34 || 𝓶𝓸𝓷𝓽𝓪𝓷𝓪 𝓻𝓾𝓼𝓪

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El viaje de regreso a casa se convirtió en una pesadilla a partir de que Valentín decidió ignorarme por completo ya que seguía molesto conmigo. Y yo, como buena orgullosa que soy, me cansé de andar atrás de su culo intentando explicarle cómo eran las cosas en realidad ya que ni siquiera era capaz de escuchar mi versión.

En parte lo entiendo, le dí justo en la hombría y me metí con su mejor amigo. De haber sido al revés probablemente hubiese reaccionado igual o peor, pero eso no quita que me moleste el que no quiera oírme cuando mi única intención era reparar el daño. Las últimas dos o tres horas se las pasó haciendo caso omiso a mi presencia, evitándome en todo momento y actuando como si yo no existiera. De ese modo resaltaba su enojo.

Al principio lo dejé pasar, creyendo que era yo quien estaba en falta y así fue como permití que toda la culpa recaiga sobre mi. Luego, gracias a mi mejor amiga Polly, pude entender que todo ese lío se debió también a Mateo, y que lo mas justo sería que se haga cargo también. No era yo quien lo buscaba o la que tiraba indirectas en cada oportunidad que tenía, y con esto no quiero justificar mis reacciones, pero debería repartir su enojo en lugar de descargarse solo conmigo.

Mateo condujo de regreso a la ciudad y a medida que nos repartía a cada uno en su casa, nos despedíamos como podíamos y luego nos reacomodábamos en el asiento obteniendo mayor comodidad ya que al principio fuimos todos apretados. La primera en bajar fue Pilar, seguido de Kevin y ahora solo quedábamos nosotros cuatro. Ninguno hablaba, lo único que se escuchaba era el sonido del estéreo y siendo honesta ya me daba muy igual todo.

Valentín se pasó al asiento de copiloto en la primer oportunidad que tuvo y lo tomé como una señal de que a su amigo lo disculpaba, mientras que a mi me seguía haciendo la cruz. Empezaba a caerme mal porque a Mateo siempre le deja pasar todo, en cambio yo que se supone que soy su compañera, su novia, su todo, no me perdonaba una. Pendejo de mierda.

Una vez que el auto se estacionó frente a mi casa, Mateo se ofreció en ayudarme a bajar las cosas y enseguida me negué. En cambio, bajé con Polly y entre las dos sacamos nuestras pertenencias del baúl y las entramos. No me preocupé por saludar ni mucho menos por agradecer ya que ahora mismo la rabia me estaba ganando. Se apoderaba de mi al igual que sucedía cuando me llenaba de impotencia y tratándose de Valentín, el sentimiento se multiplicaba por un millón.

Dolía, claro que sí, pero podía jurar que no era mas que un malentendido porque Mateo en mí no genera nada.

— ¡Pía, mi amor! ¿Llegaste? -la voz de namá se hizo presente en la sala y su sonrisa me descolocó por completo ya que no solía mostrarse así de feliz.

— Estoy con Polly, mamá. -le avisé para que sepa y la ví asomarse por el arco de la cocina con los brazos abiertos y una expresión que derrochaba demasiada alegría para mi gusto. Algo raro pasaba.

— Vení un minuto, te quiero presentar a alguien.

Mi pulso se cortó y tragué saliva con dificultad. Que no sea lo que estoy imaginando porque mi cabeza no es capaz de soportar una situación así justo ahora. Polly me miró con cara de que no entendía nada, se encogió de hombros y me hizo seña de que reaccione ya que acababa de quedarme petrificada.

Le pedí a mi amiga que me espere en mi habitación y luego de respirar con profundidad, caminé despacio rumbo a la cocina donde me encontré con el mismo escenario que creó mi mente hace tan solo unos segundos atrás.

Para qué.

— Hija, él es Daniel, Daniel, ella es mi hija Pía. -mamá seguía con esa sonrisa de tonta y si no paraba la iba a golpear.

Ese tal Daniel se acercó y me extendió su mano al presentarse con una cara sonriente también. Tuve que dejar de cruzarme de brazos para corresponderle y me quedé mirándolo un momento mientras arqueaba una ceja. No estaba mal, era un hombre fachero y debía tener la misma edad que mi mamá o un par de años más. Lo que sí llevaba puesta una camisa espantosa y aunque no aparentaba estar fingiendo para agradarme, sabía que en realidad así era la cosa. Y ya que estamos, vamos a enseñarle lo que le espera para evitar una sorpresa después.

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora