36 || 𝓭𝓮𝓼𝓽𝓲𝓷𝓸

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Miré la hora en el celular por décimo cuarta vez en lo que iba de los últimos diez minutos que pasaron y volví a quejarme de nuevo. Valentín estaba tardando una eternidad y maldije el momento exacto en el que acepté que se encargue de ir a comprar mientras yo lo esperaba.

No solo teníamos que realizar el trabajo de geografía para entregarlo mañana mismo, sino que además, al salir a hacer los mandados quedó a cargo del pedido especial que tuve que hacerle porque estaba en mis días y con escaces de reservas. Y para variar lo sufría como una condenada tanto por los retorcijones como por su demora.  

Me recosté en la cama boca abajo colocando un almohadón a la altura de mi vientre para hacer presión y que de ese modo cesen los dolores, volví a tomar el teléfono y suspiré largamente al encontrar un mensaje suyo.


17:33 valen

« usas con alas? »

« pq tienen eso? »

« alas »

« te hacen volar el flujo?  »


17:35 Pía.

«traeme cualquiera »

« pero traeme »

« YA »


• 17:36 valen

« amiga q caro es menstruar »

« *amor »


• 17:37 Pía.

« apurate »

« deja d boludear »


• 17:38 valen

« me chamuyo a la cajera asi me hace descuento »

« 😉😉 »

Entrecerré los ojos y arrojé el celular a un lado luego de dejarlo en visto para resaltar aún más mi latente enojo. Se había ido hace una hora y media y recién ahora daba señales de vida. De haber sabido que tardaría tanto me encargaba yo misma de todo, como siempre. Aguardé unos minutos mas y luego me dispuse a bajar a la cocina para ganar algo de tiempo mientras preparaba la merienda.

Sobre la mesada encontré un vaso lleno de agua que ahora hacía de florero para un pequeño ramo de fresias, las cuales largaban su dulce aroma dándole un toque primaveral a la cocina. Las había traído Valentín hace un rato cuando llegó a nuestra reunión de estudio y él mismo se encargó de ponerlas en agua. Se ve que no encontró otro recipiente para ponerlas.

Fue un gesto muy lindo de su parte y me gustaba ver como las cosas comenzaban a recomponerse entre nosotros dos. No digo que estemos bien del todo porque aún se nota esa chispa husmeante de presión cada vez que nos acercamos, esa pizca de temor por no querer meter la pata y retroceder otra vez. No me atrevía a preguntar por lo sucedido con Mateo, prefería esperar a que surga el tema o que me lo diga él si es que quiere y se siente cómodo.

Preparé dos tazas de matecocido con leche, un paquete de galletitas, o mejor dos, y dejé todo servido en la mesa del comedor chequeando la hora una última vez. Minutos mas tarde el timbre sonó y del otro lado de la puerta me encontré con Valentín en pésimo estado. Su frente sudaba, tenía la respiración acelerada y parecía haber corrido una maratón hasta llegar acá.

— Vine corriendo. -explicó lo evidente y me aparté para que pudiese entrar. Llevaba las manos llenas de bolsas que terminó dejando encima de la mesa para luego ocupar lugar frente a una de las tazas, sin perder mucho mas tiempo.

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora