5 || 𝓶𝓪𝓼 𝓬𝓪𝓶𝓫𝓲𝓸𝓼

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Las semanas comenzaron a volar y mi trato con Valentín mejoró un montón.

Me gustaba pasar tiempo con él. Era divertido y además se tomó muy en serio eso de darme un recorrido por el barrio así conocía la ciudad donde ahora vivía.

Todavía tengo el recuerdo del tercer día de clases, cuando los dos aparecimos con el pelo renovado y sus amigos parecieron haberse puesto de mi lado porque en lugar de burlarse me defendieron a mí.

Tuvo que confesar que fue por culpa mía y así dejó a la vista que pasamos tiempo juntos el día anterior.

No me molestaba, tampoco era algo de otro mundo y nos llevábamos bien. Además, ahora contaba también con ellos ya que de a poquito me iban integrando al grupo.

También estaba Polly, la chica que se acercó uno de los primeros días y me dejó su número de celular, aunque con ella solía juntarme más por motivos de estudio y si había que hacer algún trabajo en grupo. Porque hacer eso con Valentín o con alguno de los chicos era una condena a muerte. No por nada se sentaban siempre en el fondo.

Yo también pero al menos no me rascaba las cuatro horas de clase.

Touché.

Era viernes por la tarde, último día de escuela en la semana.

Estábamos con Valentín en mi casa haciendo algo de tiempo hasta que llegue la hora de salir, porque claro, él nunca perdía la oportunidad de irse de joda apenas pueda librarse de la rutina semanal.

El reloj marcaba las siete de la tarde y para mí faltaba una eternidad hasta que nos vayamos la previa con sus amigos y todo eso. Así que para variar, me quejé.

— Me está dando mucho sueño nene.

— No seas una vieja chota, dale. Es la primera vez que nos vamos a mover el orto después de que nos lo rompan en la escuela toda la semana. -soltó y me reí, que oportuno.

Estaba sentado en un pequeño sillón que tenía en mi habitación porque yo ocupaba toda la cama ahí acostada y no le dejaba lugar.

Ni en pedo.

Bueno, en pedo capaz sí.

Un poquito.

— ¿Te rompieron el orto Valen? ¿Que se siente? - pregunté siguiendo su juego y carcajeó.

— No se, ¿querés probar?

— Uh, dale.

En un abrir y cerrar de ojos se acercó y sin tener ni el mas mínimo cuidado se tiró encima mío sobre la cama. Pegué un grito a modo de queja, claro, porque me aplastó toda y lo golpeé en el pecho hasta que se recostó a mi lado.

Imbécil.

— Nunca lo hice por atrás, me da cosa. - hablé después de unos minutos en silencio continuando con el tema. Estábamos acostados boca arriba, él con los brazos bajo su cabeza y yo con las manos encima de mi vientre mirando el techo.

— A mi tampoco me lo hicieron, aclaro. - comentó y me reí por la obviedad. Lo miré y solté un suspiro suave.

— Solamente en la escuela.

— Ajá. -afirmó y se removió sobre el colchón hasta quedar de costado. Uno de sus brazos lo dejó en la cama y en su mano recargó la cabeza. Se veía tan lindo así, mirándome.- ¿que tenés pensado ponerte hoy?

— ¿Para salir? Un jean y una remera. - contesté sincera y bufó revoleando los ojos.

Era la verdad, arreglarme nunca fue lo mío y mucho menos para ir a un lugar lleno de gente. No era una ciruja, pero tampoco me ponía tacos altos, un top del tamaño de mi corpiño y una pollera que le entra a una nena de doce años por lo chica que es. Además después me cagaba de frío.

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora