, mis nervios brotaron. Me sentía desprotegido, pero tenía que seguir adelante y, al ponerme el pasamontañas, me sentí un poco más seguro, aunque sabía que era sólo una ilusión, puesto que si era atrapado nada impediría que mi rostro e identidad quedaran expuestos.
Revisé la perilla de la puerta esperando tener suerte como en casa de Louis, pero no cedió, por lo que recurrí al plan B. Saqué un pedazo de papel adhesivo y lo pegué sobre el cristal, lo cual resultó ser una tarea algo difícil de realizar con los guantes de cuero negro a los que aún no me acostumbraba. Tomé el pequeño martillo que llevaba en una bolsa delantera de la mochila, golpeé el cristal a través del papel y el vidrio se resquebrajó. Retiré el papel adhesivo y junto con él retiré los pedazos de cristal, dejando un hueco por el cual podía meter mi mano sin problemas.
La casa estaba en completa oscuridad, pero mis ojos se comenzaron a acostumbrar a ella y pude percibir algunas superficies y objetos.
Encontré las escaleras alfombradas y subí lentamente mientras le quitaba el capuchón a la jeringa con los dientes. Mi corazón latía con fuerza y podía sentir la adrenalina corriendo por mi torrente sanguíneo. Comenzaba a disfrutar de esa sensación y no comprendía la razón por la cual eso me asustaba.
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EL PACTO
Mystery / ThrillerNicholas Morgan acepta vender su alma al demonio Mefisto para poder curar a su hija y permitirle tener una larga vida, pero para este Ser, aceptar el alma de un humano no es suficiente, por lo que le exige recolectar las vidas de aquellas personas c...