Epílogo

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No tuve tiempo de reaccionar. Ninguno de nosotros lo tuvo. Godric apareció rápido como un rayo, detrás de Aixa y le envolvió el cuello con el brazo.

– ¿Qué mierda haces? – le grité sin recuperarme del shock.

– No te muevas o le parto el cuello– amenazó apretándola con más fuerza.

Daniel sacó del interior de su chaqueta una pequeña bola de vidrio y se la lanzó, pero erró el golpe y el frasco de agua bendita se estrelló en la frente de mi hermana.

Godric comenzó a caminar arrastrándola delante de él.

– ¡Cedric! – le grité mirándolo con los ojos desorbitados, pero él no se movió de su sitio; bajó la mirada al suelo y lo dejó alejarse con ella.

Sin pensármelo corrí hacia Gordic con toda la velocidad de la que fui capaz. Salté sobre su espalda y me aferré a él como una sanguijuela.

– ¡Suéltala imbécil! – exigí.

Godric cayó al suelo, aplastando a mi hermana, pero entonces, Emily me tomó por el cabello y me separó de él, arrastrándome por el suelo.

– ¡Te quedas quieta! – rugió mientras yo me sacudía para que me soltara.

Antes de que pudiese darme cuenta, me asestó un puñetazo en el medio del rostro, y la sangre comenzó a salir de mi nariz como una cascada.

– ¡No la toques! – rugió Cedric, dirigido a su ex, mientras me ponía en pie– encárgate del otro– le ordenó, refiriéndose a Daniel.

– ¡Suéltame Cedric! ¡Maldita sea! – escupí las palabras furiosamente, sacudiéndome entre sus brazos y pegándole puñetazos contra el pecho, pero él no me soltaba– ¡Eres una mierda! ¡La peor mierda que he conocido! – le seguí gritando.

Por fin logré apartarlo de mí y eché a correr detrás de Godric que volvía a llevarse a mi hermana.

Sabía que Cedric iba detrás de mí, pero estiré cada músculo de mis piernas para correr lo más rápido posible, lejos de él y más cerca de Aixa.

Godric irrumpió en la sala, con todos los presentes aun bailando. Los empujó a todos a un lado y siguió avanzando con ella.

Yo corrí detrás, y todos se quedaron inmóviles y abochornados viendo aquel escándalo.

Godric comenzó a subir las escaleras y yo me detuve. Me paré frente al inmenso árbol de Navidad y le arranqué una rama, lista para usarla como estaca.

– April basta, por favor– Cedric me tomó por la cintura y yo le clavé el tacón en el pie con todas mis fuerzas.

Aun así, no me soltó, trataba de detenerme, pero nadie lo haría.

– Dámela– Cornelius se detuvo delante de nosotros, con sus ojos azules, fríos como la nieve.

– No– negó Cedric, obligándome a quedarme quieta.

– Vas a dármela o voy a matarlos a ambos– le ordenó su padre, tendiendo una mano.

Cedric me empujó hasta situarme detrás de él.

– No vas a matarme y a ella tampoco. Ya tienen a quien querían, déjala a ella–

– Lo repetiré una vez más– soltó con tono lúgubre– soy el jefe de la casa Leblanc, vas a hacer lo que te ordene–

– April vete– dijo Cedric soltándome de pronto.

Por un instante me quedé quieta, espantada por los ojos furiosos de Cornelius, pero recordé que mi hermana iba directo a la muerte y yo no iba a dejar que ocurriera.

Luna de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora