| ❄ | Capítulo dieciocho

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La presencia de Nicéfora pareció aligerar las cosas. Su genuino interés por la botánica fue la llave que necesitábamos para crear las primeras grietas en la gruesa coraza de lord Alister; sin embargo, no era suficiente.

Tener a mi amiga como carabina ayudó a que los silencios se diluyeran... pero no del modo en que yo esperaba. Con el pretexto de que no era conveniente que estuviéramos a solas, consciente de los primeros rumores que habían comenzado a germinar dentro de la corte, el primogénito de la condesa no había tenido otra opción que aceptar mi pequeña exigencia de llevar siempre con nosotros a Nicéfora; una mañana, mientras paseábamos de nuevo por los jardines, lord Alister volvió a distraerse con la flora del lugar. Aquello había sido habitual, pero no la repentina pregunta que brotó de los labios de mi amiga sobre el arbusto por el que el joven se había detenido.

Esa mínima muestra por parte de Nicéfora fue suficiente para que los posibles reparos que el noble hubiera podido sentir respecto a ella se desvanecieran. Mentiría si dijera que no sentí alivio al saber que lord Alister no pondría ninguna objeción a tener a mi amiga junto a nosotros, pero no pude evitar sentir cierta inquietud al contemplarlos a ambos.

La estruendosa risa de Nicéfora me hizo regresar al presente, relegando ese momento de hacía dos días a un rincón de mi mente. Le había propuesto al hijo de la condesa vernos en el invernadero que poseíamos, un monstruoso edificio acristalado anexo al propio palacio; la curiosidad de lord Alister por descubrir las maravillas que cuidábamos hizo que su respuesta fuera un rotundo «sí».

Tras una vuelta introductoria, me había quedado rezagada. Nicéfora, no obstante, permanecía cerca de nuestro invitado, en apariencia atenta; en aquel instante los dos se encontraban inclinados sobre una extraña enredadera que trepaba por la pared acristalada y cuyas flores eran tubulares y alargadas, de un bonito color azul medianoche. Lord Alister parecía haber compartido con ella alguna historia divertida, arrancándole aquella sonora carcajada que me había despertado de mi ensimismamiento.

Me crucé de brazos y los observé en silencio. El primogénito de lady Dorcha continuaba siendo reservado, pero con Nicéfora no parecía tener problemas; le había escuchado dirigirse a ella con más de dos palabras sin problema alguno mientras que, cuando le tocaba hablar conmigo, casi lo hacía por obligación. Una parte de mí se alegraba de ello, de esa mutua indiferencia que despertábamos el uno en el otro, pero nuestras respectivas madres continuaban forzándonos a pasar tiempo juntos, creyendo que sería suficiente y que sólo era una cuestión de timidez.

Vi cómo lord Alister movía los labios, compartiendo con Nicéfora algo que la hizo sonreír. Presioné mis palmas contra la parte superior de mis brazos, notando un extraño calor formándose en mi pecho; mi amiga optó por alzar la mirada en aquel momento, buscándome con ella.

—¡Mab! —me llamó alegremente—. ¡Ven a ver esto!

Resguardándome tras mi habitual y cordial máscara, abandoné mi posición para acercarme hasta donde ambos me esperaban. Un ramalazo de siniestra satisfacción me embargó cuando noté cómo el cuerpo de lord Alister se tensaba al percibir mi presencia a su lado; el joven continuó mirando fijamente las flores tubulares, aunque el ambiente había cambiado bruscamente. Por mí.

Era más que evidente que el primogénito de lady Dorcha apenas sentía una pizca de interés por mí, que mi mera cercanía le producía eso, ese rechazo que era mutuo. ¿Qué clase de matrimonio me depararía si parecía prestarle más atención a las malditas plantas que a mí? Dejando a un lado la cuestión sentimental —y viendo que prácticamente éramos incompatibles en ese plano—, debía pensar en qué podía aportar a la corona. Al trono.

A mis planes.

Apenas había podido atisbar una mínima parte de lord Alister y, a pesar de ese carácter aburrido y su pasión por la botánica, tenía la sospecha de que debía haber más. Necesitaba más tiempo para continuar indagando en su forma de ser, valorando si podría considerarle como un potencial candidato.

DAMA DE INVIERNO | LAS DOS CORONAS ❄ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora