1 || 𝓻𝓮𝓫𝓮𝓵𝓭𝓮 𝓼𝓲𝓷 𝓬𝓪𝓾𝓼𝓪

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Primer día de clases y yo de mal humor.

Habíamos llegado a la ciudad el fin de semana y siendo hoy lunes ya tenía que asistir a la escuela.

Mi mamá se encargaba siempre de inscribirme y asegurar una bacante antes de una mudanza, por eso no tenía respiro. Casa nueva, ciudad nueva y empezar de cero en otro colegio también. Todo a las apuradas, como había sido siempre.

No iba a privado porque en casa escaceaban los lujos, pero tampoco me quejaba porque era mejor así.

Nunca me gustó la idea de clavarme una pollera de colegiala con una camisa abrochada hasta el cuello y zapatos espantosos. Así que gracias mamá por ahorrarme el disgusto.

Esa mañana me desperté y desayuné junto con ella. Hablamos un poco acerca de todo este nuevo cambio, su trabajo y mi cara de culo. Es lo que hay, le respondí, y sin esperar mucho más me acompañó hasta la escuela.

Mi mochila negra y con tachas colgaba en mi hombro haciendo juego con la ropa del mismo color y el pelo sin arreglar. Sentí la mirada de todo el mundo posándose sobre mí apenas crucé la puerta de entrada, y si no fuese porque acababa de llegar, ya los hubiese mandado uno por uno a la mierda.

Antes de ir al salón debía pasar por la dirección para que me indiquen cuál era mi clase y toda esa porquería.

Era como estar en un laberinto pero ni ahí que iba a pedir ayuda para llegar antes.

Como si me importara ser puntual, já.

Crucé el primer pasillo y al encaminarme hacia donde creía que estaba el director choqué con él.

Era un chico delgado y un poco más alto que yo. Venía acompañado de otros dos más que se reían y hablaban de quién sabe qué. El primero me miró y enarcó una ceja.

Tenía una mirada bastante llamativa y un arito en la ceja que le quedaba bastante bien.

— ¿Perdida nena?

¿Nena qué? Pensé.

— En tus ojos, bombón. - respondí y seguí mi camino, porque como dije antes, no necesitaba la ayuda de nadie para llegar a destino. Menos de alguien que me llamaba así.

No me giré a mirar si me observaba porque seguramente lo estaba haciendo, él y sus amigos. Y así continué.

Diez minutos mas tarde logré encontrar la dirección y gracias al cielo no permanecí mucho tiempo ahí porque al director se le dió por cumplir bien con tu trabajo y llevarme a clases, las cuales por cierto estaban a punto de empezar.

Y ahí venía lo peor.

La gran mayoría de los alumnos junto con la profesora ya estaban adentro y me hicieron esperar a un lado para presentarme antes de que fuese a ubicarme en algún lugar.

En eso lo ví, otra vez.

El chico de los ojazos con su apodo bien de mierda.

Entró en el salón y al pasar junto a mí chocó su brazo con mi hombro y me miró con una sonrisa divertida.

Me contuve a enseñarle el dedo medio solo para fingir que era una chica educada y minutos después la profesora me llamó.

— Hoy tenemos una nueva alumna. - dijo alzando un poco la voz ya que cada uno parecía estar en la suya ahí. Entrecerré los ojos y suspiré.- su nombre es Pía, Pía Romano, ¿alguna pregunta que quieran hacerle?

No, por favor no.

— Sí, yo. - dijo el mismo chico de ojos y piercing antes de ponerse de pie como si fuese a entonar el mismísimo himno nacional. Que educado.- ¿cuánto tenés de corpiño?

— ¡Oliva! - regañó la profesora y enseguida me miró pidiéndome disculpa por tal recibimiento.

Si fuese por mi le mostraba en vivo y en directo la etiqueta del sujetador para cerrarle el culo, pero no, era demasiado para un primer día. En cambio, respiré hondo y me acerqué a su pupitre con la mejor cara que pude poner en ese momento. Mientras tanto el público miraba.

— ¿Cuánto decís vos? - solté. Mis manos estaban ahora apoyadas en su mesa y el chico que se sentaba al lado suyo miró atónito la situación.

Oliva relamió sus labios y se limitó nada mas que a sonreír. Claramente esto no iba a quedarse ahí.

Y para mí, era un muy buen inicio de clases.



rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora