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Se sobresaltó un poco cuando la puerta se cerró, pero no permitió que el pánico le invadiera, pese a que todo estaba muy oscuro y lucía algo viejo. A lo mejor se había cerrado a causa del viento. El olor tampoco era agradable, pero no lo suficientemente malo como para decir que apestaba.

Todo estaba en completo silencio. Entró en una habitación que se encontraba con algunas cosas viejas y dañadas, unas parecían haber sido rotas, otras, de madera, parecían haber sido quemadas o comidas por las termitas.

Sonrió victoriosa. No había ningún problema con esta vieja casa, fuera de su terrorífico aspecto que lucía como el de esas anticuadas películas de terror que asustaban tanto a la gente, pero a ella no. No podía ver más que absurdas ediciones y actores maquillados para lucir como espectros.

Caminó con pasos ligeros hasta la puerta y miró a su izquierda cuando oyó algo crujir, pero no era nada, solo madera gastada. Avanzó hasta la puerta y trató de abrirla, pero el cerrojo no cedía. Arrugó el gesto y se asomó por la ventana que se encontraba al lado, notando que sus amigos no estaban.

—Gallinas. —Resopló.

Miró su atuendo y seguidamente la escena en donde se encontraba, cualquiera podría pensar que era un espanto.

Dejando esos pensamientos de lado, trató de abrir la puerta pero tampoco cedía, lo cual comenzaba a desesperarle. No tenía miedo pero quería salir de ese lugar.

Un terrible malestar la recorrió cuando empezó a pensar que los chicos habían atorado la puerta. Resopló negando, no podían ser tan imbéciles, ¿o sí?

Amelia se sobresaltó cuando un estruendo se escuchó en el segundo piso y un ambiente pesado apareció en la escena. Su piel se erizó y quiso pensar que era a causa del frío de la noche. O si no, ¿por qué más podría ser?

Se negaba creer en los fantasmas, demonios o ángeles. Ella creía en lo que veía y aún a sus diecisiete años no había visto alguno.

Miró las escaleras para ir al segundo piso y temí más por lo viejas que se veían que por lo que pudiera haber allá. ¿Qué podría haber? Nada puede ser tan malo. A menos que hubiera un asesino que se hubiera escondido allí por años.

Subió las escaleras y cuando las escuchó crujir, puse mi mano en el barandal. Tosió ante el polvo que se presentó en el segundo piso de la antigua casa. Miró de lado a lado y no vio nada, ni siquiera había un objeto grande o algo que se haya podido caer al piso como para haber ocasionado ese ruido.

Miró hacia el pasillo y se pasmó al mirar hacia el fondo de éste. Había una cortina blanca que cubría una ventana al fondo, moviéndose constantemente a causa del viento, pero, lo que la puso nerviosa, era que había un hombre.. un chico, para ser más exactos. Sin embargo, solo podía ver su silueta, ya que se encontraba de espalda a ella.

Dio unos cuantos pasos hacia él, pero sintió que su pie se iba a un vacío, logrando que cayera de panza al frío piso de madera y provocando que suene de nuevo. Amelia soltó un quejido y levantó un poco su cabeza para mirar de nuevo a la persona allí parada.

Sus manos comenzaron a temblar y abrió su boca, sin embargo, su garganta no fue capaz de emitir sonido alguno.

La persona seguía de espalda pero su cabeza había girado lentamente hasta quedar finalmente mirándola, sus ojos brillaban como luceros y una espeluznante sonrisa había aparecido en su rostro.

Sintió como de a poco iba perdiendo la conciencia.

(...)

Abrió los ojos y lo primero que vio fue el piso de madera, el desagradable olor volvió a entrar por sus fosas nasales y enseguida recordó todo. Exaltada miró al final del pasillo, sin embargo, allí ya no se encontraba nadie. ¿Lo había alucinado todo?

No le importó si lo había alucinado y se levantó rápidamente del lugar. Se dio la vuelta y ahogó un grito al ver de nuevo a un chico que, además, estaba sentado en un sofá que ante no estaba ahí.

Él no la miraba, de hecho, parecía dormido. Maldijo al mirar lo largo que era su vestido, no podría correr con él encima.

Amelia levantó una vez más la mirada y el pánico volvió a ella cuando no encontró al chico en el sofá.

—Bu. —Escuchó decir en su oído mientras dos manos se posicionaban en su cintura.

Todo el aliento se fue y sintió palidecer, mientras un escalofrió recorría su ser, desde su cuello hasta su espalda baja.

Soltó un grito y corrió mientras corría escaleras abajo escuchando una carcajada que provocó que el miedo que nunca había tenido apareciera. Miró espantada a eso.. que aparentaba ser un chico, allí parado en la esquina de la sala. Solo ahí vio su cara.

Corrió a la puerta y con lágrimas en los ojos trató de abrir la puerta de nuevo y esta vez, para su sorpresa, funcionó.

Corrió del lugar sin mirar atrás, soltando pequeños gritos al escuchar lo que dentro de ella sabía, eran simples sonidos nocturnos. Logró bajar la colina y volver a la escena donde todos festejaban aún, riendo.

Tenía que llegar a casa y no sabía si le iba a decir a su mamá que había entrado donde tanto le advirtió que no lo fuera a hacer jamás. Ella solía decir mucho: "El que busca, encuentra". Ella la ignoraba porque nunca creí en esto.

Quería negar con todas las ganas, la existencia de estos seres, pero se le hacía imposible luego de haber vivido esto. Incluso seguía sintiendo un extraño cosquilleo en su muñeca mientras caminaba.

Cuando llegó a la esquina de su casa, vio a sus amigos parados afuera de ésta, los cuales también la miraron, solo que ellos con una expresión de impresión.

Caminó apurada hasta ellos, y aunque tenía ganad de insultarlos a todos, apenas y sentía que podría modular una palabra.

—¿Qué pasó? —Preguntó Micaela preocupada.

—¿Por qué me dejaron? —Bravó.

—Boluda, ¿cómo saliste de ahí? —Preguntó Freddy. —Jazmín no ha sido capaz de hablar desde que nos fuimos de ahí.

Miró a Andrés que se encontraba algo pálido.

—Vimos.. alguien nos sonreía desde la ventana y todo fue tan rápido, la puerta se cerró. —Concluyó Freddy.

Amelia no quería hundirse en el miedo. Al menos había logrado escapar de allí.

—Vi a alguien en esa casa. —Dijo ella con la voz temblorosa. —Parecía un pibe normal. —Dije, un escalofrío me recorría de solo recordarlo.

—¿Te hizo algo? —Preguntó Andrés.

—No. —Dijo recordando los sucesos.

—¿Quién era? —Habló por primera vez Jazmín.

—¿Quién? —Preguntó Amelia sin entender.

—El que te acompañó hasta la esquina. —Respondió Micaela.

El corazón de Amelia se detuvo.

—¿Qué? —Emitió en un hilo de voz.

—El morocho. Llegó contigo hasta la esquina agarrando tu muñeca y luego se fue. —Concluyó Micaela provocando que Amelia palideciera una vez más.








Jelowi<3

Hell [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora