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[Actualización 1/2]


El domingo me despertó el timbre del móvil. Había trasnochado mirando una mala película romántica de Netflix con Irene por videollamada así que ya era mediodía. Atendí sin revisar el nombre del contacto.

—¿Sí?

Hubo un pequeño silencio antes de que la persona del otro lado respondiera.

—¿Hyung?

Me senté sobresaltado en la cama. Me limpié la baba de las comisuras y moví los labios para que salieran de su entumecimiento matutino.

—Sí. Lo siento, vi el teléfono sonar sobre la mesa y al ver tu nombre no dudé en atender. En seguida te paso con Minha.

Está bien. Qué tengas un buen día.

Me levanté de la cama y caminé alrededor de la habitación, asegurándome de hacer escuchar mis pasos. Luego hice una breve pausa y cambié la voz.

—Hola —dije alegremente, desplomándome en la cama otra vez.

Ey. ¿Estás ocupada hoy?

—Depende. ¿Tienes una buena propuesta?

Yo, umh... Estaba pensando en nuestra primera cita. Me gustó solo sentarnos a hablar en el parque, así que...

—Me agrada hacia donde vas.

¿Quieres volver a hacerlo? En realidad tengo unas cosas que leer, pero no puedo concentrarme en casa.

Me preguntaba cuál sería el motivo de su distracción.

—Lleva tus cosas, yo llevaré las mías. De hecho, necesito un modelo para dibujar. Creo que serías perfecto.

Acordado el horario, cortamos la llamada y me levanté para ir a darme una ducha. Seulgi y Suho se estaban yendo a almorzar con los papás de Suho, así que tenía total libertad para arreglarme solo. Había ido en la semana de compras con Irene en busca de ropa para Minha, ya que había llegado la mensualidad que enviaban mis papás. No más ropa prestada, ahora tenía cinco faldas nuevas en mi armario completamente mías. Para no llamar la atención, mi amiga se las había probado por mí para ver cómo lucían puestas, y las habíamos comparado con las medidas que me había tomado en casa. Una vez a salvo en mi habitación, había cerrado con llave y me las había probado frente a mi espejo. Toda vergüenza se había esfumado al comprobar que, en efecto, me quedaban bien. Mejor de lo que esperaba. Mis piernas se veían lindas. Había comenzado a apreciarlas, y con ellas a cualquier prenda de ropa que las luciera más.

Tener un tiempo a solas en casa era algo raro que solo ocurría ocasionalmente, si quería probar alguna vez esa técnica para ocultar el pene que había visto en internet, ese era el mejor momento. Las instrucciones decían que debía usar cinta y para eso depilarme. La sola idea de colocar cinta adhesiva en una zona tan sensible me preocupaba, así que junto a las minifaldas habíamos comprado ropa interior que tuviera buen sostén. Me depilé de todas formas, para sentirme más seguro. Mis manos temblaban cuando comencé, pero una vez que lo dominé pensé que podría acostumbrarme a eso.

Luego de seguir todos los pasos y con la nueva ropa interior puesta, volví a mi habitación para ver cómo me quedaba en el espejo. Era negra y tenía encaje. Irene la había escogido, al principio pensé que para molestarme, pero cuando me la vi puesta supe que solo era otra de sus estrategias para darme confianza. Estaba avergonzado y orgulloso en partes iguales del reflejo que me devolvía el espejo. Escogí una minifalda rosa con una línea blanca en la base y unas medias largas también blancas. Arriba una blusa negra de mangas transparentes que robé del armario de Seulgi, puesto que nunca la veía usarla.

AndróginoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora