33. Gotas de rencor.

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Siempre habrá alguien que desee tu destrucción.

... ... ...

Héctor:

Ningún médico pudo volver a mi madre a la normalidad, y tampoco pudieron hallar explicación para su estado, y mucho menos para la explosión que yo había causado. Eso último pareció estar a favor de mi padre, pues entre menos quisieran indagar sobre nosotros, sería más beneficioso para sus planes.

Los días de mi madre parecían reducirse a una cama, conectada a un respirador, y con el cuerpo cubierto de vendas. Mis días estarían dedicados a hacer miserable la vida de Grant a como diera lugar, solo eso quería, verlo sufrir y por último asesinarlo con mis propias manos, aún si su muerte no era lo que deseaba mi padre.

Lo haré pagar...

— Hijo. — Llamó mi padre desde el otro lado de la puerta, pero no me moví del lado de mi madre para abrirle. — Abre la puerta, Héctor. — Habló en un tono más fuerte.

— Claro, ya voy. — Dije de inmediato abriendo de mala gana.

— ¿Sucede algo? — Preguntó al ver mi expresión de desprecio.

— No sé cómo lo harás, pero recupera a mamá. Tu pudiste recuperarte de un agujero en la cabeza ¿No? Así que ahora ayudala a ella.

— Yo soy inmortal, Rosely no.

— ¡¿Siquiera te duele verla así?!

— En lo absoluto.

No puede hablar en serio...

Por un momento quise quemarle el rostro, pero mi cuerpo gritó de miedo cuando encendí mi fuego en su contra.

— Quieres golpearme, pero no puedes ¿Verdad? — Me vió muy serio, como si supiera exactamente lo que estaba sintiendo. — ¿Sabes? Cuando tenías cinco años, eras muy rebelde, me odiabas por instinto, y yo solo te amaba, tanto como un padre puede amar a su hijo, pero un día tu rebeldía colmó mi paciencia, y de un golpe logré amansarte. — Tocó ligeramente sobre mi ceja caída. — Por eso tu rostro quedó así.

— Entonces...

— Así es. Ese miedo que desarrollaste, nació desde hace mucho. Te enseñé a respetarme.

— ¡Veamos si puedes enseñarme ahora! — Tan pronto levanté la voz, me tomó del cuello y me aprisionó contra la pared. Aún siendo tan viejo, tenía mucha más fuerza que yo. — ¡Déjame!

— No quiero tener que arrebatarte tu voluntad. Tu eres lo que más quiero en este mundo, eres mi heredero y debes comportarte como tal.

¡Que heredero ni que nada!

Estábamos a punto de enfrentarnos, y de no ser por mi madre, habría ocurrido sin duda alguna. Su mano estaba extendida, apuntando hacia nosotros. No me explicaba cómo tenía el aliento para levantarla, pero aquel gesto logró calmarnos a ambos.

Maldición...

— No sé cómo lo harás, pero regrésala a la normalidad.

Dejé la habitación a toda prisa, necesitaba estar solo o de seguro terminaría quemando mi hogar, pues controlar mi fuego no era nada sencillo.

Percyus:

Pff... Adolescentes...

— Sí que es un niño problemático, ¿No crees? — Dije sentándome al lado de mi moribunda esposa. — Esto pareció afectarle mucho, y ahora... ¿Qué haremos?

No había respuesta de su parte. No supe si era porque no podía hablar, o porque no quería. De seguro estaba traumada, y claro, cualquier humano en su condición lo estaría.

Sabía que a Rosely no le quedaba mucho tiempo, pues de por sí, era un milagro que aún estuviera en este mundo, y ya que la situación lo requería, lo mejor que podía hacer era terminar con su sufrimiento.

El problema es Héctor, se volverá más loco se lo que ya está...

— Vas a matarme, ¿Verdad? — Preguntó Rosely con el poco aliento del que disponía y su mandíbula rota, pero no había tomado mi decisión aún. — Grant tenía razón, no fuiste por mí...

— Se suponía que había recibido un disparo en la cabeza, pero claro, me salvé por una placa de titanio en la cabeza. — Desde luego esa fue mi coartada oficial. — Que afortunado soy ¿Verdad?

Mis palabras parecieron terminar de decepcionarla, pero poco me importaba eso ahora, solo quería que desapareciera de mi vista. Sin su poder vampiro y su cuerpo inutilizado, no era más que un estorbo.

— No uses a Héctor como lo hiciste conmigo, solo quiero pedirte eso. — Parecía ser su última voluntad.

Vaya, que descaro.

— El tiene mi sangre, y por ende no se dejará poner un pie encima de nadie, ni siquiera de mí. Él no es como tú, Rosely, no lo compares contigo.

— Solo espero que no se convierta en la misma imagen de su padre. — Fue algo imprudente de mi parte, pero no pude evitar reír con esas palabras.

— ¿Y qué esperas? ¿Qué sea como tú? ¿Una anciana tirada en una cama? ¿Una fruta sin jugo? ¿Una mártir? Claro... Eso eres ahora, una mártir ante los ojos de esta ciudad.

— Mátame. — Pidió apenas y negué de lado a lado. — Te lo ruego.

— No querida, no voy a ensuciarme las manos. — Me puse de pie y me acerqué a besar su frente. Sería el último gesto que recibiría de mi parte. — Considera ese beso como tú liquidación. Adiós.

Quisiera pensar que podrás descansar después de la muerte, pero lo que te espera es algo muchísimo peor...

¿No es así, Lucifer?

Salí de mi hogar no sin antes poner una venda en mi cabeza. Pedí a uno de mis choferes que me llevara a un lugar que había evitado por mucho tiempo; la prisión de Exilon.

Una vez allí, y luego de arrebatarle la voluntad a varios guardias, pedí ser llevado a una celda que estaba separada de las demás, justo en el sótano, dónde no llegaba luz del sol y el eco era desesperante. Sin duda era el lugar perfecto para encerrar a un monstruo, y justo de eso se trataba, de alguien que ni yo podía domar.

— Hola, Victoria. — Dije al llegar y de inmediato dos manos casi como como garras, se asomaron por los barrotes con las intención de arañarme. — Que bien, veo que estás despierta.

— ¡Viejo! — Gritó con rabia. — ¡Sácame de aquí!

Su voz me irrita tanto...

— Justo a eso vine. — Respondí mostrándole la llave de su libertad. — Dime, ¿Quieres salir? — Como respuesta solo se tiró contra la reja, como si intentara tumbarla. — Creo que eso es un sí. A partir de ahora serás libre, pero a cambio deberás obedecer mis órdenes, ¿Entendido?

— ¡Solo sácame!

— Perfecto. Espero tengas hambre, porque hay unas cuantas personas a quienes te vas a comer.

En aquel momento se pegó a la reja. La saliva se escurría por sus dientes que parecían colmillos amarillentos. Sus ojos grandes como pelotas de golf, de un color ámbar casi brillante, y una sonrisa ansiosa y sádica. Sin duda estaba a punto de liberar a una bestia que me costó mucho encerrar.

Rosely, tú serás su primera comida.

... ... ...

Próximo capitulo: Transición.

Grant, el caballero negro. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora