CAPÍTULO 29

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—Hay que irnos, conejita, tus abuelos y Yaxkin están preocupados, me atrevo a decir que hasta tu tía lo está.

—No quiero regresar, nunca me agradó mi tía —cerré los ojos al escuchar aquello y tomé con suavidad su mano para hacer un amago de irnos, no era lugar para hablar sobre esto, ni ella estaba en el estado adecuado.

—¿Te parece si hablamos de esto camino a la casa?

—Ya te dije que no quiero ir a la casa —se levantó de su lugar y comenzó a palmear su pantalón antes de mirarme— ¿tienes dinero? Creo que dejé mi cartera en la casa —negué con diversión, además de divertirme el cómo arrastraba las palabras, me divertía el hecho de que me hablaba con demasiada naturalidad, como si hubiera olvidado lo sucedido en México. Pagué su consumo y entrelacé nuestros dedos para comenzar a caminar a la salida antes de detenerme por su intento de abrazo hacia mí.

—¿Qué hizo? —miré hacia la persona que atendía la barra y no evité preguntar— ¿Dijo algo... extraño antes?

—Solo cosas sobre una tía y un novio que no sabe lo que siente, ¿eres tú? —agradecí internamente que el lugar fuera algo turístico, sino no sé qué hubiera hecho para poder entender al señor— No fue muy amable con las cosas que dijo hacia ustedes, aunque dijo más sobre un secreto y cosas que oculta, ¿sabes qué significa? —sabía muy bien que el secreto podría referirse a nuestro contrato, pero no sabía a qué se refería con las cosas que oculta.

—Creo que se trata de cosas familiares, apenas estoy conociendo a su familia así que no conozco demasiado su situación.

—Estuvo dando consejos a cambio de dinero, lo más interesante fue que, los que escuché, fueron muy buenos, por eso le invité algunos tragos más que pedía.

—Muchas gracias y lamento las molestias que pudo ocasionar.

Le sonreí con levedad antes de de ir a donde estaba Alegra, quien estaba teniendo una acalorada charla con un cuadro, por lo que pude escuchar, el cuadro la estaba mirando muy feo.

»Es hora de irnos, conejita —sin esperar a que dijera algo, por el propio bien de ambos, solamente me agaché un poco para poder pasar un brazo en la cara interna de sus rodillas y el otro por su espalda para poder cargarla.

—¡Bájame! ¡Bájame! ¡No quiero irme! —a pesar de sus gritos me abrazó el cuello, lo que provocó una sonrisa que tuve que reprimir.

—Alegra, por favor, debemos de irnos, tus abuelos están preocupados al igual que Yaxkin —hice una pequeña mueca ante sus gestos negativos hacia lo que decía, por lo que tuve que recurrir a un método para ver si así sí dejaba que nos fuéramos —. ¿Qué quieres para que nos podamos ir sin tus gritos de por medio?

—Quiero un besito —tragué con fuerza cuando dijo aquello y miré hacia los lados, notando como algunas personas del lugar nos miraban, quizá debido a sus anteriores gritos.

—¿Un besito? —relamí mis labios, antes le había pedido uno, pero era para nosotros, no para todos los espectadores que aparentemente tenemos ahora. Dejé escapar un pequeño suspiro antes de dejar un pequeño beso en su mejilla, lo que aparentemente provocó un puchero de su parte —¿Ahora qué pasó?

—No quiero un besito en la mejilla, ¿qué edad crees que tengo? Quiero uno aquí —alejó un brazo de mi cuello para poder tocar sus labios con la punta de sus dígitos, lo que solo provocó un leve sonrojo de mi parte.

Yo Daniel Ricciardo, con veintinueve años y famoso, me acabo de sonrojar porque mi novia me pidió un simple y mundano beso en los labios.

—¿Si lo hago nos podremos ir? —ante sus asentimientos repetidos volví a hacer una mueca, solo faltaba que las personas se pusieran a aclamar, más bien a echarme "ánimos", que la besara para que sea una escena digna de una película romántica. Sin esperar demasiado comencé a caminar hacia la salida del lugar, robándole el beso en el camino, el hecho de escuchar algunos abucheos me hizo girar a ver hacia atrás, aunque eso provocó que las personas regresaran a sus propios asuntos —Creo que algunas personas sí querían ver el beso.

Novia Por Contrato | Daniel RicciardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora