James llegó al departamento y dejando el equipaje en el piso miró a su alrededor...fue entonces que se percató de cuanto había extrañado su hogar.
Mientras Steve estaba haciendo algunas compras observó con especial interés las viejas fotografías de ellos que el rubio había hecho restaurar y aumentar de tamaño para que adornaran todas las paredes, podía haber perdido fracciones de su memoria, pero recordaba perfectamente aquella en especial...tomada el día antes de partir rumbo a esa misión que lo cambiaría todo.
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Y la sombra de horror vivido de torturas y muerte se hizo presente para aterrarlo como el fantasma del cual jamás podría desprenderse...
Pero también vio esas en las que podía apreciarse perfectamente el amor que se tenían, aunque debieran disfrazarlo de una férrea relación de hermandad...lo cierto es que era obvio lo felices que estaban en esos momentos por estar juntos.
Sin advertirlo rió porque sí...aunque fue duro enamorarse de alguien que era como su hermano, y "peor" aún, de un hombre...todo había valido la pena.
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A Bucky siempre le atrajeron demasiado las mujeres, sin embargo había comenzado a sentir que no era capaz de ser feliz con nadie que no fuera ese frágil rubio al que muchos tachaban de enclenque...tan decidido...tan honorable y con un corazón de oro que quería para sí.
Fue una agonía padecer lejos cuando fue secuestrado por el enemigo en plena guerra, pero cuando fue rescatado y vio a su Steve por primera vez después de la transformación del suero, fue como comenzar de cero. Podía recordar ahora, después de la ayuda de Shuri en Wakanda, la primera oportunidad en que compartieron una cama...Bucky buscó a ese jovencito del que estaba enamorado hasta la médula en esos ojos increíblemente azules de ese hombre espectacular. Pero ese hombre, ahora podía someterlo de una manera que jamás creyó posible...aquella "primera vez" con el nuevo Steve fue sublime.
Ni 70 años de tortura a su cerebro pudieron borrar lo que sintió cuando Steve desesperado lo recorrió con sus besos ni cuando como mientras lo penetraba salvajemente, le callaba los gritos de placer que no podía contener con sus labios dulcemente para calmarlo. Eso fue porque los vecinos estaban al pendiente y debían vivir así su amor, en la infame clandestinidad.