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¡Valen! Llegamos. — dije entrando a la casa.

Te dejo esto en lo que será tu cuarto. — apoyó el bolso en las escaleras. — vas a estar más cómoda ahí. — Asentí y lo miré. — Amber. — me nombró. — No puede volver a pasar lo que pasó hoy. — Mí sonrisa se borró completamente. —Me encantas, y todo pero lo estuve pensando y no puede volver a pasar.

— Hace un rato me dijiste lo que sentías, y nos besamos, Christopher.

— Lo sé. Me encantó el beso, pero esto no puede ser, es muy difícil para mí, Amber. — bajó la mirada. — Tengo 33 años, y tú 17.

Está bien. — dije tratando de aguantar mis lágrimas. — Si es por la edad, está bien.

— No es solo por la edad, amor.

— Entiendo.

— No te enojes. No quiero que peleemos. — Me agarró de la mano.

— Te dije que está todo bien. — me solté de su agarre. — Ahora si me disculpa, señor , voy a dormir un rato.

Me di vuelta, una lágrima salió de su órbita, agarré mí bolso que anteriormente Chris había dejado en las escaleras y me fui. Mi felicidad había durado tan solo minutos.

Subí a mí habitación, me di una ducha y dormí una siesta, estaba agotada por día especial que tuve hoy.
A pesar de lo último que me dijo Christopher, no estaba tan triste, ya que me confesó que yo le gustaba.
Cerré mis ojos pensando en él, y me dormí.

(...)

— Arriba bella durmiendo. — Sentí un peso encima mío. — Vamos, levántate que tengo mucha hambre. — Abrí apenas mis ojos para ver de quién se trataba.

— Valen, ¿No sabes que no puedes despertar así a alguien que probablemente pega piñas cuando está dormida? — dije divertida.

— Me olvidé de ese temita. — salió de arriba mío riéndose. — Pero, ¡Tengo hambre! Alimenta está pancita. — se sobó su panza graciosamente.

— Está bien, tú ganas. — me levanté de la cama poniéndome mí bata de casa. — Te cocinaré. — reí.

— ¡Si! — dijo saltando y aplaudiendo como una niñita.

— Ya madura, amiga.

— ¡Jamás! — ambas reímos.

Nos dirigimos a la cocina, Valen es pésima cocinando, eso lo habrá heredado de Christopher. Ninguno sabe hacer ni un café.

— ¡Lasagna! — gritó emocionada.

— Sabía que me ibas a pedir eso.

Comencé a preparar la cena, Lasagna, es su comida favorita, por ella comería eso todos los días.

— ¿Que es ese olor tan rico? — se asomó Chris a la cocina.

— ¿Qué tienes que hueles la comida desde tan lejos? — Dijo burlandolo. — Amber está preparando muestra comida preferida.

— ¡Lasagna! — ahora gritó el emocionado.

— Exacto. Tú me entiendes, pa.

— Tal para cual, padre e hija. — solté una risa.

— Así somos los Vélez. — dijeron ambos al unísono.

Chris se sentó en la mesa de la cocina como un niño pequeño. Yo reí al verlo ahí, se veía tan tierno.

— Disculpe señor Vélez pero ya no es un niño para sentarse en la mesa. — dije seria.

— Él mentalmente tiene 5 años. — lo burló Valen. Ambas reímos.

— Que graciosas. — puso mala cara.

(…)

— Está muy rico, Amber. — dijo él probando mí comida.

— ¡Si! Está riquísimo. — Valen dijo limpiándose la boca con una servilleta. — Me hizo acordar al de la abuela, ¿No, Vélez?

— Es verdad. — Christopher se había acabado su porción. — ¿Hay más? — reí al ver qué ya había acabado y nosotras aún seguíamos con el plato lleno.

— Si, hay más. — agarré su plato y le serví otra porción.

— Yo estoy llena. — tomó un poco de su jugo. — Vélez te toca lavar los platos.

— ¿Yo? Pero tú tampoco hiciste nada.

— Yo puse la mesa y Amber cocina. — dijo riendo. — Yo voy a bañarme ahora así no tengo que bañarme mañana.

— ¡Mugrienta! — me reí.

— Eso me lo enseñó mí padre. — se fue riendo.

Yo agarré los platos juntandolos así los llevaba al lava trastes.

— Deja que yo lo hago. — colocó su mano en la mía.

— Yo puedo. — dije seca sacando su mano de la mía.

— ¿Aún estás enojada? — negué con la cabeza. — Vamos amor, no estés enojada.

— ¡Deja de llamarme así, Christopher — me llevé los platos a la cocina, él me siguió.

— Entiendo que estés enojada, pero entiendeme tú. — me detuvo. — Es difícil para mí. Ponte en mí lugar, te llevo 16 años, eres la mejor amiga de mí hija, besé a la mejor amiga de mí hija y me la quise llevar a la cama.

Sus últimas palabras me estremecieron.

— Christopher. — miré para abajo. — Se y entiendo que es difícil, y para mí también lo es. — me apoyé en la pared. — Te amo en secreto desde que tengo 10 años. — me miró. — ¿Sabes lo difícil que fue para mí verte con una casa día? — frunció el ceño. — No me mires así. Sí, te veía con mujeres.

— No era mí intención que sufras por mí, pequeña. — se acercó a mí y me abrazó.

— ¿Sufrir por ti? — me alejé de él. — Por favor, no te hagas el importante.

Caminé hasta el lava trastes, remangué mí blusa y comencé a lavar los platos.

— Deja de hacer esto. — apagó la canilla. — hablemos, por favor.

— Ya fue suficiente, ¿No te parece?

— Deja de lavar, ahora lo hago yo. — lo miré, apagué la canilla, me sequé las manos y me fui. Él me agarró del brazo. — ¿Qué quieres? — dije al borde de las lágrimas.

— A ti. — Susurró. — Te quiero a ti. — me acercó a él y me acarició la mejilla.

— Basta, por favor. — cerré apenas mis ojos y se me cayó una lágrima. Él la limpió.

— No llores, hermosa. — juntó nuestras frentes. — Me duele mucho verte así.

— Sueltame. — pedí. Rompí en llanto. — ¿No te das cuenta que me duele todo esto? Tú vienes, me dices que me quieres, me besas, y luego me dices que no nos podemos besar más, y ahora me dices esto… ¿Qué quieres que piense?

— Sólo no quiero lastimarte.

— Lo haces de todas formas. — saqué sus manos que se posicionaban en mí rostro y me fui de ahí.

Subí hasta mí habitación pero él me seguía. Cerré la puerta.

Me acosté en mí cama y no pude evitar llorar, todo esto me dolía, me dolía y mucho. Esto era imposible, lo nuestro era imposible.

(…)

Amor imposible (CV y Tú) Semi-hot. {TERMINADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora