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Era la primera vez en toda mi vida universitaria que la perspectiva de ir a clases era tan desalentadora como solía serlo en la escuela. Yo había elegido mi carrera y la disfrutaba, pero nunca me había sentido tan mal. Avergonzado, humillado e ingenuo solo eran algunas de las cosas que, en suma, me hacían sentir el hombre más patético del mundo. La farsa había sido perfecta y ridícula a la vez. Baekhyun tenía todo fríamente calculado, lo que era espeluznante, pero era tan evidente que era una farsa. Tanto que no podía creer que lo fuera. Aún si le hubiese dado lugar a mis dudas hubiera terminado creyendo que no tenían sentido. ¡Nadie haría algo tan enfermo!

A menos que quisiera probar la estupidez de una persona y divertirse con ello.

La alarma sonó y estiré mi brazo para tocar la pantalla hasta que con algún golpe la apagara. No había dormido en toda la noche. En mi cabeza se repetía una y otra vez lo que había ocurrido el sábado. Había tenido señales. Primero me había dicho de vernos y luego se estaba comportando extraño. Pero eso había pasado tantas veces antes que solo lo adjudiqué a los nervios que le producía estar juntos. Cuando era Minha.

—Mierda, siempre estuvo ahí... —Hundí la cabeza entre las cobijas.

Los recuerdos que tenía con Baekhyun y con Minha ahora tenían otro color. Todo estaba teñido de tristeza. Ya ni siquiera podía sentir enojo al pensar en su rostro, solo un profundo dolor. Su farsa me había dejado expuesto de tantas maneras. No quería salir, sentía como si todos mis puntos débiles estuviesen a carne viva.

También me carcomía el cargo de conciencia por haber tratado mal a mi familia cuando llegué a casa luego de la ruptura. El ambiente estaba tenso desde entonces, pues normalmente no era así con ellos. Para evitar repetirlo me había quedado todo el domingo encerrado, puesto que seguía de pésimo humor. Pero conociendo a mi madre, no me dejaría hacer eso dos días seguidos.

—Kyung —me llamó desde el otro lado de la puerta—, se te hará tarde para ir a clases —me advirtió y se fue.

Me levanté resignado tras pensar que, de todos modos, algún día tendría que volver y que, sea cuando fuera, vería a Baekhyun, así que daba lo mismo si era ahora o en un mes. En cualquier caso sería una patada en el estómago.

En la cocina mi madre y mi hermano desayunaban juntos en silencio. Me senté entre ellos con timidez.

—Lo lamento —dije, quebrando el silencio.

—¿Qué pasó? ¿Peleaste con tu novia? —preguntó Youngsoo.

Ojalá hubiese sido solo eso.

—Terminamos —dije cortante.

Mamá me miró con lástima. Probablemente estaba decepcionada, ya que "ni siquiera la había conocido". Gracias a Dios. Ahora que lo pensaba, Baekhyun nunca se había presentado como sí mismo en mi casa los días que estaba mi hermano, así como no lo había hecho como Minha los días que estaba mamá. Se había asegurado de evitar situaciones en las que otras personas pudieran descubrir que eran la misma persona (y yo un idiota por no verlo). Mamá definitivamente lo hubiera notado.

Las clases estuvieron bien. Me tocaba una de mis materias favoritas y me dejé llevar por el monólogo del profesor para distraerme de mis problemas. Tanto así que me entusiasmé y el tiempo pasó volando. Antes de que me diera cuenta ya estaba camino al salón de prácticas. Caminaba lento para retrasar el momento, aunque sabía que el ensayo no iniciaría hasta que yo llegara. Me detuve frente a la puerta y miré la perilla como si fuese un explosivo a punto de estallar. Me temblaban los dedos y estaba sudando. Tomé aire, pedí al cielo que por favor me diera la compostura necesaria, y entré.

AndróginoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora