1

976 101 137
                                    


Todos tuvimos un crush alguna vez. Esa persona por la que nos sentimos flechados a primera vista, pero que es difícil imaginar que nos miraría alguna vez. Alguien por quien nos interesamos en conocer todo, y lo hacemos, conocemos todo, excepto lo importante: qué piensa, qué siente, quién realmente es.

Kyungsoo fue mi crush desde el día que entró a la universidad. Yo estaba en mi segundo año cuando lo vi deambular por los pasillos buscando el salón de su primer materia. Lucía adorable con su aspecto adolescente y mirada perdida. Me acerqué a él de buena fe, con la intención de ayudar al chico que estaba en la misma condición que yo había estado un año atrás. Con nerviosismo, probablemente por tratar con un hyung, se saltó las presentaciones y me enseñó el papel donde había anotado el número del salón. Lo acompañé hasta allí en silencio, incómodo, ya que socializar era algo que no se me daba, y cuando nos despedimos su hermosa sonrisa fue mi perdición.

Durante dos años, Do Kyungsoo fue mi crush sin siquiera saber quién era Byun Baekhyun; nunca dio señales de reconocerme, pero yo sabía todo de él. La fecha de su nacimiento, el nombre de su perro, el horario en que ensayaba en el coro, la dirección de su casa, su número de teléfono y hasta cómo se llevaba con su mamá (una excelente relación). También conocía a sus amigos y había tenido ocasión de espiar cómo le iba en las materias. Pero no sabía cómo era en lo más personal.

Aunque nos cruzábamos en algunas materias, él no me notaba y yo no me atrevía a hablarle. El hecho de no ser popular probablemente agravaba mi situación. En el grupo de danza me confundían con una bailarina, por eso las chicas siempre se fijaban primero en mis demás compañeros, pero a la vez tampoco era lo suficientemente femenino para ser considerado por los chicos, así que era un cero absoluto. Era el tipo de persona que se lleva bien con todos, pero que no es destacable o memorable. Mis únicos amigos cercanos eran Seulgi y Suho debido a que éramos compañeros desde jardín de infantes, pero cuando comenzaron a salir, aunque no me apartaban, verlos tan amorosos al lado mío me hacía sentir solo. Fue entonces cuando conocer todo sobre Kyungsoo se volvió un pasatiempo.

Nadie, además de mis amigos, sabía que yo era gay, y ese era el motivo por el que no tenía problemas con nadie: no me conocían. Los declarados homosexuales normalmente eran marginados o solo tenían amigas mujeres y muy pocas veces tenían trato con sus compañeros varones, por eso no me había sentido cómodo con divulgarlo. Ya suficiente bromeaban conmigo los miembros del grupo de danza por verme tan poco masculino como para colmo revelarles mi orientación sexual.

Llegado cierto punto, mis esperanzas de intercambiar un saludo con Kyungsoo se habían desintegrado. Siempre que nuestros grupos ensayaban en el mismo salón y él pasaba a mi lado, yo bajaba la cabeza avergonzado. Cuando se había alejado lo suficiente, volvía a levantarla y me quedaba embobado mirando el movimiento de sus labios al hablar con sus compañeros. Sentía un flechazo por cada sonrisa, sus labios dibujaban una forma única, que no había visto en nadie antes, y me encantaba. Quería retratarlo, esbozarlo en un papel y que perdurara para la posteridad, pero mis manos eran incapaces de hacer trazos que le hicieran honor a los de su creador, a pesar de que siempre habían dicho que era bueno retratando. Sus padres se habían pasado; si conocía a su madre en persona, lo primero que quería decirle era: usted hizo un trabajo excelente concibiendo a este ser humano.

*

No fue hasta que estuve en cuarto año que nuestros cursos se cruzaron. La universidad celebraba sus cincuenta años y organizó un gran evento donde confluirían todas las artes. Para uno de los proyectos se les propuso a los de instrumentos, a los de danza y a los de canto preparar presentaciones en conjunto. Kyungsoo era la estrella en su coro, así que no resultó una sorpresa que fuera elegido por todos para el solo. Yo estaba tan o más ansioso que él antes de saberlo y por eso no pude dormir la noche antes de que lo anunciaran; no solo porque realmente deseaba que lo obtuviese, sino porque le tocaba trabajar con mi grupo de Coreografía. Cuando el líder del coro reveló la noticia a su grupo, mientras el mío calentaba en la misma sala, sonreí por inercia. Mis compañeros me miraron raro e, incluso, uno de ellos, Sehun, me dio un codazo para llamar mi atención.

AndróginoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora