4 || 𝓽𝓲𝓮𝓶𝓹𝓸 𝓳𝓾𝓷𝓽𝓸𝓼

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Esa tarde junto a Valentín aprendí dos cosas.

La primera, que la frase esa de que el tiempo vuela cuando uno se divierte es totalmente cierta. No me pasaba desde hace tiempo.

Y es que su risa, su sentido del humor e incluso sus comentarios fuera de lugar me hicieron sentir de maravilla, como si nos conociéramos de toda una vida y no peleáramos en el colegio por el tamaño de mis tetas. Cuando se lo propone es un buen pibe.

O quizás el mérito me lo tenía que dar a mí misma por permitirme conocerlo mas a fondo.

Sí, esa me gustó más.

La otra cosa que aprendí fue que tengo una muy buena mano para la peluquería.

Le había decolorado un par de mechoncitos de pelo y le puse color para que cambie un poco. De haber sido por él le teñía toda la cabeza, pero no. Su color natural le quedaba mejor y además resaltaba mucho más esos ojazos. No lo iba a arruinar.

— La posta, te pongo un 10. - habló mientras miraba el resultado de su nuevo look frente a un pequeño espejo que tenía en mi habitación. Se peinó un poco con ayuda de sus dedos y mordió su labio al voltear hacia mí.

— Yo quería un cuatro.

— ¿Un cuatro? ¿Por qué?

— Que me pongas un cuatro.

— ¿Me o en?

— En.

Su sonrisa fue reemplazada por una mas picarona y se acercó observándome descaradamente.

Además de hacernos los peluqueros, escuchar música y comer porquerías, también estuvimos toda la tarde tirando ese tipo de comentarios sin filtro alguno.

Digamos que era la base de nuestra dieta.

Y me gustaba.

No él, sino joderlo.

O bueno, un poco de ambas.

Una vez que quedamos frente a frente, agarró uno de los mechones de mi pelo recién teñido, lo enrrolló en su dedo y jugó con él. Ninguno de los dos decía nada pero el silencio no era incómodo y se notaba el cansancio de ambos. Fue una tarde muy larga pero muy divertida al fin.

— Tendría que irme ya. - murmuró al cabo de unos minutos. Mi mamá había llegado a casa hace un rato y cuando subió a ver si estaba me encontró con Valentín casi encima mío haciendo de peluquero.

Hay que reconocer su trabajo también.

Se lo presenté a mamá como un compañero de la escuela y nada mas. No preguntó mucho, porque eso lo dejaba para cuando estemos las dos a solas.

— ¿Ya te aburriste de mí? - cuestioné bromeando. Se mordió el labio de nuevo y como acto reflejo mi mirada bajó hasta su boca. Apenas me rescaté de eso giré la vista hacia otro lado.

— No, pero tengo miedo de que ahora me quieras hacer otro piercing o un tatuaje con tu nombre. - soltó una risa y me contagié. Con la palma de su mano chocó suavemente mi brazo, como si aclarara que lo anterior era una joda, y después se giró encarando a la puerta.

— Sé que en algún momento vas a llevar mi nombre en tu piel. - hablé haciéndome la poeta y caminé tras él saliendo de la habitación.

Eran cerca de las ocho de la noche y el olorcito a comida ya se hacía presente en la sala. Mamá debía estar mandándose uno de sus mejores platos para sorprender a Valentín, dando por hecho que se quedaba un rato más.

Como la conozco.

— Pero qué lindos que están los dos. - dijo mi mamá con un repasador en el hombro y una cuchara de madera en la mano asomándose desde la cocina. Me miró guiñando el ojo y después a Valentín.- ¿ya te vas?

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora