Para este momento, la policía ya había llegado a la casa y, de forma inoportuna tendría que quedarme para ser cuestionada, porque claro, yo era quién había visto su cadáver.
Aún así, era más que claro que yo no la había matado, porque era un suicidio demasiado obvio... para ellos. Yo sabía quién era el responsable, el cual no estaba conmigo justo ahora.
—¿Puedo ir al baño? —Pregunté mirando al policía que tomaba un café apoyado en la pared.
Aún el otro policía estaba haciendo algo y me tenía en espera.
Él solo asintió sin importancia y me levanté para ir hasta el baño del establecimiento.
AL entrar cerré la puerta con seguro y pasé las manos por mi cara totalmente nerviosa.
Había visto a esa mujer levitando y sin cabeza, pero luego de cerrar los ojos asustada, la imagen volvió a la normalidad. De esta forma, al abrir mis ojos, logré ver a la mamá de Larry colgada de una soga.
—Mateo. —Musité.
Él apareció frente a mi, sentando en el aire y con una expresión de malhumor.
—Qué hiciste? —Pregunté sintiendo mis ojos humedecerse.
—¿Yo? —Preguntó con fingida inocencia.
—L-la mataste. —Dije brava, aun así, con la voz temblorosa.
—¿Y qué harás al respecto? —Preguntó socarrón, por fin parándose en el suelo.
Solo ahí noté lo pequeño que era el espacio. Él sonrió mientras yo me sentía intimidada de pronto.
Odiaba pensarlo, odiaba ver un demonio frente a mí y pensar que era sumamente caliente.
—Puedes... no leer mi mente. —Dije nerviosa.
—No lo hago. —Musitó con voz (a mi parecer) bastante ronca. —No puedo hacerlo.
—Hablo enserio. —Dije y relamió sus labios.
—Los actos humanos son bastante predecibles, igualmente sus pensamientos. —Dijo y sonrió ladeado. —Sobre todo los tuyos, ¿no te parece bizarro que te guste aunque me temas en demasía?
—¿Qué? —Dije haciéndome la desentendida. —N-no me gustas, y ahora no te temo.
—¿Querés apostar? —Preguntó burlón. —No intentes enredar al que hace los nudos.
Estaba a punto de negar una vez más cuando la luz se apagó.
—¿No me temés? —Preguntó y me asustó ver sus ojos rojos.
Trataba de pensar que solo era un colo, que eso no era lo que lo hacía peligroso.
—No. —Afirmé, aunque mi voz siguiera temblorosa.
—Porque yo me alimento del miedo. —Dijo y casi me trago la lengua del miedo cuando sentí su lengua en mi cuello.
Pero se sentía demasiado delgada y larga. Apreté mis ojos aterrorizada cuando sentí que su "lengua" rodeaba mi cuello. Solté un grito sin poder evitarlo completamente asustada.
Los sonidos en la puerta se hicieron presentes y la abrí sin pensarlo. Mateo ya no estaba ahí.
El policía y una doctora me trataban de tranquilizar.
4/4
Gracias a los nuevos y a las que la están releyendo.