3 || 𝓬𝓪𝓶𝓫𝓲𝓸𝓼

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El segundo día de clases llegó y con eso mis ganas de desaparecer dijeron presente otra vez. Traté de enfocarme nada mas que en el estudio y pasar por alto las provocaciones de Valentín.

Se acercó durante el recreo para preguntarme si tenía hambre. Le dije que sí, pero que no necesitaba su ayuda para eso. Y así y todo me respondió con un "comete esta" mientras se apretaba el bulto del pantalón en pleno pasillo de la escuela.

Nadie le decía nada porque era una especie de líder ahí. O por lo menos eso aparentaba dentro de nuestro grupo. Y a mí empezaba a causarme algo de gracia el hecho de que se esfuerce tanto en romperme las pelotas.

No iba a ganar mucho si le hacía la contra y por ahora no quería tener problemas con nadie. Prefería seguirle el juego y listo, de todos modos tampoco me desagradaba cerrarle la boca cuando retrucaba alguna de sus barbaridades o le soltaba frases en doble sentido.

Era una buena manera de divertirme. No de integrarme.

Eso aún no.

Al salir de clases regresé directo a casa. Mamá solía llegar a media tarde, cansada y con unas cuantas horas de trabajo encima. Así que la mitad del día lo pasaba sola, encerrada, porque era nueva en la ciudad y no conocía a nadie.

Una chica se acercó hoy en el recreo pero no hizo mucho más que presentarse ante mí. Se llamaba Polly y resultó ser mucho mas amable que Valentín, por ejemplo, a la hora de darme la bienvenida. Me dejó su número y quedamos en que nos íbamos a escribir así contaba con ella en caso de necesitarla. Pero me pareció demasiado molestarla justo ahora. Recién era mi segundo día y podía lidiar sola con el aburrimiento.

Almorcé algo rápido, hice un poco de tarea y luego me cambié de ropa estando dispuesta salir aunque sea a dar una vuelta de manzana. Literalmente no conocía nada ni a nadie.

Me puse unos jeans negros, una remera negra y una camisa a cuadros que me quedaba grande. El pelo suelto y mis zapatillas de siempre.

Por las dudas dejé una notita en la heladera a mi mamá para avisarle que salía. De todos modos solía darme bastante libertad en ese sentido. O será que nunca me privé de nada.

Como sea.

Salí de casa y con las manos en los bolsillos empecé a caminar. Hice una, dos, cinco, siete cuadras y crucé por una plaza donde había demasiada gente para mi gusto. No me quedé ahí.

Pero alguien vino conmigo.

Traté de mantener la mirada al frente sabiendo que me estaban siguiendo y actué como si nada estando en la mía.

Valentín venía solo, se adelantó apenas pudo e imitó mi acción de guardar las manos en los bolsillos de su pantalón pero dejando los pulgares afuera. Lo miré.

— ¿No te cansas nene?

— No, ¿vos si? Porque te llevo a upa si querés. - no era a eso a lo que me refería pero hubiese sido raro si no cambiaba mis palabras para darle otro significado.- ¿a donde vas?

— A ningún lado.

— A mí me parece que sí.

— Sos re denso Valentín, dejame en paz.

— ¿En paz? ¿Dónde queda? - me jodió riéndose y con la paciencia ya al límite quise golpearlo hasta que me deje tranquila. Y lo hice. Choqué mi puño contra su brazo y enseguida sentí que sujetaba el mío para frenarme de golpe y llevarme hacia atrás, contra él.

Fruncí mi ceño y se rió todavía más.

— Guarda nena, tenés que mirar antes de cruzar la calle. ¿No te enseñó tu mamá? -cuestionó burlón. Y si no fuese porque acababa de salvarme la vida le hubiese escupido la cara.

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora