Aspiré una bocanada de aire, notando un ligero regusto a sal marina. Los festejos previos antes de la ceremonia que uniría a Muirne y Voro habían seguido adelante; tras haber mantenido reposo conforme me indicó el sanador, había llegado el momento de regresar.
Mis damas de compañía me respaldaban mientras avanzábamos hacia los jardines, zona predilecta de los monarcas de Verano para desarrollar las actividades que habían preparado, ya que eran terrenos lo suficientemente espaciosos para poder albergar a los invitados... y el buen tiempo parecía ser un buen acompañamiento para realizar los encuentros allí. Inspiré hondo antes de cruzar las puertas acristaladas, sintiendo la pegajosa capa de sudor que empezó a extenderse por mis palmas; Nyandra, Geleisth y Nicéfora se habían volcado conmigo durante mi período de reposo, tratando de subir mi ánimo. Pero no se me había pasado por alto cómo habían esquivado hábilmente ciertos temas, como los rumores que debían correr respecto a lo sucedido.
Nif apoyó una mano sobre la parte baja de mi espalda, sacándome de mi propio ensimismamiento. Sus ojos azules se mostraban preocupados y supe que, si optaba por dar media vuelta y volver a mis aposentos, ella me acompañaría sin presionarme.
—Estoy bien —le aseguré a media voz—. Sólo necesitaba un momento.
Observé a los grupos que habían comenzado a formarse, las mantas que habían extendido sobre el césped para poder sentarse o reclinarse sin manchar sus maravillosas prendas. De manera inconsciente me vi buscando a alguien en concreto, cierta lady de la Corte de Primavera; la tentadora oferta de Nicéfora de ayudarme a tomar represalias contra lady Titania aún no se había desvanecido de mi mente y, aunque me había mostrado reticente al principio, una poderosa parte de mí se negaba a pasar página.
Por mucho que me hubiera recordado la deuda que tenía con el Caballero de Verano, no era suficiente para calmar mi sed de venganza.
Por mucho que mi mente hubiera decidido jugar conmigo, emulando el rostro del príncipe, la decepción de sus rasgos si decidía tomar ese camino.
Era rencorosa, formaba parte de mi naturaleza, y lo sucedido en las caballerizas, el modo en que lady Titania me había engatusado con su apariencia dulce e inocente para que tomara uno de los caballos del heredero del rey Rhydderch, no debía caer en el olvido. No debía quedar impune.
Nyandra se aclaró la garganta y señaló una de las mantas que aún estaban sin ocupar, situada estratégicamente en una zona con poca afluencia. Un rincón donde pasar desapercibidas, sin llamar mucho la atención.
Le dediqué una sonrisa agradecida a mi dama de compañía e inicié la marcha hacia allí. Mis hombros se tensaron cuando las primeras miradas se desviaron hacia nosotras, cuando vi las primeras sonrisas de algunas personas pertenecientes de la Corte Seelie; qué divertido debía resultarles que una princesa Unseelie hubiera tenido el descaro de comportarse de ese modo tan impropio contra la hospitalidad de los anfitriones. Qué deliciosa historia con la que poder chismorrear.
Sin embargo, ninguna de ellas tuvo el suficiente valor para sostenerme la mirada y eso me llenó de una retorcida satisfacción, pues no habían olvidado quién era. Y lo que sucedería si daban un simple paso en falso.
Dejé que mis damas se acomodaran sobre la manta y escaneé la multitud que nos rodeaba, de nuevo buscando a lady Titania entre los presentes. La misma lucha interna que había tenido en aquellos días volvió a asaltarme sobre qué hacer al respecto; la necesidad de demostrarle a esa joven que no iba a consentir que su engaño quedara impune batallaba con la reciente deuda que había nacido entre el príncipe y yo. ¿La usaría en mi contra si optaba por actuar y enfrentarme a la pupila de su madre?
Las sienes empezaron a palpitarme ante el dilema que se me presentaba, ante las opciones que tenía frente a mí. Aún no había tomado una decisión al respecto, aún seguía atrapada entre los dos frentes que se encontraban abiertos y que me empujaban en dos direcciones distintas.
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DAMA DE INVIERNO | LAS DOS CORONAS ❄ 1 |
FantasySu destino fue escrito como una tragedia. Mab nunca tuvo una vida fácil, en especial cuando su padre la nombró heredera y futura reina de la Corte de Invierno. Siempre bajo la inquisitiva mirada de aquéllos que no creían que fuera una opción apta pa...