CAPÍTULO 30 ¿VOLVERAS?

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Esa mañana Isabelle despertó, se sentía mejor que otros días, estaba feliz de que sus padres se encontrarán con ella, le habían informado que se encontraba en el hospital debido a que había pescado una neumonía por pasar la noche bajo la lluvia y el intenso frio. Avergonzada recordó lo sucedido, se sentía muy triste por la partida, de Miguel y no midió las consecuencias y ahora se arrepentía no por ella si no por sus padres, quienes sin duda pagarían las consecuencias pagando todos los gastos del hospital, su medicamento, su estancia en la ciudad, era tanto que se movió abatida en su cama. De pronto sintió una presencia.

_ ¿Estás bien? - escuchó aquella voz que creyó nunca más volver a oír.

_ Miguel. - lo miró sin poder creerlo. _ ¿eres tú? ¿Estás aquí?

Él estaba a su lado, su mirada, además de preocupación, era de ternura, no estaba enojado con ella, sus ojos se humedecieron.

_ ¿Necesitas algo? - preguntó ante el silencio de ella.

_ No. - dijo. Tocando su mano. _ te necesito a ti.

Él tomó sus manos entre las suyas, y las besó.

El la escucho, pero creyó que sus palabras se debían a su estado alterado por la fiebre y el medicamento. Aun así, no pudo evitar sentir esperanzas por algo que sabía no se daría.

_ Descansa. - dijo sin soltar sus manos. _tus padres salieron un momento. Era verdad, por primera vez lo dejaban a solas con ella y él creía que eso se lo debía a la madre se ella, no creía, estaba seguro y se lo agradecía. _ pronto estarán de regreso. - la miró con ternura. Deseaba quedarse ahí pero su tiempo se había terminado, ella estaba bien y él no podía aplazar más su partida. Esa era su despedida.

_ Miguel. - dijo ella. _sé que he sido muy intolerante y egoísta, pero ¿podrías perdonarme?

El la abrazó ¿cómo no perdonarla? La amaba y el tenerla, así, entre sus brazos era todo lo que pedía.

Permanecieron por varios minutos así, abrazados, disfrutando uno del otro, quizás sabiendo que era su despedida, pero anhelando que no lo fuera.

_ No sé cómo llegaste. - dijo ella. _pero me alegra tanto que estés aquí. - apretó su abrazo.

El hizo un esfuerzo sobrehumano por no besarla, pero si lo hacía, estaba seguro de que no podría dejarla, le sería imposible alejarse de ella y necesitaba hacerlo, tenía que hacerlo por ella porque, aunque su padre le hubiese pedido disculpas y había dejado de mirarlo como si quisiera matarlo, él sabía que volvería, a ponerse como loco a la próxima cosa que averiguara sobre él, y eran muchas las que tenía por detrás. Ellos eran sus padres y sabía que, aunque los dejara por irse con él, ella no sería completamente feliz, en cambio si él se marchaba quizás sufriría por un tiempo, pero pasaría, pronto él quedaría en el olvido o como un simple recuerdo, ella era joven y muy hermosa pronto podría rehacer su vida, y él tenía, que aceptarlo, aunque le doliera, además él le llevaba muchos años por delante, quizás esa, relación, aunque se hubiera dado no hubiese tenido futuro.

_ Ya no hables. - dijo apartándose un poco. _necesitas descansar.

_ Pero no te iras ¿verdad? - lo miró angustiada.

Él no contestó sólo la veía con esa, mirada enigmática.

_ ¿Volverás? - dijo con desesperación al intuir su respuesta.

_ No lo sé. - apartó su mirada de ella.

_ No puedes marcharte. - insistió ella. _yo te necesito

_Tienes a tus padres.

_ Pero ellos no son tú.

_ Necesito marcharme - la miró a los ojos. _ ¿los dejarías por mí? ¿me seguiría a donde yo fuera?

Ella dudó. No contestó. Él tomó su rostro entre sus manos.

_ Son muchas cosas las que nos separan. - dijo. _y la más importante, son tus padres. Pronto me olvidarás. - beso sus manos, se puso de pie y se marchó.

Ella lo miró con tristeza, no tenía caso detenerlo, él tenía razón, aun cuando no podía vivir sin él no podía, abandonar a sus padres, si tan solo pudiera llevarlos con ella, pero su padre se moriría sin su rancho y su madre igual.

Estuvo llorando por mucho tiempo hasta que el sueño la venció.

*****
Rogelio miró el lugar vacío, se había acostumbrado a ver la imponente figura solitaria de aquel hombre, generalmente parado en el marco de la puerta.

Cuando su hija le dijo que se había marchado no lo podía creer, se había ido y los había dejado ahí, sentía como si los hubiese dejado a la deriva, después de haber hecho todo por ellos.

Se sintió decepcionado, pero luego recapacito, ciertamente él había hecho tanto por ellos, de hecho, lo había hecho todo, y lo peor del caso, sin tener ninguna obligación, menos después de cómo fue tratado por él.

Ahora lo único que sentía era un gran vacío, no se había dado cuenta de cómo calladamente ese hombre había quitado todas las responsabilidades de sus hombros hasta ahora, que volvían de golpe a él. Miguel los había llevado hasta ahí y no por los medios convencionales, uso el transporte aéreo que no era nada barato y ahora él tenía que ver como regresaban, los había instalado en un hotel, el cual tenía que liquidar, los había llevado al mejor hospital de la ciudad cuya cuenta no sabía cómo pagaría, ahora tenía que salir y conseguir medicamentos o cosas que su hija necesitaba y de lo cual él se había hecho cargo desde que llegaron. Ahora él tenía que hablar y hacer trámites que antes Miguel hacía y el sólo firmaba cuando todo estaba hecho, y seguiría con la lista, pero no acabaría, lo peor era que antes no lo había notado, hasta ahora que ya no estaba.

Esa tarde daban de alta a Isabelle y el sentía toda la carga sobre sus hombros, a pesar de ser un hombre previsor, metódico y ordenado, ésta, situación lo sobrepasaba, porque estaba fuera de su ambiente, esto no era algo que hacía todos los días y se sentía perdido.

Se puso de pie, era algo que tenía que hacer y mientras más pronto mejor, tenía que bajar a la administración para pagar la cuenta y poder marcharse.

Una vez abajo se dirigió hacia una de las ventanillas desocupadas, en la otra se encontraba un hombre vestido de traje, muy elegante.

Cuando pidió su cuenta se quedó sorprendido por la cantidad, pero más sorprendido se quedó cuando le informaron que ésta, acababa de ser liquidada.

No fue necesario preguntar quién lo había hecho, sabia la respuesta. Se dirigió hacia, el ascensor, y ahí se encontró de nuevo con el hombre del traje.

_Usted debe de ser el señor Rogelio Mendoza dijo el hombre extendiéndole su mano y presentándose.

Era el administrador de Miguel, se puso a sus órdenes para lo que necesitara, le informó que tanto la cuenta del hospital como la del hotel habían sido pagadas, además él se encargaría de asegurarse de que ellos regresaran a su rancho sanos y salvos, ya había alquilado un vuelo particular que los llevara hasta el lugar más cercano al rancho y ahí ya contaba con transporte para que llegaran a su destino.

Rogelio estaba impresionado y consternado a partes iguales, Miguel no dejaría de sorprenderlo nunca.

RESCATANDO TU CORAZÓN No.6️⃣//SERIE HOMBRES DE LA SIERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora