38 || 𝓹𝓲𝓪

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Observé cada rincón de la habitación a mi alrededor y sentí como ese hueco en mi pecho se agrandaba ante la viva imagen de la desolación. Es mi culpa por creer que este sería mi lugar eterno, tal como sucedió con los brazos de Valentín. Mi cuarto ya no era mi cuarto y hoy me toca irme no solo con un par de valijas que a lo largo de mi vida abré equipado unas cincuenta veces, sino también con el corazón lastimado, sueños rotos y un cargo de conciencia enorme luego de clavar un puñal en el pecho de aquella persona a la que amo con el alma.

La cama deshecha, los muebles vacíos y el rastro del polvillo luego de haber quitado todo de lugar para no volver a tocar nada, porque ya no es mi responsabilidad cuidar esos detalles aquí dentro y tampoco me interesa reflejar en una habitación el lado opuesto a como me siento yo hoy en día. Sería demasiado irónico dejar todo impecable, siendo que por dentro estoy echa un desastre, con polvo y estantes vacíos, sin ser capaz de llenar ese espacio que hasta hace unos días ocupaba él, mi Valentín.

Mi mamá aparece, se asoma por la puerta y me pregunta si estoy lista.

No, nunca podría estarlo. Ni física ni mentalmente porque aún quedan ciertas cosas que no puedo llevarme conmigo de viaje, como un amor o una amistad, incluso el vivo recuerdo de lo que alguna vez fui estando en este citio porque ya no soy la misma que era antes. Me rompieron. Me rompí.

Así y todo la miro de reojo y le digo que sí con la cabeza con tal de convencerla una vez mas de que está haciendo las cosas bien, cansada y rendida ante la idea de que cambie de opinión. Me agacho lo suficiente para arrastrar en el suelo un par de cajas y las llevo en dirección a la puerta para que acompañen las maletas que anteriormente mencioné.

Nunca fui de tener muchos objetos personales porque no me gusta guardarme recuerdos de una vida tan desbordada, así sea un souvenier, una tarjeta de cumpleaños o algún objeto decorativo. Prefiero mantenerlos en mi mente, con egoísmo y fantasía al idealizarlo y creer que en algún momento podré volver allí.

Sin embargo, una vez que termino el recorrido con la caja me detengo y espero a estar sola para agacharme en el suelo y revisar el contenido de la misma. Había empacado todo muy así nomás y de mala manera, por ende no recordaba con exactitud lo que podía llegar a encontrar allí dentro.

Con lentitud abro las solapas y un largo suspiro se escapa de mis labios al hallar una bolsa de papel a lunares que contenía una de las últimas cartas que me escribió Valentín. Tomo conciencia de que leerla justo ahora es un acto suicida y aún así despliego el papel y me enfoco en su caligrafía, consumiendo cada párrafo como si bebiera un vaso lleno de veneno que termina de destruír lo poco que queda de mi corazón.

No es el malo de la película ni tampoco el encargado de hacerme daño, soy yo quien se autolesiona con los tesoros que me quedan de la relación, aquellos que no quise llevarme conmigo justamente por esta razón, para que al revivirlo no duelan tanto, porque en mis manos tenía esa parte de él que esperaba borrar lo mas pronto posible.

“Se que no llevamos mucho tiempo juntos, pia
se escribe asi no? con una coma antes del nombre
bueno, no importa, igual te re gustan mis errores de ortografia tanto como a mi la curva de tus labios cada vez que sonreis
mira que hermosa me esta quedando la carta, capaz que te convenzo de que lo romantico es lindo y empezas a sacar esa ternura que guardas adentro, justo detras del par de tetas enormes que tenes
te mezclo amor y picardia al mismo tiempo para que no te me empalagues mi amor
aunque la idea es plantearte aca lo que siento porque cuando intento decirtelo en la cara me pongo rojo y me consumen los nervios
te tengo al lado, durmiendo tan hermosa y con tus largas piernas sobre las mías
te miro y no puedo creer lo afortunado que soy, lo feliz que me haces
te acordas cuando veniamos caminando en pedo y tirabamos rimas? ahi te va una mas”

rebeldía; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora