36》El asesino de mi mejor amigo.

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Gabriel West

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Gabriel West.

¿Y si me odia?

¿Y si quizás ya no quiere verme por evadirla más de una semana?

Llevo alrededor de diez minutos frente a su puerta, me he paseado por el pasillo alrededor de unas cinco veces, preguntándome si debería enfrentarla de una vez por todas o si debería irme y ahora ser yo quien le dé tiempo a ella. Ella no tuvo nada que ver, y debo admitir que las palabras de Noah me hicieron ver las cosas de una manera distinta.

La cruda realidad. La que solo un verdadero amigo te dice.

Logré pensar con claridad y pude desbloquearme. Así que tomé una bocanada de aire y me pasé las manos por el pelo, para así tomar todo mi valor, elevando mi mano en el aire hasta llegar a la puerta del departamento de Astartea y tocar la puerta, pero justo antes de que mis nudillos hicieran contacto con la madera blanca de su puerta, una voz, femenina, seductora y familiar me detuvo en seco:

—Me estaba preguntando cuanto más tardarías en tocarla —su voz me hizo mirar al lado derecho con rapidez, estaba de pie en medio del pasillo. Vestía unos jeans negros y mi sudadera azul marina, en los pies unas zapatillas deportivas blancas. En su hombro izquierdo colgaba una maleta que se veía medio vacía, a su lado derecho estaba Mia sentada, ambas mirándome, Tea con una sonrisa ladina y su cabello en un moño desordenado, Astartea le hizo una seña a Mia y ésta salió disparada hacia mí.

Acaricié a Mia y me acerqué a Tea a paso veloz, ella dejo caer la maleta y avanzó a mí a grandes zancadas. Mis brazos rodearon su cintura y los suyos mis hombros, la estreché contra mí, sintiendo el frío de su cuerpo colándose al mío. Su olor tan característico me invadió y debo admitir que me encanta, y joder la extrañe tanto.

Suspiré y la levanté un poco, sus piernas rodearon mi cintura y su respiración chocaba contra mi cuello. La necesitaba, más que nunca y mi maldito orgullo no me dejaba reconocerlo. Hasta ahora.

—Perdón —susurré—. Tú no tenías culpa de nada.

—No te disculpes por querer tener paz —susurró y se bajó de mí y me encaró—. No pidas disculpas por querer estar contigo mismo, me costó entenderlo, pero respeté tu decisión, lo importante es que estás aquí, conmigo.

Le sonreí y tomé su cara entre mis manos, acaricié sus mejillas y me di cuenta que sus ojos estaban hinchados—. ¿Estás bien? —pregunté frunciendo el ceño, pues la última vez que la vi llorar e hincharse así, fue cuando pasó lo de Greta.

Asintió y humedeció sus labios—. Ahora lo estoy —suspiró.

Suspiré y la abracé de nuevo. Se sentía bien, me encantaba este sentimiento del tenerla tan cerca. Después de un rato de estar así, tomé su maleta y juntos entramos a su departamento, entré primero yo y dejé la maleta en el comedor, Tea estaba cerrando la puerta y recapitulé mis intensas ganas por besarla. Así que avancé hasta ella girándola.

ASTARTEA. [1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora