CAPÍTULO XXXIV: SAMAEL

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La historia del Caníbal y la forma en la que afectó mi vida me impedía defecar con confianza, pues tenía la seguridad de que alguien podría estar cerca para reportar ese hecho. Esta situación persistió una semana, luego llegó la graduación de Cinthia y pensé que me dejarían en paz al desviar la atención a su afectada familia, pero me equivoqué. Este evento alimentó más el hambre de la curiosa prensa y mis manos se vieron más atadas que antes.

No podría llegar a Brent Harper si tenía a algún reportero demente buscando algún tipo de evento postraumático como una pelea por la calle, uso de drogas, intento de suicidio o búsqueda de soporte emocional en algún encantador círculo de apoyo. Las esperanzas de estos sujetos se aferraban a mi vida como garrapatas en verano y, de alguna forma u otra, debía quitármelos de encima.

Una de mis primeras jugadas fue enviar a Lindsey y a mi madre a Río de Janeiro en un hermoso transatlántico que ofrecía paquetes a precios verdaderamente razonables para que mi hija se pudiera despejar de todo lo que pasó. Serían unas vacaciones de dos meses en los que ella olvidaría a Patrick y la muerte de su tío con ayuda de mi madre, una psicóloga por excelencia formada por la vida. Este pequeño viaje hizo que el interés de mis acosadores disminuyera considerablemente ya que Lindsey era gran parte de la trama que buscaban para satisfacer el morbo de la ciudadanía para la que trabajaban.

La segunda jugada me llevó dos semanas de ejecución. Tenía que convertirme en el sujeto aburrido y monótono al que ninguna persona pudiera encontrar interesante, por lo que me quedaba en casa a escribir para aprovechar ese tiempo, salía de vez en cuando a alguna cafetería con mi computadora portátil para seguir escribiendo el libro, regresaba a casa y me encerraba de nuevo. Poco a poco sentí que la soledad regresaba a mí y, gracias a internet, supe que los Morgan y el Caníbal dejaron de ser tendencias, lo que significaba que era libre para asesinar de nuevo.

Mi estadía en casa me dejó muchas enseñanzas y algunas de las más significativas fueron las lecciones de Reparación de Electrodomésticos, Desatasco de Tuberías y Acoso de Personas a través de redes sociales, la cual resultó ser la actividad más provechosa de todas.

Brent Harper fue un chico universitario que se ganó el respeto de sus compañeros gracias a su magnífico talento para recibir pases largos, pases cortos, evitar embestidas y su enorme capacidad pulmonar y cardiaca que le permitían correr las yardas que fueran necesarias para anotar un touchdown. Este sujeto también se ganó el miedo de sus contrincantes por su reputación como "Búfalo Embravecido", capaz de romper piernas, brazos y costillas con un único impacto y truncar cualquier carrera deportiva. Una vez que recibía el ovoide, el camino era despejado para que pasara casi sin problemas... Todo esto lo convirtió en uno de los jugadores universitarios más valorados y con gran potencial para estar con los grandes. Disfrutaba del dinero proporcionado por cuantiosas becas, de fama y de mujeres. Vivía en un sueño húmedo.

En su perfil existían centenares de fotos en las que presumía de su apartamento ubicado en lo alto de un edificio cercano a su universidad, también mostraba su bonito auto deportivo color azul marino con una franja doble de color blanco y nunca faltaban sus amigos, amigas y amantes, grupos con los que compartía estos lujos.

Después de ese punto sus actualizaciones de perfil fueron escasas. No comentaba, no compartía y no publicaba. El detalle era que sus amigos sí lo hacían y supe que todo era diferente. Ahora Brent vivía en un condominio barato en la ciudad. El edificio en cuestión se encontraba plantado justo al lado de un paso elevado por donde se deslizaba el metro; la estructura estaba en una situación deplorable por fuera y arrebataba el interés de querer saber cómo era por dentro.

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