Capítulo 1

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Francia. Tarde del 9 de Julio.

Mateo: -Sonríe, saldrás fea-rió mientras intentaba fotografiar a su mujer-. Ponte allí, Valentina.

Valentina: -Ya, espera un segundo Mateo -rió-. El viento me da en la cara- se movió el pelo y sonrió-. Ahora si, tómala- dijo y su esposo capturó el bello momento.

Llevaban cinco meses casados y dos años juntos. Valentina se sentía feliz de haber encontrado a un hombre como él, pero debía admitir que luego de haberse casado con él, él había comenzado a ser más frío con ella.

Estaban en el último día de sus pequeñas vacaciones en Francia. Valentina amaba Paris y por lo tanto visitaba con frecuencia su monumento favorito, la torre Eiffel.

Valentina: -Creo que deberías regalarme una rosa-le susurró al oido cuando vio al florista pasar por allí. Mateo negó con la cabeza mientras reía. Le silbó al hombre y este se volvió con una sonrisa.

Vendedor: -¿Qué va a desear?-le preguntó en francés.

Sheryl y Mateo se miraron, no habían comprendido. El hombre a su lado les sonrió y notó la expresión de ambos.

Ayudante: -¿Una rosa?-preguntó en ingles. Ambos sonrieron cuando habían comprendido y Mateo asintió.

Mateo: -Si, por favor.-le dijo y sacó su billetera.

Ayudante: -Gracias por comprarle a Luigi-dijo y sonrió entregándole la rosa a él.Valentina rió por el acento.

Mateo: -Gracias a ti-le dijo cuando el hombre se retiró, le dio la rosa a Valentina.

Ella sin pensarlo dos veces, lo besó en los labios y al separarse le regaló una bella sonrisa. Siguieron caminando hacía el hotel, Valentina iba tomando la mano de su esposo mientras este contemplaba el cielo. Mañana volvían a Mexico y por lo tanto ya no verían esa ciudad todos los días.

Valentina: -Cielo, estas muy tenso- dijo cuando se acostó a su lado. Mateo se dio la vuelta y la envolvió en sus brazos. Besó su cuello.

Val: -Capaz podríamos quedarnos aquí una semana más- dijo y luego sonrió.

Mateo: -Esta vez no vas a conseguirlo, cariño-dijo apagando la lámpara-. Debo volver al trabajo, van a comenzar a descontarme dinero del salario y sabes que sin eso, no viviríamos.

Val: -Mateo, tu padre es tu jefe.-dijo en tono de reproche.

Mateo: -No nos quedaremos una semana más, ya lo he dicho Valentina, que descances, mañana temprano debemos viajar- le dio la espalda.

Y por primera vez, no lo había conseguido. Ya estaban de vuelta a Mexico y aunque ella se había rehusado a subir al avión, tampoco lo había conseguido. Mateo ganaba esta vez, pero solo esta vez, ella no iba a permitir que su esposo dominara en la relación.

El viaje se hizo largo y molesto a la vez, Mateo se había logrado hacer amigo del sueño y dormía como si no hubiera un mañana. Valentina por su parte, observaba a su esposo mientras le acariciaba la mejilla. No quería volver a Mexicoy aunque quería ver a su mamá y a su hermana, no quería volver al trabajo.

Val: -¿Puedes subir mi maleta?- le preguntó ella tirándose al sillón. Mateo asintió y cargo la rosada maleta hasta la habitación de ambos -Gracias-

Nora había dejado la casa impecable. Limpia y bien arreglada para cuando la pareja llegara. Ella era la mujer de limpieza perfecta, trabajaba ocho horas a diario exceptuando los domingos y feriados.

Mateo: -¿Vas a querer cenar? Pediré pizza-le informó mientras corría escaleras abajo. Se tiró sobre ella y le sonrió-. ¿Te aplasto?-rió. Ella negó con la cabeza.

Val: -Si, pide pizza.-le dijo y sonrió-. Tengo hambre.

Mateo: -Como tú digas, Valentina -sonrió y se puso de pie.

Buscó el teléfono inalámbrico y marcó el número del restaurante de comida rápida favorito de él. Valentina dio media vuelta sobre el amplio sillón y respiró profundo. Mañana debía trabajar y aunque le gustara su trabajo, aborrecía levantarse temprano para luego estar detrás de un mostrador más de seis horas.

Media hora luego, Valentina y su esposo compartían una pizza recién sacada de la parrilla mientras hablaban del reciente viaje a Paris. Sonó el teléfono y Mateo se puso de pie para atenderlo. Sin saber que ese llamado cambiaría la vida de ambos, Mateo tomó el teléfono y saludó ante la voz de su madre.

Mateo: -¿Cómo dices?-preguntó y su cara se puso sería.- ¿Está en tu casa?-preguntó mientras jugaba con el mantel de la mesa.- No puedo creerlo-añadió y luego soltó un suspiro-. Oh, Dios.-dijo feliz.

Mateo se entretuvo tanto con la conversación que se fue escaleras arriba para poder hablar tranquilo. Por un momento, Valentina pensó que él hablaba con una amante o algo por el estilo.

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