Capítulo Tres

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 Subimos la escalera principal, oyendo solamente el sonido de nuestros pasos en el mármol. En cuanto llegamos a la punta de la escalera, doblamos a la izquierda, y como imaginaba, allí había un corredor iluminado solo por luces tenues y un centenar de puertas.

– ¿Cuántos vampiros viven aquí? – le pregunté a Cedric, tragándome mi orgullo.

– Por el momento solo somos cinco, pero generalmente tenemos huéspedes– respondió él, mientras seguía conduciéndome por el estrecho pasillo.

Finalmente nos detuvimos ante una puerta de elegante madera oscura. Cedric la abrió y pasó, dejándome atrás.

– Qué poco caballero– oí que le decía una voz gruesa, con un dejo de frialdad– no es así como te enseñé a comportarte–

– Solo es una humana– suspiró Cedric, dejándose caer en un sofá de terciopelo rojo.

Miré a mi alrededor. Aquella habitación parecía un despacho. Era amplio, con un suelo de madera brillante. Tenía una biblioteca que ocupaba toda la pared izquierda y estaba repleta de libros, que parecían sumamente antiguos. En el centro de la estancia había un escritorio también de madera, pero brillante y detrás de este, estaba sentado un joven, que rondaba los veinte años.

Tenía el cabello castaño, peinado con gel hacia atrás, un rostro afilado, una nariz levemente aguileña y un par de ojos azules, tan profundos que, al verlos, parecía que estabas sumergiéndote en ellos. El vampiro vestía un traje elegante, de color negro y me observaba con una sonrisa maliciosa desde su asiento.

Junto a Cedric, en cambio, estaba el resto de los vampiros que ya había visto. También me observaban, pero sin siquiera fingir una sonrisa.

– Disculpa a mi hijo. Aún tiene que aprender mucho de modales– me dijo el vampiro poniéndose de pie y rodeando su escritorio para acercarse a mí– mi nombre es Cornelius Leblanc, y soy el jefe de la familia–

– Es... ¿Es su padre? – pregunté sin poder creérmelo.

Sabía que los vampiros, que nacían con esa condición, dejaban de crecer llegados a los veinte años, pero era muy extraño ver a un padre y a un hijo que parecieran tener la misma edad.

– Que el aspecto no te confunda– se me adelantó– tengo exactamente doscientos años–

– ¿Ya puedo preguntar? – dije intentando parecer lo más educada posible, para no cambiar el hecho de que comenzaban a hablarme.

– No– negó Cornelius– mejor siéntate y escucha–

Apreté los dientes, un poco irritada y me acomodé en el borde del sillón, lo más lejos posible del resto de los vampiros.

– Estamos buscando a tu hermana– comenzó Cornelius– así que como al parecer le gusta jugar a las escondidas, decidimos tenerte como rehén hasta que de la cara– continuó– y esto va para ustedes– dijo mirando uno a uno a los vampiros que me rodeaban– nadie va a tocarla, todos tienen sus propios donantes. No queremos más problemas con el Concejo, así que harán las cosas muy bien ¿Entendido? –

– Claro– respondió Cedric.

– No he oído a los demás– volvió a repetir Cornelius– ¿Entendido? –

– Entendido– dijeron los demás a coro, con tono de irritación.

– La señorita Fontaine será tratada como un huésped, lo único que no podrá hacer es salir de éste lugar– dijo mirándome como advertencia– y espero que no nos hagas arrepentir de nuestra hospitalidad, porque en ese caso, no tendré ningún problema en sacarte hasta la última gota de sangre. ¿Lo entiendes? –

– Sí– asentí sosteniéndole la mirada, a pesar de lo difícil que podía resultar aquello.

– Destiny, por favor, acompaña a April a su nueva habitación–

Destiny entornó los ojos, pero no objetó nada. Se puso de pie y me hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera. Caminamos en silencio hasta llegar al pasillo de la derecha y una vez allí abrió una puerta cualquiera y entramos.

– Puedes quedarte aquí– dijo sin mirarme, encogiéndose de hombros– ni siquiera intentes escapar, somos más rápidos, más fuertes y te odiamos. No hay forma de que salgas ganando–

– ¿Por qué buscan a mi hermana? – dije cruzándome de brazos.

– Eso no es asunto tuyo–

– Claro que lo es– refuté– es mi hermana y me tienen aquí como rehén. Debería saber por qué–

– Lo siento– dijo con una sonrisa fría– lamentablemente no puedo decidir qué hacer, ni qué contar. Así que no me preguntes estas cosas a mí–

– Bien...– dije sentándome en la cama de dos plazas que se hallaba en el medio de la habitación– ¿Cuánto tiempo estaré aquí? –

– Eso depende de tu hermana– Destiny caminó hacia la puerta, con su vestido negro ondeando con cada paso– intenta no ponerte demasiado cómoda– me advirtió, volviéndose hacia mí y luego se marchó. 


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Luna de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora