40 || 𝓲𝓷𝓽𝓪𝓬𝓽𝓸

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Cuatro meses después.


Un largo suspiro salió de mi boca al ver que un nuevo grupo de clientes ingresaba en el local, diez minutos antes de que éste cierre. Odiaba que no tengan consideración y aparezcan a última hora, sobretodo porque suelen ponerse a revisar cada perchero hasta llevarse como mínimo diez prendas al probador para después no comprar nada. Parecía a propósito.

Terminé de teclear la respuesta al mensaje de Polly y luego de enviarlo fingí una sonrisa para atender a la gente y que así se larguen lo mas pronto posible. No estaba teniendo un buen día, claramente mi vida había cambiado y ahora todo me parecía una completa mierda. Pero si quería salir adelante y dejar atrás esa etapa de nómade por seguir a mamá, debía brindarle confianza, juntarme unos pesos y al fin independizarme.

— Buenos días, perdón, tardes, noches mejor dicho. -dije delante de las dos señoritas que acababan de entrar. Miré mi muñeca fingiendo que tenía un reloj y le di unos leves golpecitos con el dedo índice esperando que entiendan la indirecta y se apresuren.- ¿en que las puedo ayudar?

— Necesito un vestido. -explicó una de ellas y se dispuso a darme mas detalles que claramente no me interesaban.- ¿negro me quedará bien? Tengo una cita esta noche y ya no se que ponerme, ¿me podrías ayudar?

Sí, ponete una alarma y preocupate por conseguir ropa antes, pedazo de mononeuronal.

— Dale, acompañame que te muestro los últimos modelitos que entraron. -murmuré manteniendo aún la sonrisa de mentira en el rostro y con la mano le hice una seña para que me siguiera. Iba todo de maravilla hasta que la otra estúpida que venía a su lado soltó un comentario que fue difícil de ignorar.

— ¿Sabrá algo de moda y buen gusto esta? Porque no parece.

La tarada principal le dió un codazo para callarla y mi sangre no tardó en comenzar a hervir en cuestión de segundos. Era habitual que los clientes sean unos maleducados y muy poco considerados a la hora de tratar conmigo, sin embargo nunca llegaban a meterse directamente con mi persona ni con mi apariencia, y no estaba para tolerar algo así.

— Disculpame, ¿que dijiste? -la enfrenté directamente y llevé las manos a mi cintura plantándome firme delante suyo.

— Que si tenes buen gusto para elegir que ponerte, porque tu estilo es aburrido y mi amiga necesita ayuda profesional. -me respondió haciéndose la corajuda y si no la estrolaba contra la pared era solo porque necesitaba el trabajo.

— ¿Ayuda profesional? Tu amiga se hubiese acordado antes y así buscaba con más tiempo, ¿sabes? -le devolví y me resigné a la idea de atenderlas. Además mi turno acababa de terminar.

— ¿Así pensas conseguir novio? ¿Vistiéndote como un varoncito? -retrucó sin quedarse atrás.

Agárrenme porque la mato.

El enojo brotó por mi cuerpo de una manera descomunal y sería hipócrita de mi parte decir que no me afectó escuchar ese comentario en un momento tan sensible como este. No quería tocar ese tema porque me debilitaba pero tampoco iba a permitir que me rebaje y se la lleve de arriba.

— ¿Y vos con ese carácter de mierda? Seguro no te banca nadie así que tomatela, las dos. -apunté en dirección a la puerta con el brazo y habrá sido tan evidente el estado de furia que cargaba mi rostro que enseguida acataron la órden sin chistar.

Bufé con frustración y pasé las manos por mi pelo tironeándolo un poco con la idea de aliviar esa rabia que me carcomía por dentro. Lo que me jodió en sí no fueron sus palabras porque lo tomaba de quien venía, sino que se meta con mi estado amoroso que bastante mal estaba en ese entonces.

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora