De veras que la estadía con mi familia era lo que necesitaba en mi vida. Alejarme de todo lo que me traía problemas, lo que me daba dolor de cabeza, y en el alma. La satisfacción de estar rodeada de personas que me amaban; solo me faltaban mis padres y mi hermana.
Diego, Anna, Amanda y yo pasamos la mayoría del tiempo saliendo. Visitamos varias veces la casa en el lago; un lugar hermoso el que frecuentábamos cuando pequeños, pero que aún conservaba su encanto. Aquel lugar era mágico, especial.
Mi tía era más que eso; pasó a ser mi terapista y sicóloga. Qué mucho se rió con mis disparates, y yo con confesiones que ella me hizo. Cosas que ni mi tío sabía, cosas que eran mejor callar.
Pasó la primera semana en un abrir y cerrar de ojos; demasiado rápido para mi gusto. No se imaginan cuanto deseaba quedarme allí, no regresar más.
Preparé algunas de mis cosas para mi estadía con Bianca. Estaba emocionada de pasar esos días con mi amiga. Hacía tiempo que no nos veíamos y estoy segura de que la pasaríamos de maravilla.
Bianca me recogió en la casa de mi tía y salimos a comprar unas cosas antes de llegar a su apartamento.
“No sabes cuánto me alegra verte de nuevo!” le dije como por tercera vez a mi amiga.
“Yo también. Solo necesito advertirte algo. Nelson no consiguió con quien quedarse, así que tendremos que soportarlo esta semana” me respondió ella sin quitar su vista de la carretera.
“No te preocupes. Creo que sobreviviré a eso. Te acuerdas cuando lo molestábamos?”
“Eso ha sido un gran trauma para él. Aun lo recuerda, y a cada momento en que puede, hace algún comentario sobre eso. Está muy contento porque estarás unos días con nosotros.”
“Yo también estoy muy contenta de volverlo a ver.”
Luego de estar casi una hora en el supermercado, pues Bianca era un poco meticulosa para los alimentos, llegamos al apartamento. Caminamos directamente a la cocina, mientras Bianca le gritaba a su hermano que ya estábamos allí, que tuviese precaución cuando fuese a salir del baño.
“Si quieres, lleva tus cosas a mi cuarto. Es la última puerta a la izquierda” me dijo Bianca mientras acomodaba unos quesos en la nevera.
“De acuerdo. Regreso enseguida para ayudarte” le respondí, tomando mi bulto del suelo y caminando a su cuarto.
El cuarto era amplio, cómodo; ambas dormiríamos allí. Al salir del cuarto, me encontré en el pasillo con Nelson. Nelson, quien ya no usaba gafas y no se veía tan mal. Pensar que aquel niño pequeño al que molestábamos tanto, ya era casi cinco pulgadas más alto que yo, y ya era un hombre.
“Estefanía?” preguntó él sonriendo.
“Nelson? Qué alegría verte!” le respondí mientras me acercaba a saludarlo.
Este me levantó en sus brazos y me dio un fuerte abrazo. Un abrazo de esos que casi te deja sin respiración. Si hubiese sabido que el niño iba a crecer tanto, no lo hubiese molestado cuando pequeño.
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Labios Compartidos
Romance(Libro 3 en la Trilogía de Amor Eterno) Muchas veces te habrás preguntado si realmente las personas viven la vida que aparentan. Si esa chica brillante, hermosa, amorosa, tímida pero simpática frente a todos, guarda algún secreto en su vida. Si fre...