27 || 𝓬𝓸𝓷𝓿𝓮𝓷𝓲𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪

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Mi cuerpo cayó desplomado sobre el sillón de la sala como si fuese una bolsa de papas y Valentín imitó la acción ocupando lugar en la otra punta donde apenas quedaba un lugarcito libre para que pudiese sentarse.

Habíamos pasado las últimas tres horas limpiando y ordenando la casa hasta dejarla de punta en blanco, logrando así complacer a mi mamá que no sacó su cara de culo hasta que la última botella ya vacía estuvo dentro de la basura.

Tuve que comerme el reto de mi vida no solo porque la cocina era digna de ser dinamitada, sino porque el baño y el living lucían igual o peor. Era difícil de creer como fue que anoche ni siquiera nos dimos cuenta de que quedó todo tan zaparrastroso. Olvídense de que me dejen hacer una juntada de nuevo en esta casa.

El único consuelo que me quedó fue ver la cara de Valentín en el momento en que mi mamá tocó el tema de lo sucedido hoy al mediodía cuando entró en mi cuarto y nos encontró casi cogiendo. La mina se sintió con la confianza suficiente para joderlo y al final de todo terminaron poniéndose los dos en mi contra para molestarme a mí.

A diferencia de él, no pude hacerme cargo de que entre nosotros pasaban cosas porque aún no estaba lista para confesárselo a mamá. Contrario a Valentín que por poco no le termina pidiendo permiso para proponerme matrimonio ahí mismo. Así de extremista resultó ser.

No se a quien me hace acordar.

- Pasame el control. - pedí mirándolo y acomodé mis piernas extendiéndolas del todo hasta dejar mis pies encima de sus muslos. Él estaba sentado y yo recostada porque la reina siempre, obvio.

- ¿Dónde está? - preguntó moviendo apenas la cabeza con pereza para buscarlo con la mirada.

- En tu culo fijate. - murmuré riendo y sentí como me pellizcaba una nalga antes de enderezarse y agarrar el control que estaba apoyado a un lado del sillón sobre la mesa ratona. Me lo arrojó con cuidado dejándolo caer sobre mi vientre y volvió a relajar la postura retomando la posición anterior.

- Sos vos la que vive metiéndose cosas por ahí. - murmuró continuando mi juego luego de unos minutos, mediotarde pero igual sirvía.

- La tuya me gusta meterme.

- ¿En dónde? - esbozó una sonrisa y posó sus ojos sobre mí arqueando una ceja. Le devolví el gesto contagiándome de la expresión que ahora mismo tenía su rostro y estiré con cuidado una de mis piernas hasta llevar mi pie mugroso a su boca.

- Comé Valen, comé. - solté una carcajada que duró mucho mas de lo esperado porque me agarró del tobillo y empezó a hacerme cosquillas.

Era una tortura y él bien sabía lo mucho que odiaba que hiciera esas cosas, pero supongo que me lo merezco por haber sido tan cruel. Sacudí mi cuerpo en el sillón, extendí los brazos en su dirección y traté de alejarlo sin lograr un carajo.

Claramente Valentín tenía mas fuerza y no se cómo ni en qué momento terminó entre mis piernas, atacando ahora mi panza y mis costillas, sacándome mas risas de las que quería permitirle. Era un forro.

- Encima me ponés tu olor a pata, sucia de mierda. - objetó deteniéndose de a poco, dejándome con la respiración agitada y la ropa toda revuelta. Mordió su labio inferior sin apartar su mirada de la mía y dejó caer las manos sobre su regazo teniendo compasión.

- ¿Y vos con ese olor a chivo que emanás? - apoyé los antrebrazos en el sofá y sostuve así una parte del peso de mi cuerpo manteniéndolo a él entremedio de mis piernas.

- Es olor a hombre, a hombre que garcha mucho.

- ¿A quién te garchas vos pibe? - bajé el tono de la voz llevando mis manos a sus hombros y tiré de él de modo tal en que quede ahora encima mío. Con las piernas abracé su cuerpo y sonreí cuando empujó la cadera hacia adelante chocandose contra la mía.

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora