39 || 𝓿𝓪𝓵𝓮𝓷𝓽𝓲𝓷

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Nunca busqué un amor de telenovelas porque no era lo mío creer en ese tipo de cursilería, sin embargo, desde el primer momento en que la vi, supe que sería mi película romántica favorita.

Y ahora que la tengo, que puedo mirarla todas las veces que quiera como si fuese un DVD, rebobinando al revivir momentos, sentir la emoción de una escena que me encanta y ponerle play otra vez, lo único que deseo son mas temporadas a su lado. Que lo nuestro tenga secuelas infinitas, que se convierta en algo de nunca acabar y traspase la pantalla.

Que quede en la historia como un clásico, digno de recordar y también de vivir. Lleno de premios de oro y reconocimientos, poder presumirla frente a una multitud enorme o delante de nuestro grupo de amigos siendo la envidia del resto. Agarrarla de la mano y llevarla conmigo a recorrer una alfombra roja para que se luzca por si sola, sin importar que me opaque porque su sonrisa y toda ella en general vale más que cualquier cosa.

Pero no somos una serie con temporadas ni tampoco tenemos segunda parte. Y ojalá pudiese haber elegido otro final, uno alternativo al que Pía decidió darle a nuestra historia.

Esa tarde que vino a buscarme me costó escucharla. Nunca creí que fuese capaz de hacerme tanto daño a tal punto de clavar un puñal en mi espalda y hundirlo ella misma, pero ahí estaba. Lo hizo sin pudor y cuando trató de remediar los hechos me cegó la impotencia, el enojo y la decepción. Me costó entenderla, ponerme en su lugar y comprender porqué hizo lo que hizo. Que tratara de lastimarme para mantenerme lejos suyo resultaba imperdonable, casi imposible de creer, más viniendo de parte suya.

A pesar de todo lo hizo y el que no tuviera piedad alguna me destrozó por completo. Como fue que de un momento a otro dejáramos de sentir lo mismo, haciéndome creer que había alguien más en su vida y que para colmo se trataba del chico que tantos problemas nos trajo en la relación. Fue astuta, lo admito, y me duele pensar que en su mente maquineó toda esa mentira que finalmente lanzó contra mi como si nada, sin importar cuánto podría llegar a afectarme.

La realidad tampoco era linda, pero prefería saber que teníamos los días contados antes de que me obligue a alejarme con angustia y rencor porque no solo tuvo el descaro de mentirme, sino que además se aseguró al cien por cien de instalar ese rechazo que me llevó a mantenerme lejos suyo en las últimas semanas que echamos a perder. 

Una vez que la veo cruzar la puerta para marcharse, algo en mi interior cambia y mi corazón le termina ganando a lo que dictaba mi mente en ese entonces. Actuando sin pensar voy detrás de ella y logro detenerla justo a tiempo. Ninguno de los dos es capaz de emitir palabra alguna y nuestros labios se unen, dejando de luchar contra todo aquello que me impide acercarme porque se supone que está mal lo que hago; insistir donde ya no queda nada porque así lo impone Pía, tirar de la soga que nos separa estando uno en cada extremo, sin fuerzas, agotados.

Sostengo su cuerpo cuando trepa por el mío y aprieto tanto como puedo, buscando elimitar todo tipo de distancia que queda entre ambos dos. El beso va subiendo de instensidad y por dentro me encuentro perdido en el dulce sabor de sus labios, rezando poder besarla hasta que se desgasten y quedemos sin aliento.

Cuando se separa para respirar puedo sentir un vacío enorme que me invade justo en el centro de mi pecho, ahí donde el corazón sigue latiendo por ella tal como lo hizo en un principio. Me aseguro de sostenerla sobre el antebrazo y acerco la mano libre a su rostro para acariciarla. Es tan difícil soltarla y dejarla ir con tanto amor que guardo dentro.

Evito el contacto visual y me acerco al costado de su rostro llevando mi boca a su oreja. Sé que la enloquecen los besos en aquella zona y aunque tomo conciencia de que debo liberarla es imposible. Suelto un suspiro que logra erizar los pelitos de su nuca y aclaro la garganta antes de continuar.

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora