Capítulo Veinte

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– April abre los ojos, vamos...–

Balbuceé algo sin sentido y me revolví un poco.

– Vamos April, necesito que estés despierta por dos segundos...–

Abrí los ojos, sintiendo los párpados pesados y enfoqué un rostro cerca de mí.

Cedric me sacudía un poco por los hombros, con cara de frustración. A nuestro alrededor estaba oscuro... Seguíamos en la limusina.

Como pude me incorporé en el asiento y lo miré.

– Necesito que camines solo hasta la entrada y luego puedes arrastrarte por el piso si quieres– me pidió pasándose los dedos por el cabello.

– Claro...– asentí sintiendo que el estómago se me revolvía y las cosas volvían a girar a mi alrededor.

Cedric me ayudó a bajar de la limusina y me sostuvo mientras avanzábamos lentamente por el camino de grava.

– ¿Puedes hacerlo? – me preguntó en voz baja, seguramente para que no lo oyeran desde adentro.

Yo asentí como toda respuesta. Me estudió por un instante, me abotonó el abrigo y me alisó un poco el cabello, que estaba bastante despeinado. Giró la llave en la cerradura y entramos lo más silenciosamente posible.

– Parece que por fin te dignas a aparecer– Cornelius se plantó delante de nosotros y fulminó a su hijo con la mirada– ¿A dónde fueron? No puedes llevártela sin más, la idea era mantenerla aquí–

– Necesitaba tomar aire y la llevé a dar una vuelta– respondió Cedric rebufando– tranquilo, ya regresamos y estamos los dos sanos y salvos–

– No me gusta la desobediencia– le recordó su padre frunciendo el ceño.

– Pues tengo cien años... Ya va siendo hora de que te acostumbres ¿No? –

– Ay, déjalos...– Emily se puso de pie, levantándose del sillón desde el que nos estaba observando– parece que Ced está desesperado y necesitaba una cita con alguien–

– Eso no es verdad– dijo él poniendo los ojos en blanco– tuve ganas de divertirme, tendremos tres días de puras ceremonias y elegancia–

– Como sea– Cornelius parecía realmente molesto – necesito hablar contigo a solas. Emily, April, por favor vayan a sus habitaciones–

Emily se encogió de hombros y comenzó a subir las escaleras hacia su habitación. Yo entendí lo que Cornelius decía, pero no podía dar un paso más sin caerme.

– Ve a tu habitación, anda...– dijo Cedric carraspeando.

Asentí, mientras el estómago se me sacudía y la saliva comenzaba a acumularse en mi la boca.

– ¿April? – me apoyó una mano en la espalda como incentivo para que le obedeciera.

Levanté la cabeza, miré a Cornelius y sin poder evitarlo... Le vomité en los zapatos.

– ¡Sácala de mi vista! – gritó el vampiro furioso.

– Lo siento papá, hablaremos en otro momento– Cedric parecía querer reírse, pero no lo hizo.

Deslizó un brazo por mi cintura y yo lo tomé del cuello para poder caminar. No subimos, caminamos hacia una de las puertas de la planta baja y entramos.

Era un baño bastante grande pero no pude ver demasiados detalles, me desplomé sobre el váter y comencé a vomitar todo lo que había tomado, mientras me caían lágrimas de los ojos por las arcadas.

Luna de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora