CAPÍTULO IV: CACODEMONIO

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Las sinapsis neuronales en mi cerebro y el flujo de sangre en mis venas y arterias se habían detenido como tráfico en atasco de medio día. No podía pensar en nada y no podía moverme. Mis extremidades se sentían hinchadas, pesadas y heladas, pero era incapaz de hacer algo al respecto.

―No había otra manera, Morgan ―me dijo Ben sin despegar su mirada del camino. Lo único que pude hacer fue observarlo por el retrovisor central.

Estaba en problemas, era más que obvio. Desde que Sharon nos había abandonado a Lindsey y a mí por aquel sujeto que conoció en un bar, yo había roto vínculos con la familia Fletcher por apoyar a esa perra mimada a pesar de que su decisión afectaría a Lindsey, una niña inocente de apenas seis años.

Tenía tres años sin saber del teniente Benedict Fletcher, hermano sobreprotector de Sharon que le ayudó a cubrir su rastro mientras Lindsey y yo quedábamos en el olvido y solos, entonces, de pronto, aparecía en mi puerta y sin más me arrestaba.

¿Cómo mierda lo había descubierto tan rápido?

La evidencia seguía en mi casa y eso me jodía la vida en muchos niveles.

Mis piernas temblaban como gelatina y mi corazón comenzó a bombear tan rápido que podría jurar que vi mi pecho palpitar.

―Tal vez es hora de que vayas pensando si prefieres la silla eléctrica o la inyección letal, Nicky.

Benedict detuvo el auto cerca de un parque vacío y se giró hacia mí.

―Sé que es una mierda, Nick...

―¿Por qué...

―¿Estás arrestado? ―completó la oración y yo asentí temeroso.

―Porque me harté. No haz respondido ninguno de mis mensajes ni devuelto ninguna puta llamada.

Sentí cómo regresaba la vida a mí. El calor llegó a mis extremidades y pude sentir la corriente eléctrica fluir en cada una de mis neuronas.

―Esta es una mierda ilegal, Benedict. Déjame ir ―exigí con seguridad.

―No es ilegal si tienes todas esas multas empolvadas que no haz pagado.

Cerré los ojos e hice cálculos de cuánto dinero debía por las multas. No estaba muy convencido de que Ben tuviera la facultad de arrestarme por eso, pero me había alejado de mi hogar por varios kilómetros y no tenía mi billetera conmigo. Debía quedarme con él para escuchar lo que tenía que decir.

―Entiendo... ¿Podrías quitarme esto? ―levanté mis muñecas y él, después de usar su mirada escrutadora conmigo y estar seguro de que no pretendía escaparme, accedió.

―Sé lo de Lindsey, Morgan y lo único que he querido hacer es ayudarlos ―extendió su brazo a la guantera del auto y extrajo un cheque endosado a mi nombre.

―¿Qué mierda es esto, Ben? ―le dije al ver el cheque con una cantidad considerable de dinero escrita sobre él.

―Te vez más joven, Nick ―respondió con una sonrisa―, pero sigues siendo un cabrón orgulloso.

Por mi mente pasó la imagen de una olla a presión silbando por el calor. La válvula se movía con intensidad.

―Sé que cometí un error en el pasado, Nicholas, pero estoy tratando de arreglarlo. Mi sobrina necesita toda la ayuda posible. Lamento lo que les hizo Sharon, pero era mi hermana y tenía que darle todo mi apoyo. No fue nada personal.

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