Cubrí mi boca con una mano al soltar un bostezo y pestaneé varias veces seguidas intentando mantenerme despierta. Era viernes, por lo cual la jornada laboral se volvía mas intensa debido a la cantidad de clientes que suelen venir al local por el fin de semana. A veces detestaba no tener una compañera que me ayude en las tareas o con la atención al público, hasta que recordaba que de este modo me queda todo el sueldo para mi por lo cual es mas fácil ahorrar para irme de casa lo antes posible.
No importa. El punto es que soy mas cansancio que persona y todo se lo debo a la madrugada de desvelo junto a Valentín vía celular. Realmente había valido la pena el dormir solo un par de horas con tal de mantener una de las conversaciones mas extensas que tuvimos en el último tiempo.
Los chicos se quedaron en casa esa noche y luego de cenar compartimos unos tragos y miramos películas. Claramente la tensión había desaparecido y pudimos formar un ambiente mas agradable en el que reinaban las carcajadas, los chistes y el buen humor tan característico de ellos. Sin duda me hacía bien al alma tenerlos acá conmigo aunque fuese por un par de días, y en cuanto a Valentín, bueno, él le brinda alegría a mi corazón.
Haber admitido lo mucho que lo echaba de menos fue lo mejor que pude hacer. Gracias a ello supe lo que era ya evidente, es decir, que el sentimiento es mútuo y que quizás no estaba todo perdido como imaginaba.
Hablamos acerca de las últimas cosas que vivimos a lo largo de la semana que pasó, como la decoración que le di a mi cuarto y las clases de música en las que se anotó él hace poco. El trato de mamá y Daniel que parecía fortalecerse cada día, la visita de nuestros amigos que no desaprovechó para echármelo en cara y a partir de ahí todo fue histeriqueo, puro chamuyo y la idea latente de reencontrarnos en algún momento. No pusimos fecha ni acordamos nada, lo dejamos en manos del destino o de alguna casualidad, queriendo que se de cuanto tenga que ser y listo.
Así evitamos la presión y pese a que la ansiedad aumentaba, ya no se sentía como antes, sino que nos íbamos recostruyendo de a poco, sin apuros.
Dejé a un lado ese pensamiento en cuanto mi móvil vibró notificándome un nuevo mensaje de Polly. Lo agarré y apoyé la cadera contra el mostrador recargando mi cuerpo, de espalda a la entrada del local y con la mirada puesta en la pantalla del teléfono.
Resulta que Kevin ya había regresado al barrio y mi amiga se quedaría en casa durante el fin de semana. Ahora mismo me avisaba que saldría y de paso confirmaba que pasaría por mi a recogerme al final de mi horario de trabajo. Le respondí que se quede tranquila y que la esperaba, y en ese interín la campanilla de la puerta sonó haciéndome saber que tenía clientes.
— Buen día. -dijo una voz masculina y aclaró la garganta buscando acaparar mi atención.
— Si, ya te atiendo. -hice una seña con la mano terminando de escribir el último mensaje. No quería dejar a mi amiga intranquila ya que estaba en una zona que no conocía y prefería quedar bien con ella antes que con la clientela.
— Dejá ya ese teléfono y vení a atenderme nena.
Alcé la cabeza con el ceño fruncido y durante una pequeña fracción de segundos me quedé helada. No podía ser cierto.
Con lentitud me volteé y la expresión de mi rostro cambió totalmente al verlo ahí parado, a tan solo un par de metros de distancia y luciendo igual de hermoso que siempre. Sentí que iba a fallecer, aunque en parte supongo que debí haberlo imaginado.
Terminé de girar dando media vuelta, acomodé un mechón de mi pelo justo detrás de la oreja y dejé a un lado el celular ubicando las manos sobre el mostrador que nos separaba.
— Primero los modales señor. -dije metiéndome en el juego y aproveché para mirarlo de cabeza a pies. Era un bombón, mi bombón, y pese a que las ganas de lanzarme sobre él y comérmelo entero me consumían preferí contenerme y seguirle la corriente.
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rebeldía; wos
Fanfiction❝ - ¿Alguna pregunta que quieran hacerle? ❞ ❝ - ¿Cuánto tenés de corpiño? ❞ Prohibida su copia y/o adaptación.