12. Aquel que llaman Dios.

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Era tan poderoso como mil tormentas pero no había honor en sus acciones.

Nadie que exija tributo y alabanza puede ser considerado una deidad honorable.

... ... ...

Elena:

La recuperación de Grant me tenía sorprendida, ya que aún cuando me cedió su regeneración, sus heridas sanaban más rápido que el humano promedio. Por otro lado, Beatríz nos dejó luego de un día de descanso, pues incluso una antigua criminal debe cumplir con sus labores. ¿Y qué me quedaba a mi? Asear la mansión, cocinar y servir el condenado cereal de dos niños.

A veces pienso que esta es la razón por la que me hizo su esclava...

— ¿Qué demonios se cree Grant? Ni en casa de mis padres me ponían a asear. — Quejarme era lo único que podía hacer mientras lavaba los baños. — Los malditos baños limpios y me hace lavarlos, el colmo.

— Hola, esclava. — Mi ánimo cambió de repente al ver que había llegado Annie.

— Hola, pequeña. — Dejé todo a un lado para prestarle la merecida atención. — ¿Necesitas usarlo? — Rogaba porque no fuera así.

— Ehm... No. Papi me dijo que te diera de comer esto. — Me entregó con mucho misterio una barra de jabón. Sabía a dónde iba con todo esto. — Quiere que laves tu boca para que no digas malas palabras.

¿Hasta cuándo me seguirá tratando como a una niña?

— Por supuesto. — Partí el jabón en dos, me quedé con una mitad y le entregué la otra. — Dile a tu papi que tome esta mitad y se lave el tercer ojo.

— ¿Qué es el tercer ojo? — Preguntó con ojitos curiosos, totalmente tierna e inocente. — ¿Papi tiene tres ojos?

— Pues... — Me metí el jabón en la boca para calmar la risa. — Solo dile eso. — Dije entre dientes saboreando el jabón, sin saber que un par de horas después Grant me ordenaría comer un habanero como castigo por el recado.

Valió la pena...

Entre limpieza y quejas llegó la noche. Lo único que me quedaba por hacer ahora, era hacerle mantenimiento a mis armas y ordenar la munición para mi próximo trabajo con Grant, sin embargo estaba a punto de recibir una sorpresa.

— ¡Esclava! — Me llamó al entrar a la habitación. Estaba con Annie de la mano, y por su expresión, habían problemas. — Quédate aquí con Annie y cuidala con tu vida.

— Espera, pero ¿Qué sucede? — Pregunté sin que me prestara atención. — Grant, ¿Alguien ha entrado?

— Sí. — Respondió con rabia. — Parece ser una mujer, pero entra sin problema alguno al bosque, como si mis sombras no la sintieran, ni siquiera intentan atacarla. — Supe en ese momento que este era uno de los miedos de Grant, y no era para menos. — Si no fuera porque estaba en el tejado, no me hubiera dado cuenta.

— Papi, ¿Qué tal que sea mami?

La pregunta de la pequeña nos dejó fríos, como si realmente pudiera ser posible eso, ¿Y cómo no? Después de todo, nuestro mundo se había vuelto muy anormal, y ver a una persona volver de la muerte ahora era posible.

— Mi amor. — Grant la tomó de los hombros y se agachó a su nivel. — Mami ya no está en este mundo. — Sus palabras fueron un leve bajón para ella, pues al parecer no se había resignado por su madre.

— Ehm... Tengo una idea. — Dije rompiendo la tensión del momento. — Voy a vigilar desde aquí con mi rifle. Tengo una mira infrarroja.

— Buena idea. — Grant se cubrió en sombras y al revelarse estaba con su traje de caballero negro, sin embargo no cubrió su rostro. — Volveré pronto, mi amor, haz lo que te diga la esclava, ¿Si?

Grant, el caballero negro. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora