CAPÍTULO 23 ¿TIENES A MI MUJER O NO?

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Miguel condujo con decisión, lo bueno de estar en la cúspide era que tenía ojos y oídos en todas partes, sabia hacia donde ir y que hacer. Ya había dado órdenes específicas y su gente se estaba movilizando.

Lo único que esperaba era que ella estuviera bien, porque si no era así, varias cabezas iban a caer.

No le sorprendió ver la vigilancia excesiva en la propiedad, señal de que lo estaban esperando, sabían que tarde o temprano lo tendrían ahí, no cabía duda de que no lo conocían si pensaban que eso lo detendría.

Dio órdenes a sus hombres y todos se pusieron en movimiento.

*****
Julio miraba furioso a esos tres jóvenes frente a él.

_ ¿Pero en que carajos estaban pensando cuando hicieron ésto ? - vociferó.

Los tres permanecieron en silencio, estaban asustados, sabían que se habían equivocado y a lo grande.

_ ¿Tienen idea de lo que acaban de hacer? - gritó. Estaba, a punto de darles un tiro a los tres, pero no se lo merecían, tenían que recibir un castigo más ejemplar, uno que les mostrara a los demás que las estupideces tenían consecuencias y graves.

Ese trío de idiotas no tenía ni idea de lo que acababan de hacer.

Él había llegado de viaje hacia apenas unas cuantas horas, solo para enterarse de la noticia de que tres de sus hombres, unos jóvenes inexpertos que querían comerse el mundo en un bocado, habían secuestrado a dos de los hombres de Lorenzo Maldonado y a una mujer, el secuestro de los hombres de Lorenzo ya lo ponía de por si en una situación muy comprometedora, ¿pero el secuestro de ella? Porque los muy idiotas no habían secuestrado a cualquier mujer, habían secuestrado nada más y nada menos que a la esposa de Miguel De La Fuente, el hombre que días atrás le había advertido en su cara que si se metía con ella era hombre muerto.

Lo primero que había hecho era blindar la propiedad, ahora estaba frente a ellos pensando en qué clase de escarmiento darles, de cualquier forma, eran hombres muertos, algo así no podía pasarlo por alto, no si quería establecer un precedente para los demás.

Luego estaba el dilema de cuál sería su siguiente actuación. Dejar en libertad a los cautivos y pedirles que no dijeran en manos de quien habían estado, aunque nada le aseguraba que no lo hicieran, o hablar y explicarle a Miguel lo sucedido, quizás le creyera y entendiera, o deshacerse de ellos y hacer como que nada hubiese sucedido.

Con desesperación entendió que ninguna de esas opciones era viable, Miguel tenía ojos por donde quiera, era probable que a estas alturas, ya supiera que eran sus hombres quienes tenían a su gente.

_ ¿Como pudieron ser tan idiotas? - volvió a gritar. _ ¡llévenselos! - ordenó, luego se encargaría de ellos, su prioridad era ver como solucionaba esto con Miguel antes de que lo tuviera encima de él.

Salió del local en donde estaban y respiró el aire fresco, que llegó a sus pulmones, sentía que ese problema lo asfixiaba, si no hacía algo y rápido era hombre muerto, caminó rumbo a su casa, miró a su alrededor, todo se veía normal, sus hombres seguían en sus puestos. Sus dos guardaespaldas seguían a su lado. Suspiro aliviado.

Iba a seguir su camino cuando sonó su teléfono.

_ Da la media vuelta y regresa por donde viniste. - escuchó una voz conocida. - la sangre desapareció de su sistema. - ¡sin tus escoltas! - escuchó de nuevo la voz. - el miró a su alrededor, todo se veía tan en orden. - ¡obedece! - volvió a escuchar. - si no quieres un tiro en tu cuerpo y ver a tus hombres muertos.

Obedeció, ordenó a sus escoltas retirarse y él regreso al local.

Al entrar se encontró de frente con su peor pesadilla.

_ No entiendo que estabas pensando cuando hiciste esta tontería. - dijo Miguel con furia. _claramente te advertí lo que sucedería si ponías siquiera tus ojos en mi esposa, por eso la llevé conmigo para que la conocieran y no se atreviera a poner ni siquiera su sucia mirada sobre ella.

Julio no era un cobarde, era un hombre con agallas, fuerte, valiente, arrojado, pero en este momento todo pasaba a segundo término, sabía que estaba perdido, ver su sentencia de muerte en los ojos de Miguel, lo intimidó.

_ Todo tiene una explicación. - intento hablar.

_ ¿Explicación? - lo fulmino con la mirada. _ ¿tienes a mi mujer o no la tienes aquí?

El asintió.

_ ¿tienes o no a mis hombres retenidos aquí?

_ Si. - contestó con voz casi inaudible. _pero...

_ ¿No fueron tus hombres Los que los trajeron en contra de su voluntad? - lo interrumpió.

_ ¡Si! - gritó con exasperación. _pero no es lo que piensas. Fueron mis hombres los que...

_ ¿Me vas, a decir que tú no eres su jefe? - lo miró con fastidio. _ entonces estás peor de lo que pensé, si no tienes control y autoridad sobre ellos y hacen lo que se les pega la gana.

_ ¡Si...! ¡Carajo! - grito fuera de sí. _esos estúpidos son mis hombres, y sí, actuaron a mis espaldas, pero eso no quiere decir que haya perdido mi autoridad. ¿Crees que hubiera hecho esto después de nuestra reunión y de tu advertencia? - lo miró desalentado. Sabía que estaba perdido, Miguel no era de los hombres que perdonaran algo como eso, a menos que le creyera, pero lo dudaba, aún para él era algo descabellado suponer que no había tenido nada que ver. _ellos no sabían quiénes eran. - continuó. _en cuanto se dieron cuenta los trajeron aquí y me esperaron para solucionarlo, te lo juro. Puedes preguntarles a tus hombres... a ella... nadie les hizo daño.

Miguel lo observaba con impaciencia, por alguna razón le creía, se veía sincero y muy asustado, algo nada común en él, siempre era prepotente y altanero. <<Estar a unos pasos de la muerte lo cambiaba a uno>> pensó.

_ Suponiendo que te crea ¿porque no me informaron de inmediato?

_ Ya te lo dije, cuando se dieron cuenta se asustaron y los trajeron aquí, yo estaba fuera y vengo llegando. Solo estaba decidiendo si llamarte o llevarlos yo mismo a tu lado para explicarte y pedirte disculpas. Mismas que te pido en este momento.

Miguel lo miró impasible.

_ Que castigo les has dado a tus hombres.

_te digo que vengo llegando, apenas estoy tomando cartas en el asunto. Pero ya les hice saber lo que les espera, tu sabes cuál es el castigo para esto.

Miguel asintió sacó su teléfono, se retiró unos metros hizo una llamada y regresó.

_ Me están confirmando que efectivamente estas llegando, solo por eso te voy a dar una oportunidad. _ antes de que me lleves con mi gente me vas a entregar a esos tres.

Julio dio la orden de inmediato. Cuando los jóvenes estuvieron ante Miguel no se sorprendió porque habían actuado como lo habían hecho. Rondaban entre los dieciocho y veinte años, unos jóvenes inmaduros todavía, seguramente sedientos de aventuras y placer, pensarían que eso les daba poder y los hacía más hombres, pero se equivocaban, se habían metido con quien no debían.

_ ¿Cómo se llaman y de donde son? - interrogó con mirada fría.

Los chicos estaban muy asustados, desde el mismo momento en que se dieron cuenta de quién era la mujer que habían secuestrado, supieron que sus vidas no valían nada, porque ya fuera Juilo o Miguel cualquiera de los dos iba a acabar con ellos.

Hicieran lo que hicieran no iban a salir vivos, así que decidieron hacer lo mejor, respetar sus vidas y su integridad, regresarlos y hablar con su jefe para que el resolviera la situación.

Cada uno tartamudeó su nombre y su lugar de procedencia, esperaban que Miguel desquitara su rabia contra ellos, esperaban insultos y violencia, pero eso nunca sucedió.

_ Llévenselos. - ordenó a algunos de sus hombres, que obedecieron de inmediato, no sin antes atar sus manos atrás de la espalda.

RESCATANDO TU CORAZÓN No.6️⃣//SERIE HOMBRES DE LA SIERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora