CAPÍTULO XIV: EURINOME

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―Habla...

―M-mi nombre es Pa-Patrick Reilly y te invité a mi casa para que me conocieras...

Ahora yo era quien comprendía su manera de pensar. Él sabía todo sobre mí y, por alguna extraña razón, necesitaba que yo siguiera asesinando personas, así que para que yo sintiera que estábamos a la par, me dejaría entrar a su vida.

Le pedí que tomara asiento y que prosiguiera con lo que tenía que decir, pero él negó con la cabeza y, de manera tímida, me pidió de favor que le pasara una vieja biblia roja sumida entre varios libros de un viejo y polvoriento librero.

Sin quitarle los ojos de encima hice lo que me pedía.

Al recibir la biblia la abrió y extrajo un pedazo de pergamino viejo de entre las páginas.

―Sabes qué es esto ―apuntó al pergamino mientras me lo ofrecía―, ¿cierto?

En efecto, yo sabía lo que era. Era nuestra perdición como humanos.

―¿Qué pretendes, Patrick? ―Decir su nombre me hacía sentir confundido ya que eso lo convertía en un humano y estaba acostumbrado a pensar en él como si fuera un monstruo.

―Quería que supieras quién soy yo y..., a-ahí está lo que soy...

―No. No quiero leer quién eres. Quiero saber quién eres, Patrick. ―No parecía entender lo que pretendía decirle, así que tuve que ser más claro―. Cuéntame quién eres y por qué estás relacionado conmigo.

Patrick tragó saliva y mostró desidia al hacer lo que le pedía.

Al parecer no le gusta recordar el pasado, Nicky. Dale un poco más de tiempo para que aclare sus ideas y encuentre el valor necesario para mirar hacia atrás.

Guardé silencio y me senté sobre el sofá que quedaba frente a Patrick, tomé uno de los platos y, con los cubiertos dispuestos en la charola, comencé a partir la carne en pequeños pedazos para comerlos.

―Yo... tenía una buena vida ―comenzó―. Esta casa es prueba de ello. La hubieras visto en sus buenos momentos: hermosa, con sus áreas verdes, cálida en invierno, fresca en verano, equipada con todas las comodidades que pudieras imaginarte. Mi sueldo de médico cirujano me permitía casi todo lo que yo deseara... Así como una hermosa casa, tuve una hermosa familia compuesta por mi esposa Meredith y mis dos hijos, Juliane, de cinco años, y Aaron de diecisiete, quienes me abandonaron y se llevaron todo lo que pudieron en la primera oportunidad que tuvieron después de que me diagnosticaron Epidermólisis Bullosa Adquirida... ―Patrick rompió en un llanto inconsolable que le impidió seguir hablando.

―¿Qué es eso? ―pregunté en cuanto tuve oportunidad de hablar más alto que sus sollozos de lamento.

Patrick me observó y se puso de pie haciéndome sentir atacado, pero sólo se quedó parado mientras se desabotonaba la camisa negra de manga larga para mostrarme su torso y brazos envueltos cuidadosamente con vendas manchadas de rojo.

―También se le conoce como "Síndrome de la piel de mariposa" y, generalmente, es genética, pero no en mi caso. ―Al quitarse el vendaje pude ver unas asquerosas laceraciones a lo largo de su espalda, pecho, abdomen y brazos. Eran unas heridas repugnantes de las que brotaban sangre y pus.

¡Mierda! ¿No le duelen? Parece que eso duele como el infierno.

No iba a preguntar eso. Necesitaba mantenerme al margen de crear vínculos basados en la empatía. Sólo quería saber cómo se relacionaba todo eso conmigo y dejar de lado todo tipo de interés sobre lo que le pasaba.

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