Bitácora Asami Sato 11

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Bitácora. Asami Sato 11

Sabado 1 de Feb.

Me encuentro sentada en la banca de roca en el acantilado que siempre solía frecuentar con Korra, mis ojos observan el mar y las tierras que se ven más allá, también veo el caparazón del León-tortuga que se asimila más a una isla en el agua, todo luce tan tranquilo, como si nada de aquello hubiera formado parte de una batalla cinco meses atrás.

La batalla nos arrebató las vidas de casi trescientas personas, Korra y mi padre incluidos entre ellos, a pesar de no haber recuperado el cuerpo de ninguno de los dos, nadie cree que él o ella hayan sobrevivido debido a las circunstancias que se dieron antes de sus desapariciones, mi padre en mitad de un bombardeo y Korra en el medio de una explosión.

Se podría decir que sus muertes fueron similares, ambos dieron sus vidas para proteger a las personas que tenían bajo su cuidado y ambos desaparecieron bajo el poder destructivo de potentes explosivos, como si la vida hubiera decidido evaporarlos de este mundo sin darnos la oportunidad de hacerles un entierro para conmemorarlos.

- De nuevo aquí. - Escuché a Kuvira acercándose por el camino. - ¿No te cansas de ver lo mismo todos los días? - Preguntó y se dejó caer sobre la banca en el espacio que había a mi derecha.

- En realidad no. - Suspiré, Korra nunca se cansaba de este lugar, nos gustaba sentarnos y escuchar el sonido de las olas chocando contra las rocas.

- ¿Cómo va tu mano? - La escuché preguntar, ninguna de las dos volteamos a vernos.

- Mejor, mañana me van a quitar los puntos. - Le dije encogiéndome de hombros, Kuvira guardó silencio pero después de un minuto la escuché reír.

- Eso que hiciste es algo digno de un verdadero rebelde.

- Lo dudo. - Respondí sin mucho entusiasmo.

- Cortarse un par de dedos que estorban para pelear, solo un rebelde hace algo así. - Me insistió con una sonrisa.

- No lo hice para pelear. - Le dije levantando mi mano derecha y observando el hueco que hay en el lugar en dónde debían estar mis dedos anular y meñique. - Es que entorpecían mucho el movimiento de mi mano. - Intente convencerla.

- ¿Ah sí? - Su voz me hace entender que está siendo sarcástica, con el tiempo que ha estado pasando a mi lado he aprendido a entenderla más. - Pues con la expresión que siempre traes puesta y el empeño que le pones a tus entrenamientos nocturnos parece que te preparabas para volver al coliseo. - Bromeó y al mismo tiempo me dio a entender que está al tanto de mis fugas nocturnas.

- Tengo problemas para dormir. - Le respondí con tono irritado.

- Tarrlok te recomendó beber el té de esa extraña hierba y no te he visto tomarla ni una vez. - Me llamó la atención. - Vamos, es hora de comer. - Concluyó y comenzó su camino de regreso al pueblo.

Esto es algo casi rutinario para mí, durante las mañanas despierto a las cinco y debo salir a correr para despejar mi mente de las pesadillas que nunca fallan en invadir cualquier tiempo de sueño que logro acumular.

Regreso a casa a las seis, el lugar consiste de una cocina con una pequeña mesa de roca, no tiene sala, solo una habitación y un pequeño cuarto de baño, actualmente hay muchas familias viviendo así, estas son las primeras casas que se elaboraron para evitar que la gente durmiera a la intemperie y esta casa en particular le pertenece a Kuvira.

La líder del pueblo se negó a que yo continuara viviendo en la clínica, también se negó a que viviera sola y propuso que viviera con ella para poder mantenerme vigilada, todo porque había días en los que no tenía apetito o días en los que me negaba a recibir visitas o salir a tomar aire y ejercitar las piernas, cosas no tan graves si me preguntan a mí.

Futuro InciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora