Capítulo 26

158 12 0
                                    

Mía se levantó de la posición en la que estaba y se sentó frente a mí con las piernas cruzadas; tenía todo su pelo revuelto y sus ojos hinchadísimos. Copié su posición y me senté frente a ella.

- Bueno, te escucho. – me dijo –

- Yo quiero escucharte a vos. – le dije – Quiero saber qué es lo que te pasa Mía.

- Ya te dije que quiero estar so la – dijo separando las sílabas de la última palabra - ¿Acaso no puedo querer estar sola?

- No, porque te conozco y sé que algo te pasa. Necesito que me cuentes qué es.

- No me pasa nada Val. Solo quiero estar sola y nada más.

- Obvio, no te pasa nada. – le dije en tono irónico – Pero tenes los ojos más rojos en hinchados que te vi en tu vida y un mal humor del orto, pero no, no te pasa nada.

- ¡Te estoy diciendo que no! – gritó –

- No me grites porque sé que estás así por lo que te conté ayer. – le dije enojada – Y no me digas que no porque sé que es por eso.

- ¿Queres saber qué me pasa? – dijo desafiante –

- Sí, quiero que me lo cuentes. ¿Estás enojada, triste?

- Siento una culpa – dijo en voz baja y con su cabeza gacha –

- ¿Qué? – le dije sorprendida –

- Siento una culpa acá adentro – dijo señalándose el pecho – que no puedo controlar. Me quema, me lastima – dijo y sus lágrimas comenzaron a caer – Siento que alguien me repite todo el tiempo vos también sos culpable, vos también lo sos, hacete cargo, es culpa tuya. – me dijo apenada - ¡Y no puedo más! – gritó en un llanto - ¡Y cada vez es peor! Desde ayer que me carcome la culpa, y no puedo más. Me ahoga, siento que no puedo respirar. – me explicó – Por eso quiero estar sola, porque me lo merezco, porque necesito odiarme a mí misma sola. – dijo, y sus lágrimas seguían cayendo – No sabes el odio que siento por mí, no te das una idea de lo horrible que es saber que también es tu culpa. No puedo Valu, te juro, no puedo más.

Mía lloraba; se le caían las lágrimas como si alguien le hubiera hecho algo malo o como si se hubiese enterado de que algún familiar de ella está muerto. Tenía ese llanto ahogado, ese llanto que lloras con bronca, con dolor, con tristeza; ese llanto que muchas veces largamos porque ya no podemos más; ese era el llanto que ella tenía.

La miraba sin poder decirle nada, porque no sabía que decirle. Se la notaba tan rota como yo, y era lo único que no quería que pasara, porque ver a Mía así era mucho más doloroso que los maltratos que podía recibir de Roberto.  Mis lágrimas comenzaron a caer tan de repente que se acoplaron a las suyas.

No pude hacer otra cosa que abrazarla, y la abracé tan fuerte que podía sentir el latido de su agitado corazón. Ella correspondió mi abrazo. "Perdoname" me decía cada dos minutos, cómo si yo tuviera que perdonarle algo que ella nunca hizo.

- Tranquilazate, por favor Mía. – le dije aún abrazadas – No tengo nada que perdonarte. No sos culpable de nada de lo que a mí me pasó. – le expliqué –

- Perdoname. – seguía diciéndome – Por favor.

La separé de mí y la miré a los ojos.

- Escuchame, yo no te voy a perdonar nada porque no tengo que perdonarte nada. – volví a explicarle – Al contrario, tengo que agradecerte por haber estado conmigo en los momentos más horrorosos que yo pude haber pasado. – le dije, mientras la tomaba de las manos – Respira; sos un ser hermoso Mía, sos esa amiga que todos quieren tener, la que está ahí siempre. – le dije sonriendo – Sos mi mejor amiga, sos como mi hermana; a vos no podría reprocharte nunca nada. No te culpes porque no sos culpable.

TWO PIECES | MICHAENTINA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora