35 || 𝓲𝓭𝓪𝓼 𝔂 𝓿𝓾𝓮𝓵𝓽𝓪𝓼

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Las manos de Valentín recorren el contorno de mi cuerpo hasta situarse en mi cintura donde ejerce una muy leve presión para agarrarme. Su torso desnudo roza con el mío que se encuentra igual, rodeados de calor y de sudor con la respiración un tanto agitada. Sus labios hacen contacto con mi boca y es justo ahí donde me pierdo, los problemas desaparecen y de un segundo a otro la vida misma es color de rosa. Sujeta una de mis piernas y la sube a su cadera conectándonos más todavía. Por el momento solo se mueve para frotarse y yo, ansiosa de deseo, le pido más y más. Me sonríe dejando a la vista su dentadura y antes de regresar a mis labios desvía su atención hacia la unión de nuestros cuerpos.

Agacha la mirada, mi visión se distorciona y de repente la situación cambia de parecer apenas posa sus ojos en mi, transformándose en Mateo con una sonrisa ganadora.

Me despierto sobresaltada, sufriendo la falta de aire y con el corazón latiendo a mil por hora. No, no fue real, pero tampoco me servía de consuelo que solo se trate de un sueño. O mejor dicho pesadilla.

¿Será una rara especie de señal?

Estiro mi brazo en dirección a la mesa de noche y tanteo hasta encontrar mi celular para chequear la hora. La pantalla marca las 05:30 de la mañana y casi por naturaleza la desbloqueo y voy en busca de mi chat con Valentín, quien sigue sin dar señales de vida.

De vida, conmigo.

Nuestra última conversación es de hace unos días, de hecho tiempo antes de que todo se arruinara. Evito ser una masoquista como lo fui hasta ahora y me contengo a releer las cosas que alguna vez me dijo y de las cuales hoy por hoy ya no queda nada. Aquella noche en que se fue de casa tras haber discutido por el tema de Mateo, no volvió a buscarme y si me contuve de hablarle fue para darle su espacio porque yo también necesitaba el mío para entender que le sucede a mi cabeza.

Y aunque ignorarlo era probablemente mas difícil que ir corriendo a sus brazos, sabía que tomar distancia nos haría bien. Por ello saqué una fuerza interior que no sabía que tenía y me contuve a todo, haciendo nada. Él tampoco regresó y supongo que por eso fue mas sensillo para mi dejar de estar atrás suyo; sensillo, no menos doloroso. Mi mejor amiga fue de gran contención en los últimos días, de los cuales sacamos provecho al estar en vacaciones para distendernos y fortalecer el vínculo.

Esta vez no me aconsejó que le enseñe a Valentín que era lo que se estaba perdiendo por tonto, en cambio, me recomendó que me dedique tiempo a mi misma, para sanar y aclarar mi mente. Así fue como el receso escolar pasó volando y cuando quise caer en cuenta ya nos tocaba regresar a clases. Osea hoy, en un par de horas.

Claramente implicaba tener que cruzarme con Valentín y el resto de los chicos, pero se supone que estoy mas fortalecida y que puedo lidiar con el peso de su indiferencia tal como hice hasta ahora.

Dejé a un lado el celular y me enfoqué en volver a dormirme, dando mil millones de vueltas en la cama al no poder conciliar el sueño de nuevo. Era una mierda porque de los nervios apenas había logrado descansar un par de horas, el resto las ocupé desvelándome con mis pensamientos y soñando con personas que no debería tener en mente. Una vez que mis ojos por fin se cerraron haciendo el amague de dormir, la alarma comenzó a sonar hasta dejarme ensordecida.

La idea de arrancar el día con vibras positivas quedaba totalmente descartada para mi y miren que lo intenté eh, pero no, fracasé. Me preparé para ir al colegio y bajé a desayunar con mi madre que para ese entonces salía de la cocina con dos tazas de café caliente en la mano. Una me la sirvió a mí y la otra la apoyó en la mesa del comedor frente a Daniel, quien lucía impecable y con muy buen humor a pesar de lo temprano que era.

Desde la cena de presentación que tuvimos entre nosotros tres y luego el otro individuo, Daniel fue integrándose en la pequeña familia a un ritmo un tanto mas acelerado del que me esperaba, pero que tampoco me molestó porque parecía un buen tipo. Y cabe destacar también que su presencia en casa me sirvió para despejarme ya que al contar con su 'visita', tenía con quien relacionarme además de mamá y así ocupaba mi cabeza en otra cosa que no sea lamentarme por lo sucedido con Valentín.

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora