31. Hilos en la boca.

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¿Cómo pueden haber personas que creen en la paz, cuando la humanidad nunca ha conocido otra cosa que no sea guerra?

... ... ...

Elena:

Tenía a Rosely a mis espaldas y a Percyus en la mira, pero si lo mataba, podría literalmente perder la cabeza. Sin mucho tiempo a mi disposición, solo me quedaba tomar una elección de manera rápida.

¿Ceder o atacar?

— Debes tener un buen olfato, porque no estaba en tu rango visual. — Dije para ganar tiempo.

Vamos, Elena, piensa en algo...

— Hay mucho viento esta noche, y fue el mismo viento el que me trajo un particular olor a fresas, el mismo aroma del caballero negro. — Suspiré profundamente al recordar el perfume de Annie. — Por un momento pensé que Grant estaba vivo, pero me encontré solo con una sucia rata.

Más sucia tu abuela.

— ¿Crees qué voy a desistir de disparar, solo porque me lo pides? — No podía evitar reír de los nervios.

— Si no lo haces, voy a arrancarte la cabeza.

— Entonces, ¿Probamos que es más rápido? Tus garras contra mi rifle. — Sentí un piquete seguido de una gota de sangre bajando por mi cuello. Aunque ella tenía la ventaja, podía sentirla temblar. — Es un gatillo de presión. Si quito rápidamente el dedo, o lo oprimo más, boom.

Okey, eso es mentira, pero de seguro no conoce de armas.

— Si disparas, te mato. — Su amenaza no terminaba de convencerme del todo, pues se le veía con más miedo que yo. — Percyus ya no busca atacarte. Tu amo ya no está, este no es tu asunto.

— Lo haré de igual manera.

— ¡Detente!

— ¡No!

Finalmente disparé haciendo un agujero en la cabeza de Percyus. De inmediato se rodeó de personas, unas gritaban, otras lloraban y desde luego no faltaban los que salían a grabar con sus móviles. Fue como si el mundo se hubiera detenido por un momento. A lo lejos pude ver a Leonel a punto de entrar en escena por los ojos de Rosely, pero rostro de rabia me dijo que había metido la pata.

Me dejé llevar...

— ¡Muere! — La escuché decir a mis espaldas sin tener tiempo de reaccionar. Por un momento imaginé mi cabeza rodando por el suelo ante mi inminente muerte, pero solo hubo silencio.

— ¿Okey? — Con el pulso a mil, y las piernas temblando, giré a verla lentamente. — ¿Qué? — Había retrocedido varios pasos, y estaba desesperada tratando de abrir su boca. Podía ver entre por entre sus dedos, como parecía que le hubieran cocido los labios con un hilo negro. — No entiendo pero... Es mi oportunidad. — Tomé mi cuchillo dentado y me puse de pie. Estaba a la defensiva esperando cualquier artimaña de su parte.

No comprendo... ¿Quién le hizo eso? ¿Fuí yo?

Confundida, me acerqué un poco para detallarla mejor. Me fijé en sus pies, los cuales también tenían hilos que la ataban al suelo. Su desesperación no podía ser mayor, y pronto pudo abrir su boca, pero claro, al costo de dañarla por completo.

— ¡¿Qué me hiciste?!

— Yo también quisiera saberlo, pero por ahora, debo cumplirte algo. — Tan pronto di un paso más, lanzó un zarpazo, el cual pude evitar cortándole la mano. — Juré que iba a matarte con este cuchillo, ¿Recuerdas? En ese entonces solo te reíste de mí, pero ahora tu boca no da para eso.

Grant, el caballero negro. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora