Capítulo 10

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La voz de Sun Hee lo tenía harto, sólo quería que se callara y dejara de decir tantas idioteces. Estaba cansado, era de noche, estuvo toda la tarde corriendo de aquí para allá en el trabajo, lo que menos quería era oír una sarta de incoherencias.

– ¡Nunca tienes tiempo para mí! ¡Siempre estás trabajando!

– ¿Te escuchas lo que estás diciendo? ¿Qué quieres que haga? ¿Qué renuncie?

– ¡Si! ¡Hazlo!

– ¡¿Y de qué viviré Sun Hee?! ¿Entiendes lo estúpida que estás siendo?

– ¿Estúpida me dices? ¿Cómo te atreves? Encima que no me prestas atención, ahora me insultas.

– Pero mujer, no puedo dejar de trabajar. Que te entre eso en la cabeza ¿Con qué dinero piensas que compro tus regalos?

– ¿Acaso me estás recriminando que me das regalos? ¿Estás diciendo que soy una interesada?

– ¡¿Cuándo dije eso?! ¡Deja ya de decir tantas idioteces! Jamás te he recriminado por darte nada, sólo quería que entiendas que no puedo dejar de trabajar. Entiéndelo.

– ¡No! ¡No lo entenderé! Porque estas alejándote de mí, lo sé.

– No estoy alejándome de ti.

– Claro que sí. – estableció. – Y-ya casi no hablamos, no me llamas, no me prestas atención, siempre que te digo de venir a verte me dices que estás ocupado, que estas cansado o cuando salimos a pasear me dejas sola en una tienda ¿Por qué eres así conmigo?

– Ir a comprar ropa no es salir a pasear. – aclaró con determinación. – Y sólo me alejé de ti por cinco minutos, no lo digas como si te hubiera dejado abandonada. Creí que ya habíamos hablado de eso.

– Me dejaste sola y punto. – concluyó con furia. – Actúas distinto. Es como si te molestara que este cerca tuyo, no puedo explicarlo de otra forma. Desde la fiesta de Minho ha sido así ¡Desde que me echaste de tu casa! – gritó.

– No te eché. Te pedí que te fueras porque tenía algo que hacer.

Jisung lo había llamado en medio del llanto pidiéndole ayuda ¿Qué otra cosa podía hacer?

– ¡¿Y qué podía ser más importante que estar conmigo?! ¡Dímelo!

– No puedo decírtelo. – le había prometido a Sung que no se lo diría a nadie. – Pero era algo que no podía evitar

– ¡¿Es otra verdad?!  – espetó.

– ¡¿Qué?!

– ¡Es eso! ¡Tienes a otra!

– ¡No tengo a otra! Deja de inventar cosas, por favor.

– Entonces, si no es otra ¿Cómo explicas tu actitud? ¡No te perdonaré si estás engañándome!

– Por última vez, no tengo a nadie. – manifestó ya sin paciencia.

– ¿Y cómo puedo creerte? – incurrió. – Hace semanas que no has sido tú mismo ¿cómo esperas que te crea? ¿Cómo puedo saber que lo del trabajo no es una excusa para verte con otra? ¡O peor! ¡Qué la ves en el trabajo!

– No estamos yendo a ningún lado. – acertó desviando la mirada. – Necesito trabajar y no lo dejaré por tus desplantes de niña caprichosa.

– Llamarme niña caprichosa no hará que deje de sospechar de ti.

Soltó aire cargado de pesadez. – Sabes qué. Invéntate todos los cuentos que quieras, no me importa. Estoy cansado de oírte. Por eso voy a pedirte que te vayas por favor. – pidió, señalándole a su novia la dirección a la salida.

Triángulo || STRAY KIDSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora