12 || 𝓮𝓼𝓹𝓮𝓬𝓲𝓪𝓵𝓮𝓼

4.7K 287 98
                                    

Después de haber pasado casi toda la tarde comiéndonos a besos, peleando por cualquier tontería y cagándonos de risa también, Valentín me acompañó a mi casa ya que no quería que me vaya sola.

Y de paso seguíamos matando el tiempo juntos.

Habíamos comprado algunas cosas para comer mas tarde y al llegar a casa nos encontramos con que mi mamá ya tenía la cena casi lista, y por supuesto, lo invitó a Valen a cenar.

La mujer se mandó terrible olla de ravioles y por poco no nos comemos tres platos cada uno. No fue una competencia para ver quién comía más, estaban ricos posta.

Mientras Valentín se ofrecía para lavar los platos y mi mamá ordenaba el resto de la cocina, aproveché para darme una ducha rápida y vestirme con algo mas cómodo que no sea una pollera que se sube cada vez que me lo chapo.

Bajé veinte minutos después y me encontré a ese par tomandose un cafecito en el comedor mientras hablaban de quién sabe qué, porque apenas entré se callaron.

Ya podía imaginarme a mamá contándole todo el drama de mi vida, ese que hasta ahora me encargué de ocultarle a Valentín.

Me sonrieron los dos y ella se levantó acercándose a donde yo estaba.

— Es un amor este chico, Pía. - dijo mirándome.- ¿de dónde lo sacaste?

Si supieras mamá.

Le sonreí sin mostrar la dentadura, me dió un beso en la mejilla y luego se despidió de ambos porque ya iban a ser las diez de la noche y no quería perderse la novela.

Caminé a la mesada donde estaba Valentín lavando su taza y lo miré con una sonrisa mordiendo mi labio inferior.

Se estaba haciendo un poco tarde pero no quería que se vaya. Y al parecer él tampoco porque sugirió una muy buena idea.

— ¿Hacemos los brownies? Dijiste que me ibas a enseñar. - habló mientras secaba sus manos con un repasador y apenas terminó me robó un beso.

— Tenes que leer lo que dice la cajita y seguir los pasos, tampoco soy una Master Chef. - admití entre risas y agarré una de sus manos atrayéndolo hacia mí hasta que su pecho rebotó contra el mío.

— Pero quiero que me enseñes vos.

Había dicho eso casi en un susurro y sobre mi boca. Recorrió mi espalda con sus manos, pasando por mi culo hasta llegar al final del mismo. Me agarró de ahí con fuerza y terminó sentándome sobre el mármol abriéndose paso entre mis piernas.

Mis manos fueron a parar ahora a sus hombros, los cuales acaricié con ternura sin sacarle los ojos de encima.

Pasaron más de dos horas sin probar su boca y ya estaba sufriendo la abstinencia de Valentín.

Cortó distancia con mi rostro y comenzó a dejar pequeños besos en mi mejilla al mismo tiempo que sus dedos acariciaban sutilmente mis piernas. Me estremecí por el tacto y suspiré.

Hacía de todo y a la vez nada y no entendía porqué no me estaba besando.

— Yo te enseño pero hoy te quedas acá conmigo.

No era una pregunta ni tampoco una sugerencia, quería estar con él y seguir disfrutándolo durante el resto de la noche y madrugada.

La idea pareció gustarle porque lo ví sonreír y enseguida subió hasta mi boca para darme un beso.

Sujeté su mandíbula con una mano asegurándome así de que no se aleje tan pronto y lo besé lento e intenso a la vez.

Su boca sincronizaba con la mía y encajaban perfecto. Los labios de Valentín eran una locura y no me cansaba, nunca podría cansarme de él. Deslizó su lengua para encontrarse con la mía y mi espalda se arqueó buscando generar mas contacto entre nuestros cuerpos si era eso posible.

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora