No tuve oportunidad de hablar con el chico que me había dado la nota. En cuanto dijeron que la fiesta había terminado, Emily misma se encargó de empujarlos fuera de la sala.
– No soy estúpida– oí que me decía deteniéndose delante de mí, mientras yo terminaba de recoger los cristales del suelo.
Los demás estaban encerrados con Gary en otra habitación, tratando de calmarlo.
– ¿Umm? – le pregunté poniéndome de pie, con los trozos de vidrio en la mano.
– Te vi, te cortaste a propósito. ¿Por qué? –
– No, fue un accidente. Estaba pensando en otra cosa y... –
– No quiero mentiras– rápidamente Emily me tomó la mano llena de cristales y con fuerza hizo que yo cerrara el puño sobre ellos.
Sentí miles de punzadas en la palma de la mano y solté un gemido dolorido.
– ¡Estaba asqueada! – grité sin más – no podía seguir viendo como tomaban... La sangre de esa gente– ella pareció satisfecha por mi respuesta, aflojó un poco la mano, pero rápidamente volvió a apretarla.
– Somos vampiros, tendrás que acostumbrarte a este tipo de cosas– y entonces me soltó.
Algunos vidrios estaban astillados en mi piel y la sangre salía sin parar de las heridas. Aquello dolía como el demonio. Me apresuré a tirarlos y corrí a la cocina en busca de algo que pudiese ayudarme a quitar las esquirlas de vidrio.
No tenía ninguna duda, Emily era una perra. Confirmado.
– Me estás matando– oí una voz a mis espaldas.
Me volví, Cedric estaba abrazándose a sí mismo con los ojos brillantes, apoyado en el marco de la puerta.
– Lo siento...– dije sin poder quitar la expresión de dolor que tenía estampada en el rostro– ¿Hay una pinza o algo así? –
– ¿Tienes astillas? – me preguntó caminando hacia mí y tendiéndome una mano para que le mostrara la mía.
– Algunas...–
– Voy a ayudarte – suspiró apartando la vista de mi sangre con dificultad –solo porque este aroma no ayuda a que Gary se tranquilice–
– ¿Te parece buena idea? No quiero que me muerdas –
– April, no puedo morderte. Mi padre nos lo tiene prohibido y yo sé que si te mordiera no podría parar–
Aquello lo soltó con una expresión extraña. Miraba mi cuello con cierto deseo, con ansias, incluso se mordió el labio para contenerse.
– ¿Por qué no? – le pregunté sin más.
– Porque le encuentro un gusto especial a lo prohibido – dijo sonriendo de lado, jocoso – y al parecer eres la única prohibición que tengo –
No supe explicar el porqué, pero sentí que mi corazón se aceleraba de golpe. Lo miré por un instante a los ojos, resistiendo su pesada mirada, pero finalmente aparté la vista.
Caminó hasta una de las alacenas y extrajo un pequeño botiquín plástico. Lo abrió, rebuscó en su interior unos segundos hasta que finalmente dio con unas pequeñas pinzas metálicas, similares a las que sirven para depilarse.
Ambos nos sentamos en un taburete y yo extendí la mano para que él pudiera quitar las esquirlas de vidrio.
– ¿Por qué a Gary le cuesta tanto controlarse? – le pregunté mientras observaba su rostro de concentración.
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Luna de Sangre
VampireApril Fontaine estuvo siempre segura de que los vampiros eran monstruos horribles. Cedric Leblanc siempre pensó que los humanos solo eran un alimento. Pero obligados a convivir... ¿Pueden cambiar sus prejuicios?