Observé la lluvia caer desde el cómodo asiento junto a la ventana. La biblioteca se encontraba inusitadamente silenciosa, sin apenas gente; el lugar perfecto para refugiarme y tratar de hallar algo de paz sin que nadie me molestara. Ante mí se extendían pesados volúmenes apilados y abiertos, además de los papeles que había estado empleando para transcribir algunas líneas.
El maestro Aen, con una actitud mucho más severa, había endurecido nuestras lecciones. Tras mi maravillosa actuación en la despedida del conde y su familia, mi padre había decidido que era el momento de que pusiera en práctica todos aquellos años bajo su educación, así que había anunciado que la joven Dama de Invierno tomaría algunas responsabilidades dentro de la corte; eso suponía tener que acompañarle y estar presente en asuntos mayormente diplomáticos.
Como la visita programada de un emisario procedente de la Corte de Otoño.
Aún quedaban unas semanas de margen para su llegada, pero eso no había impedido que el maestro Aen se encargara de prepararme para la ocasión, lo que me había llevado a la biblioteca y a aquella pila de libros y papeles que tenía frente a mí.
Sin embargo, y aunque mi atención debía estar fija en ellos, otros pensamientos rondaban mi mente. Mi preocupación por Nicéfora no había hecho más que aumentar desde que lord Alister se subiera a su carruaje y le viera desfilar de camino hacia Ymdredd, a pesar de que creí que, si el joven noble desaparecía para siempre de nuestras vidas, todo volvería a su cauce; Berinde, mi doncella de mayor confianza, había cumplido con la misión que le había encomendado sin llamar la atención... y sin hacer preguntas.
Le ofrecí a mi mejor amiga el tónico anticonceptivo y le hice saber que estaba a su lado, fuera cual fuese su decisión. Cuando le pregunté qué quería hacer, Nif respondió de forma ambigua, diciendo no querer defraudar aún más a su familia; por eso mismo pedí a Berinde que consiguiera ese bebedizo pero, al ver cómo su rostro empalidecía al ver el frasco en mis manos, me pregunté si no habría tomado una buena decisión.
No obstante, Nicéfora había aceptado el tónico.
Luego se había encerrado en sus dormitorios, los que no parecía haber abandonado en los últimos días si las noticias que me hacían llegar el resto de mis damas de compañía eran ciertas.
Mordisqueé mi labio inferior, con la vista clavada en el paisaje desdibujado por la cortina de agua que caía al otro lado de la ventana. Había respetado el repentino silencio de Nicéfora, le estaba dando el espacio que pudiera necesitar para recomponerse... pero la preocupación corroía mis entrañas al no saber absolutamente nada que no fuera por boca de Geleisth, Mirvelle o Nyandra. Ellas aducían una supuesta enfermedad y yo no podía dejar de pensar en el tónico y en sus efectos.
Era consciente de los días que habían transcurrido desde la fatídica velada donde la verdad había salido a la luz y el momento en que le había ofrecido aquel delicado frasquito relleno de un líquido verdusco. Era consciente de lo que podía significar ese encierro autoimpuesto, la soledad a la que se había entregado Nif alegando problemas de salud para no levantar en principio sospechas.
La incertidumbre y la preocupación me empujaron a ponerme en pie, apartándome de la ventana y la lluvia que caía al otro lado. Miré el pequeño caos que había desatado en la mesa y traté de recogerlo a toda prisa; di gracias a los elementos cuando me topé con un solícito criado poniendo algo de orden en una sección cercana. Le pedí si podía enviar lo que había dejado a mis aposentos y luego abandoné apresuradamente la biblioteca.
Debido al mal tiempo que parecía haberse instalado en la capital, gran parte de los nobles no podía disfrutar de los jardines, por lo que habían optado por recorrer el interior del castillo; dispuesta a pasar desapercibida, empleé los pequeños y discretos corredores y escaleras del servicio para llegar hasta el pasillo que conducía a los dormitorios de mi amiga.
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DAMA DE INVIERNO | LAS DOS CORONAS ❄ 1 |
FantasySu destino fue escrito como una tragedia. Mab nunca tuvo una vida fácil, en especial cuando su padre la nombró heredera y futura reina de la Corte de Invierno. Siempre bajo la inquisitiva mirada de aquéllos que no creían que fuera una opción apta pa...