OMNISCIENTE
1940
El pueblo se encontraba atormentado por un inmenso frío, y el pecado parecía ser cada vez más trascendente en el lugar. Y era lógico, el pueblo se había convertido en un dominio del mal, y ese mal tenía nombre.
Trueno.
El demonio se había encargado de devorar el alma de los habitantes más necesitados. Es decir, aquellos que más vacíos tenían, aquellos que más querían, codiciaban y pecaban, llamaron la atención del príncipe.
Favores a cambio de sus almas era la condición que proponía siempre.
Todos eran demasiado débiles como para no caer ante las tentadoras situaciones en las que eran puestos a propósito por el demonio, y, aunque todos eran “creyentes”, ninguno era obediente ni tenía realmente amor en su corazón.
Pues Dios es amor.
Por otro lado, Lily seguía luchando para que su hija permaneciera por su camino, pues necesitaba una heredera para el día que ella no pudiera estar, y quería asegurarse de que su descendiente iba a ser la bruja más poderosa de todos los tiempos, incluso sin importar si la superaba a ella. Sin embargo, le costaba mucho, ya que su hija parecía disgustarle mucho ese mundo.
No, no parecía solo disgustarle, sino también odiarlo.
—¿La mataste, verdad? —Preguntó Ester triste.
—¿Eso debería importarte? —Dijo Lily con desinterés haciendo la comida.
—Me importa, por eso te pregunto. —Insistió mirando a su mamá.
La bruja sin embargo permaneció en silencio, y las lágrimas rodaron por las mejillas de su hija a causa de la molestia.
—¡Era mi amiga, como pudiste matar a su madre!
—¡Su madre vino a buscarme!
—¡No es cierto, la mataste porque ella estaba con mi papá!
—¡Te dije que él no es tu papá!
—¡Claro que sí, y ya entendí por qué nos odia! —Gritó llorando antes de subir las escaleras corriendo para encerrarse en su cuarto.
Se tiró en la cama mientras lloraba, quería irse con su papá y tener una vida normal, pero su papá la odiaba y ella lo entendía, justamente porque ella también se odiaba y odiaba a su madre.
O bueno, en realidad no, pero entre la molestia e inmadurez adolescente, pensó que así era.
Lily maldijo entredientes molesta, y se preguntó como se había enterado. Primero de que su papá estaba con esa mujer, y segundo, de que ella había sido quién la había matado.
Le pareció ilógico que se hubiera enterado, porque ella no sabía la relación de su hija con Mateo.
Y es que, Mateo había sido el culpable de que Ester se enterara de todo ello. Pues el demonio detestaba a su padre, y buscando que Ester también lo odiara, solo consiguió que odiara más a su madre.
La jovencita sin embargo, quería más que nunca a Mateo, pues éste le había prometido que le ayudaría a escapar, que le daría una nueva vida y que nadie la iba a encontrar.
Solo le pidió que le quisiera, luego de haber declarado tener sentimientos por ella, cosa que le sorprendió, pues creía que para el demonio todo era un juego.
No era difícil para ella cumplir su petición, pues había logrado tomar afecto por el demonio pese a todo.
Mateo estaba ilusionado con ello, y ya había formulado un plan, el cuál estaba iniciando.
Del otro lado de la ciudad se encontraba Louis en su cabaña, había descubierto no hace mucho la brujería blanca, la cuál le ayudó a darle vuelta al truco del demonio, logrando que ninguna fuerza maligna pudiera entrar hasta sus tierras o cabañas, conjurando su terreno, que se convirtió en tierra santa, la cual quemaba a los demonios.
También se había conjurado para protegerse. Estaba más alarmado desde que murió Catalina.
Quería ver como estaba su hija, pero no podía ir hasta ella.
Cada vez su odio fomentaba más, y estudiaba mucho acerca de ésta magia blanca para poder acabar con el mal que había sobrevenido sobre el pueblo.
Era media noche ya cuando los truenos empezaron a azotar el cielo de forma estruendosa, por la ventana podía entrar la luz de los relámpagos, y la lluvia había empezado a caer con fuerza.
Se sacó los lentes para mirar hacia la ventana. Parecía estar sucediendo algo extraño, pues el sabía que el cielo a veces anunciaba el peligro.
Se levanto y salió de su casa sin importar la lluvia. Miró al cielo y tembló un poco para ver como la imagen de los rayos se veían patentes en el cielo.
Miró hacia al frente y se quedó estático cuando vio a lo lejos una figura, era un hombre, o bueno, aparentaba ser un hombre, pero los cuernos en su cabeza y las alas que se mostraban abiertas detrás de su espalda, confirmaban que no era nada más ni nada menos que un demonio.
Por un momento Louis se asustó, pero recordó que había hecho un conjuro. Miró al demonio y se dio cuenta que estaba justo en “la frontera”, ni él ni el demonio podían cruzar ese lugar.
Caminó para acercarse hasta éste, pues quería burlarse al mostrarle que no podía hacerle nada.
Pasó saliva al ver la sonrisa de punta a punta que tenía el demonio en su cara. La lluvia caía sobre ambos, estaban completamente empapados, pero era lo que menos les importaba.
El hombre ya más grande trató de recomponerse y no mostrarse intimidado, por lo que también formó una sonrisa.
—Vengo en son de paz. —Habló el demonio.
—¿Qué es lo que querés? Espíritu sucio. —Habló con asco.
Mateo frunció el ceño con disgusto y sonrió. —Trueno, príncipe del infierno.
Era imposible no sentirse intimidado ante el demonio, y menos mientras sus potentes truenos hacían presencia en la escena.
—Vengo a hacer un trato con vos. —Habló el demonio.
Louis soltó una risa seca. —¿Por qué aceptaría?
Mateo lo miró con sus ojos blancos.
—Porque te va a gustar.
Hola amigxs<3
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