| ❄ | Capítulo uno

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Tras la noticia de que me convertiría en la próxima reina de Invierno, toda mi vida cambió drásticamente: pasé de estar acomodada en un bonito y discreto segundo lugar a ponerme en primera fila, lo que suponía un aumento considerable de las que serían mis obligaciones, ya no sólo como mujer, sino también como figura de peso en la corte.

La prematura muerte del heredero al trono y la advertencia del sanador sobre la imposibilidad de la concepción de uno nuevo provocaron que los consejeros de mi padre empezaran a presionarle después de que el rey hiciera el anuncio de que yo me convertiría en su heredera: tenían que recuperar el tiempo perdido, un tiempo que había pertenecido originalmente al heredero y que, ahora, me pertenecía a mí. Los años que había pasado junto a mis institutrices, moldeándome para convertirme en lo que se esperaba de una princesa, de repente, habían sido un gran retraso ahora que iba a suceder a mi padre en el trono.

En los casi seis años que habían transcurrido desde aquella fatídica noche, mis lecciones con lady Amerea se habían ido intercalando con otros tutores que pudieran brindarme el conocimiento que necesitaba como futura reina, «ampliando mis limitados horizontes», tal y como lo habían definido ellos; aquel repentino cambio se tradujo a interminables horas en las distintas bibliotecas con las que contaba el castillo, siendo vigilada constantemente por los hombres designados para cumplir con la función que les hubiera correspondido si mi hermano hubiera sobrevivido: enseñarme los entresijos de la política y la corte.

Convertirme en una buena monarca, a pesar de que era consciente de que mi poder se vería limitado cuando llegara el momento de casarme.

Las clases de protocolo fueron disminuyendo mientras que otras como historia, geografía y leyes fueron ocupando casi todo mi tiempo, manteniéndome prácticamente recluida en las bibliotecas, rodeada de enormes pilas de pesados volúmenes; escuchando las voces de mis tutores repitiendo una y otra vez lo mismo.

—... siendo lord Narwell el actual gobernante de la zona norteña de Elvermore...

El sonido de la madera golpeando el escritorio, cerca de donde yo estaba sentada, con un enorme volumen que recogía una interminable lista de familias nobles que ejercían su control sobre los distintos puntos de la Corte de Invierno, hizo que mi cuerpo se sobresaltara y que mi mente regresara al presente, a la biblioteca.

A Aen, el responsable de aquel repentino movimiento... y el hombre que se encargaba de acercarme a los que alguna vez se convertirían en mis aliados.

Los ojos verdes del maestro resplandecieron de irritación cuando me atreví a enfrentar su mirada, aún con el corazón acelerado por la vara de madera.

—Gracias por volver de dondequiera que estuviera, Dama de Invierno —me exhortó, visiblemente molesto—. ¿Cree ser capaz de atender...?

Las mejillas se me sonrojaron al oír cómo ponía especial hincapié a la hora de pronunciar algunas palabras. Debido a los años que había pasado en la única compañía de las institutrices que lady Amerea escogía para mí, era evidente mi retraso educativo en materias sumamente importantes para llevar la corona; sin embargo, conforme crecía fui dándome cuenta de las emociones impresas en los rostros de aquellos tutores: escepticismo. Condescendencia.

Todos ellos creían que no estaba preparada para asumir la corona, que todas aquellas horas que habíamos pasado juntos eran una pérdida de tiempo: no en vano mi futuro marido sería la persona que se encargaría de llevar las riendas. Sin embargo, mi padre había insistido en que se me enseñara, brindándome los conocimientos que necesitaría para enfrentarme a las pruebas que se me pusieran por delante. En especial las que vendrían por parte de las otras cortes.

—Lo lamento, maestro Aen —dije de manera automática, bajando la mirada a las páginas abiertas del volumen y que pertenecía a Elvermore.

Mi disculpa pareció aplacar levemente el enfado del hombre. Le oí soltar un suspiro, el mismo suspiro que delataba lo poco convencido que estaba de que yo fuera capaz de absorber todas sus lecciones, y mascullar algo para sí mismo antes de que su monocorde voz retomara el hilo y volviéramos a sumirnos en la familia de lord Narwell y los siglos que llevaban gobernando en aquella provincia de la Corte de Invierno, situada al norte.

DAMA DE INVIERNO | LAS DOS CORONAS ❄ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora