Capítulo Doce

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Al día siguiente me desperté antes que todos. Corrí las cortinas de mi habitación para ver los últimos rayos de sol entrando por la ventana. Sentía el cuerpo adolorido a pesar de que había jugado muy poco a críquet. Los huesos de mis brazos parecían haber sentido la repercusión de la fuerza con la que Godric me había lanzado la pelota.

Luego de darme una ducha bajé tranquilamente y salí al jardín. Peter estaba en silencio podando los rosedales. Me acerqué a él intentando hacer algo de ruido con mis pisadas para que no se asustara cuando lo alcanzaran, pero él siguió tranquilo su trabajo sin percatarse de mi presencia.

– Hola– lo saludé con una mueca, metiéndome el cabello detrás de las orejas.

– Hola April– me saludó él, sin despegar la vista de las flores– ¿Quieres contarme algo? – me preguntó y me quedé mirándolo con el ceño fruncido, sin comprender.

– ¿De qué hablas? –

– Yo siempre como las sobras de las cenas de la familia...– comenzó y entonces sentí que la sangre huía de mi rostro– el pollo tenía verbena ¿No es así? –

– No sé de qué hablas...– intenté negarlo como una estúpida, pero él se volvió hacia mí, con unas enormes tijeras de podar.

No creía que fuera a clavármelas, pero sí que aquello se veía bastante perturbador.

– No hay problema con eso– me dijo sonriéndome de lado, dejando que las arrugas de su rostro se marcaran aún más– pero debes ser cuidadosa, no puedes simplemente ponerla como si tal cosa–

– ¿Cómo lo supiste? – le pregunté mordiéndome el labio.

– No soy un vampiro, yo sí detecto el gusto de esa hierba. Además, llevo años haciendo esa receta, me daría cuenta incluso del más mínimo cambio–

– Lo siento...–

– Encuentra la forma de hacerlo, y consigue que yo no sepa cómo, porque si te descubren me interrogarán y no podré guardarte el secreto– me pidió volviéndose hacia las rosas.

Entonces sentí que era el momento justo para hacerle las preguntas que me había guardado el día anterior. Carraspeé para tomar coraje y finalmente lo solté:

– ¿No te molesta que le dé verbena a tu hija? –

– Emily ya no es mi hija– dijo él con rostro sombrío– hace mucho tiempo que mi hija murió–

Y eso fue todo, una respuesta concluyente y fría, pero era la única respuesta que sabía que iba a darme. Peter era un hombre apresado en una casa de vampiros, era lógico que los odiara.

Para cuando volví a entrar, el sol había terminado de desaparecer y yo necesitaba un nuevo plan para seguir logrando que consumieran verbena sin darse cuenta. Me senté en un taburete de la cocina, sosteniéndome el rostro con las manos, sin saber exactamente qué podía hacer.

La comida no era una opción, Peter se daría cuenta y terminaría soltándolo en cuanto ellos se percataran de que algo iba mal.

– Buenas noches – saludó una voz masculina y sedosa a mis espaldas.

Cedric acababa de entrar a la cocina. Me quedé bastante impresionada, pero logré poner cara de póquer. Vestía solo un pantalón de chándal gris. Iba descalzo y tenía el torso descubierto. Cuando se volvió para abrir la heladera, noté que su espalda estaba enteramente tatuada. Era el dibujo en blanco y negro de un par de alas, que se extendían hasta la mitad de sus brazos.

Luna de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora