El camino a casa en medio de la madrugada fue todo excepto tranquilizador. Había asesinado a alguien y había dejado un desastre detrás de mí.
Las amarillentas luces mercuriales iluminaban opacamente el triste y húmedo asfalto de las desoladas y nocturnas callejuelas en las que estaba seguro que no había cámaras de seguridad. Quería detenerme a llorar, pero no podía, pues en cualquier momento esa avenida comenzaría a ser transitada por miles de vehículos.
―Lo mataste, deberías estar feliz por eso ―me dijo la voz de mi cabeza.
―Lo único que sabía de él era su nombre...
―¿Entonces no estás orgulloso de que pudiste hacerlo? ―me preguntó con algo de decepción.
¿Por quién me tomaba? Le había quitado a ese hombre más que su vida, le había quitado todo lo que pudo haber hecho con ella. Se lo arrebaté a su familia... ¿Tenía novia, esposa, hijos? No sabía nada de él y le había clavado un cuchillo siete veces para matarlo, después lo había tratado de mutilar para deshacerme de sus restos en algún basurero. ¿Cómo podría estar orgulloso de algo así?
Yo no era ningún monstruo.
―Si de algo sirven mis comentarios para mejorar tu estado emocional, déjame decirte que lo has hecho muy bien. Esa manera en la que trataste de eliminar toda la evidencia posible ¡Magnífico!
―Sólo quiero llegar con mi hija. Déjame en paz... ―le supliqué con los ojos llorosos después de recordar cómo se tiñó de rojo el agua de la bañera.
―Si eso es lo que quieres, eso es lo que tendrás: soledad para que sigas pensando en lo que acabas de hacer, Nicky.
"Nicky". Sólo una persona me decía así y esa era mi madre, quien trataba de no hacerlo más desde que la pubertad me había alcanzado.
―Antes de retirarme, es mi deber decirte que revises tu teléfono celular, me parece que vibró.
La voz me dejó en paz, pero intranquilo. Debía revisar mi celular, pero no podía sacarlo de mi bolsillo mientras conducía, por lo que esperé llegar hasta un semáforo en rojo.
"Louis Goodweather".
El mensaje no decía nada más. Era sólo un nombre enviado por un número desconocido, pero era obvio que la persona en cuestión sería un familiar inmediato de Randal. Tal vez su hermana, y además sabía qué tenía que hacer, pero no estaba seguro si podría hacerlo, al menos no de nuevo.
El mensaje había sido enviado a las tres veintidós de la madrugada, hora exacta en la que le había arrebatado su vida a Randal Goodweather.
* * *
Llegué a casa casi a las cinco de la madrugada. La calle estaba sola, pero algunas casas ya dejaban escapar luces de algunas habitaciones. Esas personas me daban envidia, pues lograban levantarse temprano y lo habían convertido en un hábito que yo no podía tener. ¿Randal habrá tenido ese hábito? Sólo lo espiaba por las noches, por lo que nunca supe qué tan temprano se despertaba.
Ese sujeto no me dejaba estar en paz. Todo me hacía alusión a él y era lo que menos necesitaba.
Miré desde dentro de la camioneta el cielo oscuro que no tardaría en aclarar. Lo hice por un buen rato con esperanzas de que el sueño me invadiera si seguía así, pero me engañaba a mí mismo ya que sabía que eso no pasaría en los siguientes días como castigo por lo que acababa de hacer.
Bajé del auto y me encaminé a la puerta, metí mi llave y la puerta abrió en completo silencio. Mi casa estaba muy silenciosa y oscura, lo que rápidamente me trajo a la mente la casa de Randal y la forma en la que lo aceché en la oscuridad de su guarida, de su fuerte, de su santuario, de su zona segura.
Yo no era un monstruo.
Me encaminé a la habitación de Lindsey y abrí la puerta cuidadosamente. Ahí estaba la perfección personificada. Entré y me senté en la orilla de la cama para admirar su hermoso cabello oscuro esparcido sobre la almohada blanca y esponjosa. Su carita se asomaba por el extremo de las cobijas, pero la densa oscuridad me hizo notar algo.
No estaba respirando.
Corrí al apagador de la habitación, lo encendí y las luces brillaron, después puse mi mano en su pecho mientras acercaba mi oído izquierdo a su boca y nariz.
―¿Papá?... ―me dijo mientras abría sus ojos con dificultad por la luz.
―Lindsey... ―dije dejando escapar un suspiro al darme cuenta de que sólo había sido mi imaginación.
―Señor Morgan... ―me interrumpió una segunda voz femenina.
―Soy yo, Cinthia ―respondí mientras la miraba sostener la licuadora entre sus manos―. ¿Podrías bajar la licuadora? Alguien puede salir lastimado.
―Disculpe, pero pensé que...
―Descuida. Mejor vuelve a dormir. ―Cambié mi mirada y la centré en Lindsey, mi hija de nueve años―. También será mejor que tú te duermas. Perdón por despertarte, sólo quería darte un beso antes de irme a dormir.
―Está bien, papá ―Lindsey acercó sus labios a mi cara afeitada y me dio un gran beso lleno de un inocente amor incondicional.
Salí junto con Cinthia de la habitación de mi hija y nos dirigimos a las nuestras. Ella se metió a la habitación de huéspedes y yo a la mía después de despedirnos.
Me tiré boca arriba sobre mi cama consciente de que no podría dormir ese día, pero todo cambió. El haber visto a mi hija, el haber sentido su cariñoso beso, el haber escuchado que me dijera "papá"..., el haber sentido su corazón latiendo y el aire exhalado por su nariz me había llenado de tranquilidad.
Lo que había hecho era algo terrible, inhumano, sanguinario y monstruoso. Eso lo sabía, pero el ver viva ami hija me demostró que había valido la pena.
¿Qué tal va la lectura? Honestamente espero que bien, porque de aquí en adelante Morgan no tendrá ningún momento de descanso.
Si quieres dejar cualquier comentario, de antemano te lo agradeceré y ten por sentado que lo leeré con mucho gusto.
Aquí te dejo la canción completa del promo.Nos vemos en el capítulo 3.
ESTÁS LEYENDO
EL PACTO
Mystery / ThrillerNicholas Morgan acepta vender su alma al demonio Mefisto para poder curar a su hija y permitirle tener una larga vida, pero para este Ser, aceptar el alma de un humano no es suficiente, por lo que le exige recolectar las vidas de aquellas personas c...