24. Revelaciones.

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Solo aquellos capaces de soportar la verdad, pueden ocultarla.

... ... ...

Lucifer:

La helada noche había caído. Grant se encontraba camino a la mansión de Percyus. Sus pasos eran rápidos y desde luego yo iba siguiéndolo, aunque sabía de antemano que solo recibiría insultos de su parte.

— ¿Es enojo o sed de sangre lo que corre por tus venas? — Pregunté al ver una expresión extraña en su rostro. — ¿Me vas a ignorar? — Ante mi segunda pregunta, este se detuvo de golpe.

— Escucha bien. — Se dió la vuelta y me vió fijamente, como si no fuera el diablo quien estuviera dándole la cara. — Mi hija está en peligro. Mi esclava está en peligro, y dentro de unos minutos yo también lo estaré. Si me hubieras dicho lo del eclipse, nada de esto estaría pasando, así que ahora dime, ¿De qué lado estás? — Podía ver el odio encarnado en sus ojos.

— Me ofende que preguntes eso.

— ¡Déjate de juegos! — Poseído por la ira, me dió un empujón y terminé cayendo al suelo. Los peatones que iban pasando me vieron con algo de lastima, y a mí solo me causaba gracia. — Si mi hija resulta herida, te aseguro que voy a destruirte.

Jaja... ¿Tú y cuántos más?

— Puedo asegurarte que tu hija estará a salvó, pero sabes cuál es el costo. — Su rabia pareció cesar cuando recordó el destino de su querida esclava. — Nunca he estado en tu contra, eso deberías saberlo

— Eso lo veremos.

Ay... Tienes un largo camino por delante...

— Cuídate, Grant. — Me preparaba para marcharme y dejarlo solo, pero aún tenía algo más para decirme. — Escúpelo.

— ¿Cuánto tiempo le queda a mi esclava? — Preguntó un poco triste.

— No verá el sol de mañana, te lo aseguro.

Fue un placer haberme deleitado con su boca...

Percyus:

Mi plan pareció ser todo un éxito, aunque no tenía planeado tener a la hija de Grant en mi hogar, después de todo, esa pequeña no tenía nada que ver, aún así era el cebo perfecto para atraer al caballero negro.

Estoy esperando ansioso su llegada...

— ¿Dónde esta mi papi? — Preguntó la pequeña rehén en un mar de lágrimas. — ¡Quiero a mi papá!

— Y yo también. — Respondí. — Pero tranquila, él llegará pronto.

— ¡Quiero irme a mi casa! ¡No quiero estar más aquí! — Sus rabietas parecían no tener fin, sin embargo estaba muy lejos de colmar mi paciencia. — ¡Llévame a casa!

— No puedo, pequeña.

— ¿Y si le cortamos la lengua? — Preguntó mi hijo, Héctor, a lo cual le respondí con una fuerte bofetada. — ¡¿Qué te pasa, viejo?!

— Es una civil más y mi invitada. ¡Aprende a comportarte!

— ¡Eres muy blando!

Tal vez tenga razón...

Luego de su típica rabieta, quedé a solas con la pequeña. No paraba de llorar y se mantenía lo mas lejos posible de mí, pero daba igual, puesto que establecer alguna conversación con ella, sería innecesario. Ahora solo necesitaba que cumpliera su rol como carnada.

Grant, el caballero negro. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora