Capítulo 4

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Despertó al sentir los pájaros cantar, se había quedado completamente dormida y no había ido a trabajar, se estiró en el incomodo sillón y se sentó sobre este. Había conciliado el sueño a las seis de la mañana, tras pensar la cantidad de posibilidades que tenía de ser engañada.

Subió las escaleras y encontró la cama vacía, por suerte Mateo ya se había ido a trabajar. ¿Sería posible que él la engañara o solo había sido que el labial llegó de casualidad allí?. Respiró profundo repetidas veces y desayunó completamente en silencio.

Tomó su móvil y vio la cantidad de llamadas perdidas de Mady y dos de Mateo, junto con un mensaje. Eliminó el mensaje y le devolvió la llamada a Mady.

Mady: -¿Dónde te has metido?-preguntó la rubia denotando preocupación.

Val: -Me quedé dormida-dijo angustiada-. Creo que Mateo me engaña.

Mady: -¿Qué?-preguntó estupefacta.

Val: -Anoche llegó borracho y su camisa llevaba labial-explicó-. Perdón, debía descargarme con alguien y hoy ni siquiera te veré-dijo casi al borde de las lágrimas.

Mady: -No Valentina, no llores-le rogó tras escuchar la voz de su amiga-. No puedo ir a verte pero mañana cuando vengas aquí, hablamos.

Val: -Gracias, Mady-le dijo ella mientras se secaba las lágrimas-. No sé cómo reaccionar cuando llegue Mateo.

Mady: -¿Por qué no te vas de casa?-le sugirió su amiga.

Val: -¿A dónde voy a irme?-dijo ella pensando que era una locura-. Tu madre me sacaría a patadas de tu casa y mi madre va a preguntarme lo ocurrido y no quiero hablarlo. ¿A dónde más puedo irme?.

Mady: -A la casa de Lupita.

Val: -Mady, ella es mi suegra.

Mady: -Pero ella no esta en casa-dijo-. Sabes que han salido de viaje, ella y el Chino, por eso solo queda Mariana y de seguro te recibe allí.

Val: -No, no puedo irme allí, no lo haré-dijo.

mady: -Está bien, búscate un hotel-dio otra sugerencia más coherente.

Val: -Si, eso haré-dijo no muy convencida-. Te llamo de noche, Mady.

Mady: -Está bien.. No hagas locuras, te quiero.

Val: -Yo también te quiero-dijo antes de finalizar la llamada.

Corrió escaleras arriba y tomó un bolso, había decidido irse de casa por lo menos dos días, buscó entre su ropa y sacó un pijama y dos mudas de ropa. Tomó sus cremas, perfumes y todo lo personal, lo metió allí, tomó su móvil junto con el cargador y también lo metió allí, respiró muy profundamente y bajó las escaleras. Sin pensarlo dos veces encendió el carro y comenzó a andar hacía el hotel más alejado de su casa.

Val: -Una habitación, por favor-deslizó la tarjeta de crédito por el mostrador-. Solo dos noches.

Recepcionista: -Claro-le sonrió la mujer del otro lado del mostrador-. Permítame su identificación.

Hizo todo lo que debía hace para obtener una buena habitación en el tercer piso. Habitación ciento once. Sonrió, su número favorito, el ‘1’. Con bolso en mano, caminó hasta el elevador y lo llamó.

Al parecer este venía lleno porque no bajaba nunca. Cuando llegó, las puertas de la caja metálica se abrieron y dejaron a la vista a una mujer que había visto una sola vez, pero que raramente había permanecido en sus pensamientos.

Juls: -¡Valentina!-exclamó ella sorprendida.

Val: -Juliana-dijo ella de la misma manera. Su plan se había ido por la borda.

Juls: -¿Qué haces aquí?-preguntó y salió del elevador.

Val: -Vine a…-se quedó callada y ella rió por el gesto nervioso de ella.

Juls: -No tienes que darme explicaciones-dijo ella pensando cualquier cosa acerca de la repentina callada de boca de ella.

Val: -No es lo que piensas-le aclaró ella. Juliana sonrió-. He peleado con Mateo y no quiero verle la cara por unos días-admitió ella. Juliana asintió pensativa-. ¿Tú que haces aquí?.

Juls: -Aún no tengo mi casa lista para mudarme, me estoy alojando aquí-explicó. Ella comprendió y sonrió-. Así que han discutido-dijo-. ¿Estás bien?.

Val: -No, ha decir verdad, no-respondió ella abatida por el recuerdo de la camisa con labial- Creo que me esta engañando-le comentó. Su cuñada abrió los ojos con impresión.

Juls: -¿Engañándote?-preguntó estupefacta-. ¿Mateo? ¿A ti?.

Val: -Si, Mateo a mi-suspiró-. Anoche llegó de no sé dónde con la camisa llena de labial, por supuesto ha estado con alguna mujer.

Juls: -¡Bastardo!-dijo con fastidio- Eso no es de hombres.

Val: -Se supone que es tú hermano, no deberías de estar de mi lado-dijo ella observando el suelo.

Val: -No puedo estar del lado de él cuando te está haciendo daño a ti-se explicó la castaña-. Dime, ¿necesitas algo?.

Val: -No, gracias-dijo ella- Tengo todo lo necesario, por ahora. Estoy trabajando y tengo dinero, pero pienso volver a casa pasado mañana, necesito hablar con Mateo.

Juls: -Claro, comprendo-dijo mientras asentía-. En serio es un bastardo-continuó-. No entiendo por qué teniendo una mujer a su lado, se busca otra.

Val: -Gracias, tu apoyo me sienta bien-le sonrió levemente.

Juls: -Después de todo, somos familia-le dijo y sonrió-. Sé que no nos conocemos lo suficiente como para que confíes en mi y que cuando me vaya pensaras en irte del hotel para que no le diga a Mateo que te vi aquí-

Justo en ese momento, la sangre de Valentina se heló y ella se sintió desfallecer. Había adivinado todos sus planes y capaz no podría seguirlos al pie de la letra.

Val: -Juliana… yo…no…-quiso explicar ella, fue en vano.

Juls: -Está bien, solo quiero dejarte muy en claro que no tengo intenciones de ir a decírselo a mi hermano-le aclaró. Ella suspiró sonoramente-. Estamos algo distanciados, no pretendo dirigirle la palabra.

Val: -Gracias, en serio.. Supongo que deben estar esperándote en tu trabajo y no quiero retrasarte más.

Juls: -No hay de que-dijo y sonrió-. Si necesitas algo, llámame, mi habitación es la 315 quinto piso, nos vemos luego.

Dos minutos después, ella estaba sola frente al elevador, se acomodó el bolso al hombro y tocó el pequeño botón, acto seguido, entró al elevador y luego de marcar el piso al que quería llegar, la pequeña caja metálica comenzó a ascender para luego dejarla en el piso de su petición.

Caminó hasta su habitación y donde vio los números tallados ‘111’, se quedó frente a la puerta, deslizó la tarjeta por el lugar correspondiente y entró. Era una pequeña habitación con dos sillones blancos y del otro lado una cama matrimonial. Con ella había un baño y un pequeño armario donde ella dejaría sus cosas. Una pequeña mesa de vidrio y uno que otro cuadro en la pared.

Val: -¿Por qué me haces esto?-sollozó cubriéndose los ojos-. ¿Qué te hice yo a ti, Mateo?-siguió diciendo mientras respiraba entrecortadamente.

Entre tanto hablar con su marido, que no estaba presente, apagó su celular y se durmió un rato, necesitaba recuperar las horas de sueño perdidas. Cuando despertó el sol ya se estaba ocultando y se sorprendió mucho al descubrir la cantidad de horas que había dormido.

Un ruido la asaltó de repente, estaba muerta de hambre y su estomago se lo hacía saber. Necesitaba comida, llamó al servicio a la habitación y pidió una completa cena. Cuando esta llegó, Valentina prendió el televisor y se sentó frente a este para ver las noticias.

La ensalada estaba condenadamente buena y junto con la carne asada, Valentina se moría por seguir comiendo. Unos nudillos chocaron en la puerta, haciéndola sobresaltarse y de repente se preguntó quién podría ser, nadie sabía que ella estaba allí.

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